Entre El Amor Y El Odio

Ariana estaba feliz, había comenzado una relación con Sergio que parecía sacada de una novela romántica. Todo había sucedido tan rápidamente, tan inesperadamente, que aún le costaba creerlo. Ese día, mientras se preparaba para ir a trabajar y el la llevo a desayunar, no podía dejar de sonreír. La vida parecía más brillante, más llena de promesas.

Al llegar al trabajo, Sergio la acompañó en el auto. Antes de bajar, Ariana se inclinó y le dio un beso rápido pero significativo. Aunque se sintió un poco apenada por la demostración pública de afecto, sabía que tenía que acostumbrarse a esta nueva dinámica en su vida. Sergio la miró con cariño y le devolvió el beso con suavidad.

—Que tengas un buen día, mi amor— le dijo él, sonriendo.

—Gracias, Sergio. Tú también— respondió ella, sintiendo un calor reconfortante en su pecho.

El día en el trabajo pasó rápidamente. Ariana estaba inmersa en sus tareas, pero no pudo evitar notar que Sergio no apareció para almorzar con ella como lo había hecho en los últimos días. Sintió una pequeña punzada de decepción, pero decidió no darle demasiada importancia. "Tal vez está ocupado," pensó, y se dirigió al comedor para almorzar sola.

Desde que comenzó su relación con Sergio, Ariana se sentía diferente. Ya no era la joven tímida e insegura de antes. Sergio la había hecho sentir deseada, amada, y eso había despertado en ella una nueva confianza. Terminó su jornada laboral sintiéndose satisfecha con su trabajo, pero cuando salió, Sergio no estaba esperándola.

Sacó su móvil y vio que no tenía ni un solo mensaje de él. Un sentimiento de inquietud comenzó a formarse en su estómago, pero trató de ignorarlo. "No quiero parecer celosa o necesitada," se dijo a sí misma. Como de costumbre, caminó hasta su casa, esperando encontrarlo allí.

Al llegar, abrió la puerta con la ilusión de ver a Sergio esperándola, pero la casa estaba vacía. Se sintió un poco desanimada, pero decidió no dejar que eso arruinara su buen humor. Preparó la cena, y aunque comer sola no era lo que había esperado, disfrutó de la comida que había preparado con esmero.

Ariana decidió no llamarlo. No quería que Sergio pensara que era tóxica o celosa. Se convenció de que él tenía sus razones para no estar allí. Después de cenar, se fue a la cama, tratando de no pensar demasiado en su ausencia. Se quedó dormida rápidamente, exhausta por el día.

En medio de la noche, sintió unas manos grandes y cálidas que le quitaban el pijama. Era Sergio. Había llegado tarde, pero estaba allí con ella. Su presencia la tranquilizó, y aunque estaba medio dormida, dejó que él tomara el control. Sergio, dulce y suave como siempre, la hizo suya con una ternura que la dejó sin aliento.

Ariana sintió cada caricia, cada beso, y se entregó completamente a él. Sergio tenía una manera de hacerla sentir segura, deseada, amada. No necesitaba palabras para saber cuánto la quería. Él siguió siendo dulce y considerado, moviéndose con cuidado hasta que ella, en un momento de valentía y deseo, empezó a moverse con más intensidad, pidiendo más sin necesidad de decirlo.

Esa noche, se entregaron el uno al otro de una manera que Ariana nunca había experimentado antes. Fue un acto de amor, de conexión profunda, que la hizo sentirse más cerca de Sergio que nunca. Cuando finalmente terminaron, se quedaron abrazados, escuchando el ritmo de sus respiraciones que se iban calmando.

—Siento haber llegado tan tarde— susurró Sergio, besando su frente.

—No importa— respondió Ariana, acariciando su rostro. —Estoy feliz de que estés aquí ahora—

Durmieron abrazados, y por primera vez en mucho tiempo, Ariana se sintió completa. Sabía que la vida con Sergio no siempre sería fácil, pero estaba dispuesta a enfrentar cualquier desafío si eso significaba estar con él.

Al día siguiente, se despertó con el sonido del despertador y el calor de Sergio a su lado. Se dio la vuelta y lo miró dormir, sintiéndose afortunada de tenerlo en su vida. Lentamente, lo despertó con un beso en la mejilla.

—Buenos días— dijo él, con una sonrisa perezosa.

—Buenos días— respondió ella, acariciando su cabello. —¿Dormiste bien? —

—Sí, muy bien— dijo Sergio, abrazándola con fuerza. —Lo siento por anoche, tenía una reunión importante y se alargó—

Ariana asintió, entendiendo. —Está bien, Sergio. Solo quiero que sepas que estoy aquí para ti—

Sergio la miró a los ojos y asintió. —Lo sé, y lo aprecio. Prometo que no volveré a llegar tan tarde sin avisarte—

Pasaron la mañana juntos, disfrutando de un desayuno tranquilo antes de que cada uno se dirigiera a su trabajo. Aunque el día anterior había terminado con incertidumbre, esa mañana estaba llena de promesas y una nueva esperanza para su relación.

Ariana sabía que la vida junto a Sergio tendría sus altibajos, pero también sabía que el amor que sentían el uno por el otro les daría la fuerza para superar cualquier obstáculo. Estaba lista para enfrentar lo que fuera necesario, porque había encontrado en Sergio a su compañero, su amor verdadero. Y con eso, sentía que todo era posible.

Sergio la dejo en el restaurante y el se fue a su trabajo, tenia mucho que hacer, además de lidiar con Berta que estaba intensamente fastidiosa, ella sabe que se a casado con Ariana y lo ha amenazado en repetidas ocasiones de acabar con ese romance.

—¿Por qué llegas tan tarde? Tienes una reunión importante— Dijo Berta mientras se acerca a él.

—Basta, no me molestes— Sergio estaba cansado de esta molesta mujer, pero ella sabe mucho de su vida y su trabajo.

Berta ignoro sus palabras y no dudo en desnudarse nuevamente, Sergio estaba sentado y ver que ella iba a sentarse encima de él desnuda, no era lo que él quería.

—Vamos Berta, si lo que quieres es dinero, te subiré tus ingresos, pero por favor respétame— Sergio trato de evitarla, pero el cuerpo que él mismo mando a construir en ella era perfecto, además de eso, Berta era una veterana en la cama.