En un reino gobernado por una familia real que ha reinado durante siglos, Lilith, una joven de extraordinaria belleza y poderes mágicos, nace destinada a ser la villana del cuento. Desde niña, Lilith ha sido marginada y temida por los habitantes del reino, quienes creen que su sola existencia traerá la ruina a todo lo que ama.Cuando el rey y la reina mueren en extrañas circunstancias, Lilith se ve obligada a huir del palacio y a esconderse en las sombras, mientras que su hermano Azrael asciende al trono, convirtiéndose en un gobernante tiránico y despiadado.Decidida a reclamar su derecho al trono y a demostrar que no es el monstruo que todos creen, Lilith se embarca en una peligrosa aventura, enfrentándose a criaturas mitológicas, aliados inesperados y a su propio destino. A lo largo de su viaje, Lilith deberá aprender a abrazar su naturaleza oscura y a utilizarla para liberar a su reino de las garras de su hermano.¿Logrará Lilith superar los prejuicios y convertirse en la heroína de su propia historia? Descúbrelo en esta épica novela de fantasía, llena de magia, intriga y un giro inesperado que te dejará sin aliento.
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Capitulo 21.
Capítulo 21 - En las Tierras Heladas
A medida que nuestros caballos galopaban a través de los páramos nevados, la sensación de inquietud en mi pecho se intensificaba. Sabía que nos enfrentaríamos a una amenaza poderosa y que nuestras vidas correrían grave peligro, pero no podía permitir que el miedo me paralizara.
Damien cabalgaba a mi lado, su mirada escrutadora escaneando el horizonte en busca de cualquier señal de peligro. Esmeralda y Theron nos flanqueaban, manteniendo una vigilancia constante.
—¿Cuánto falta para llegar al templo? —preguntó Damien, su voz grave y tensa.
—Mis visiones me indican que debemos seguir avanzando hacia el noreste —respondí, concentrándome en las imágenes que danzaban en mi mente—. El antiguo templo de Helios se alza oculto entre las montañas, protegido por un velo de magia oscura.
Él asintió con seriedad.
—Entonces debemos estar preparados para cualquier emboscada o trampa que nuestros enemigos hayan dispuesto. Este terreno inhóspito les otorga una ventaja que no podemos descuidar.
Sus palabras me hicieron estremecer, pero asentí con determinación. Sabía que Damien tenía razón; debíamos mantenernos alerta y ser cautelosos en cada uno de nuestros movimientos.
Continuamos cabalgando en silencio, observando cómo el paisaje se volvía cada vez más árido y gélido. El aire cortaba nuestros rostros como dagas afiladas, y nuestros caballos parecían titubear a cada paso.
Finalmente, cuando el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, Damien se detuvo abruptamente, levantando una mano en señal de advertencia.
—Algo se mueve entre las sombras —susurró, llevando inconscientemente la mano a la empuñadura de su espada.
Todos nos detuvimos, escudriñando el entorno con cautela. Podía sentir la tensión acumulándose en el ambiente, como si una fuerza poderosa y maligna acechara desde las profundidades.
De pronto, un gruñido gutural rompió el silencio, y unas criaturas de aspecto bestial emergieron de entre la nieve, mostrando sus colmillos amenazantes.
—¡Mantengan la formación! —ordené, desenvainando mi espada—. ¡Están aquí para impedirnostellegar al templo!
Nuestros enemigos se lanzaron al ataque, y una feroz batalla se desató en medio de aquella tormenta de nieve. Damien, Esmeralda y Theron se batían con bravura, esquivando los envites de aquellas bestias y contraatacando con precisión.
Yo, por mi parte, me concentré en canalizar mi magia, lanzando hechizos de fuego que mantenían a raya a nuestros atacantes. Sentía cómo mi energía se agotaba con cada conjuro, pero no podía darme por vencida.
De pronto, una de las criaturas logró aproximarse peligrosamente a mí, sus fauces abiertas listas para devorarme. Cerré los ojos, preparándome para el impacto, cuando una flecha silbó en el aire, clavándose directamente en el ojo de la bestia.
Abrí los ojos, sorprendida, y vi a Selene parada a mi lado, su arco aún en alto.
—¡Selene! —exclamé, con una mezcla de alivio y asombro—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—Zahra y yo no podíamos quedarnos de brazos cruzados —respondió ella, con determinación—. Nuestro lugar está a tu lado, luchando por nuestro hogar.
Asentí, conmovida por su lealtad, y juntas nos lanzamos de vuelta a la batalla, ayudando a nuestros compañeros a derrotar a aquellas criaturas.
La lucha fue encarnizada, pero finalmente logramos imponernos, dejando a las bestias tendidas en la nieve, inertes.
Respirando con dificultad, me acerqué a Selene y la abracé con gratitud.
—Me alegro de que estés aquí —le dije, con sinceridad—. Tu ayuda ha sido fundamental.
Ella sonrió, aunque pude notar la preocupación oculta en su mirada.
—Ahora debemos continuar —intervino Damien, sus ojos escaneando el horizonte—. Nuestros enemigos sabrán que hemos llegado y estarán preparados.
Asentí con determinación.
—Entonces no perdamos más tiempo —dije, montando nuevamente mi caballo—. Hacia el templo de Helios.
Retomamos nuestra marcha, adentrándonos aún más en aquellas tierras inhóspitas. La sensación de peligro se intensificaba con cada kilómetro recorrido, y una inquietud creciente se apoderaba de mí.
Finalmente, cuando la noche ya había caído por completo, divisamos a lo lejos la imponente silueta del templo de Helios. Estaba tal y como lo había visto en mis visiones: antiguo, destartalado y envuelto en una aura de magia oscura.
Nos detuvimos a una distancia prudente, observando con cautela nuestro entorno. No parecía haber señales de movimiento, pero sabía que nuestros enemigos nos aguardaban.
—Bien, hemos llegado —dije, encarando a mis compañeros—. Prepárense, porque la batalla final está a punto de comenzar.
Esa es mi humilde opinión.