Fantaseo Con Esas Curvas

Alejandro

Cuando Sofía menciona mi "nueva amiga", puedo ver la decepción y el dolor en su mirada. Me apresuro a explicarle que no hay nadie más, que ella es la única que me importa.

En ese momento, mi hermano gemelo, Axel, aparece por el pasillo. Sofía lo mira con sorpresa, evidentemente sin saber de su existencia. Puedo sentir la tensión en el ambiente.

—¿Qué está pasando aquí? —pregunta Axel, dirigiéndose tanto a Sofía como a mí.

Sofía lo mira con confusión y, sin decir una palabra, se da la vuelta y comienza a alejarse rápidamente. Siento la necesidad de ir tras ella, de explicarle todo, pero Axel me detiene.

—Espera, Alejandro —dice mi hermano—. Tenemos que hablar. Nuestro padre ha sufrido un accidente y está en el hospital, en estado crítico.

Siento que el corazón se me acelera al escuchar esas palabras. Mi padre, a quien no he visto en años, está gravemente herido. No puedo evitar sentir una mezcla de preocupación y culpa por haber estado tan distante de él.

—¿Qué sucedió? —le pregunto a Axel, tratando de mantener la calma.

—Al parecer, sufrió un accidente automovilístico —responde Axel—. Los médicos no saben si logrará sobrevivir.

Asiento con la cabeza, sintiendo que el mundo se me viene encima. Debo ir al hospital de inmediato, pero no puedo dejar las cosas así con Sofía. Necesito explicarle todo y disculparme por no haberle hablado de mi hermano.

—Axel, debo hablar con Sofía antes de irnos —le digo—. Necesito aclarar las cosas con ella.

Axel asiente, entendiendo la importancia del momento. Nos acercamos al lugar donde Sofía se encontraba, pero para mi sorpresa, ella ya no está allí. Miro a mi alrededor, buscándola desesperadamente, pero no la veo por ninguna parte.

En ese momento, escucho el sonido de un impacto y un grito desgarrador. Mi corazón se detiene al ver a Sofía tirada en el suelo, atropellada por un vehículo que acaba de huir del lugar.

Corro hacia ella, sintiendo que el tiempo se detiene. Sofía está inmóvil, con sangre alrededor de su cuerpo. Llamo a una ambulancia de inmediato, pero sé que cada segundo cuenta.

Mientras espero a que llegue la ayuda, me arrodillo junto a Sofía y tomo su mano, rogando en silencio que esté bien. No puedo perderla, no ahora, cuando todo se ha complicado tanto.

—Sofía, por favor, resiste —susurro, sintiendo que las lágrimas comienzan a brotar de mis ojos—. Necesito que estés bien. Necesito poder explicarte todo.

El sonido de la ambulancia se acerca y mi hermano Axel me ayuda a mantener la calma mientras los paramédicos atienden a Sofía. En ese momento, siento que mi mundo se ha derrumbado, y solo puedo pensar en la posibilidad de perder a la mujer que amo.

La ambulancia llega rápidamente y los paramédicos comienzan a atender a Sofía. Puedo ver que su estado es grave, y me llena de angustia y desesperación.

Axel está a mi lado, tratando de mantenerme calmado, pero es casi imposible. Toda mi atención está enfocada en Sofía y en que llegue la ayuda a tiempo.

Los paramédicos la suben con cuidado a la camilla y la llevan a la ambulancia. Yo los sigo de cerca, sin soltar su mano. Necesito estar a su lado, apoyarla y estar presente en este momento tan crítico.

Durante el trayecto al hospital, rezo en silencio por que Sofía se recupere. No puedo perderla, no ahora que finalmente parecía que las cosas entre nosotros estaban mejorando. Me culpo por no haber aclarado todo antes, por no haberle hablado de Axel.

Cuando llegamos al hospital, Sofía es llevada rápidamente a cuidados intensivos. Los médicos me informan que tiene múltiples fracturas y que su estado es delicado. Me siento impotente y desesperado, deseando poder hacer algo más por ella.

Axel está a mi lado, ofreciéndome su apoyo. Sé que debo estar concentrado en Sofía, pero la situación de mi padre también me preocupa. No puedo dejar de pensar en él y en lo que debe estar pasando.

—Alejandro, deberías ir a ver a papá —me dice Axel, con tono comprensivo—. Yo me quedaré aquí, pendiente de Sofía. Tú ve a cuidar de él.

Lo miro con gratitud, pero me niego a dejar a Sofía en este momento. Necesito estar aquí, acompañándola y esperando noticias sobre su evolución.

—No puedo irme, Axel —le respondo—. Sofía me necesita ahora. Tú ve a ver a papá y mantenme informado. Yo me quedaré aquí, con ella.

Axel asiente, entendiendo mi decisión. Me da un apretón de hombros y se aleja, dejándome solo en la sala de espera. Me siento en una de las incómodas sillas, sin poder dejar de pensar en Sofía y en lo que le pueda estar pasando.

Las horas pasan lentamente y la ansiedad me carcome por dentro. Finalmente, un médico sale y se acerca a mí. Su expresión se ve seria, y eso me llena de temor.

—Señor Alejandro, tenemos que hablar —dice el médico, con voz grave—. El estado de Sofía es muy delicado. Ha sufrido graves lesiones y... temo que no sabemos si logrará sobrevivir.

Siento que el mundo se me viene abajo. No puedo creer lo que estoy escuchando. Sofía, mi Sofía, luchando por su vida. Comienzo a temblar, incapaz de aceptar esa terrible noticia.

—¿Qué... qué puedo hacer? —logro preguntar, con la voz entrecortada por las lágrimas.

—Por ahora, lo mejor es que esté a su lado, acompañándola —responde el médico—. Haremos todo lo posible por salvarla, pero depende mucho de su fortaleza.

Asiento lentamente, sintiendo que las lágrimas recorren mis mejillas. Me levanto con dificultad y sigo al médico hasta la habitación donde se encuentra Sofía. Al verla tan frágil y vulnerable, mi corazón se parte en pedazos.

Me acerco a su cama, tomo su mano con delicadeza y me inclino para susurrarle al oído.

—Sofía, mi amor, estoy aquí contigo —digo, con la voz quebrada—. Luchemos juntos, por favor, no me dejes.