Diana es una chica que fue criada en un orfanato, donde al cumplir la mayoría de edad debe emprender su camino. Mientras tanto fue ocultada del sacerdote del orfanato por una monja, ya que aún no era capaz de alzar el vuelo sola. Veremos qué le dejará el futuro a la joven Diana
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Capítulo 22
Diana despertó algo sobresaltada en la mañana, su cabeza dolía y tenía mucho cansancio, el cuerpo me pedía a gritos seguir en la cama, tenía la boca seca y deseos de beber un refresco de limón. Le costó unos minutos darse cuenta de que no estaba sola en la habitación. Diego estaba mirándola fijo desde el sofá.
- ¿Qué haces aquí? Gritó ella.
- Cuidarte, contestó él.
- Sé cuidarme sola, dijo.
- Lo sé, pero igual quise hacerlo. Espera voy a por algo para que bebas y una pastilla para el dolor de cabeza, no te levantes. Es normal sentirse así cuando sobrepasas los límites de alcohol.
Diego fue a la cocina y tomó un refresco de limón, al parecer a Diana le gustaba mucho, ya que de los veinte que había comprado solo quedaban quince, no siendo lo mismo con los de naranja. A demás el limón la refrescaba más que la naranja. Sobre lo sucedido con el sacerdote Alexandro a ella no le comentaría nada, por el hecho de que al parecer no recordaba el suceso.
Luego de ver que Diana estuviera bien iría a el orfanato para informar lo repugnante de ese sacerdote y el peligro que corrían las mujeres a su alrededor. No lo llevaba a la policía, ya que no había evidencia para incriminarlo. En parte que no tuviera evidencia le alegraba, solo Dios sabe que pudo ocurrir esa noche sino hubieran llegado a tiempo.
Tomó todo lo que necesitaba en la cocina, él sabía todo de allí, incluso lo de la despensa, los medicamentos, todo. Ya que él se había hecho cargo de comprar todo y organizar el lugar para ella. Coloco en una bandeja y fue hacia ella. Al llegar estaba tan bella, su cabellera descuidada le daba un toque sexy muy diferente a lo habitual, ya que siempre estaba impecable.
- Toma esto. Dijo colocando la bandeja sobre sus pies.
Ella lo tomó y él fue hasta el sofá.
- Gracias, dijo Diana. Bebiendo hasta el fondo todo el refresco y tomando la medicina.
- Te hará bien, estarás como nueva en breve. Dijo Diego.
- Deseaba un refresco de limón, gracias.
Diana al darse cuenta de la hora, notó que ya no había tiempo para ir al trabajo, eran las once de la mañana. Esto la apeno mucho, ya que la última vez que tuvo un incidente prometió no volver a llegar tarde jamás.
- Tranquila, eso lo bueno de salir con tu jefe. Dijo Diego en tono burlón.
Diana solo le dió una mirada asesina y luego cambio el tema.
- De casualidad ayer estuvimos aquí con el sacerdote Alexandro. Preguntó ella.
- No por, dijo él.
- No sé, juraría que le abrí la puerta pero no recuerdo nada más. Explicó ella.
- No no estuvo acá. Encargué algo de comer, espero que te gusten los especiales.
- Gracias, si me gustan. Perdón nuevamente por no despertar para ir al trabajo, seguro los clientes estarán furiosos.
- Tranquila ya cubrí todo, no hay problema.
- Nuevamente gracias, dijo.
Luego me pidió permiso para quedarse sola la habitación, debía cambiar sus ropas, darse una ducha y con el presente le era imposible. El se marchó sin chistar, solo hizo u pequeño chiste de prometo no mirar, pero no duró ni un segundo. Mientras ella se bañaba el organizo la mesa, al llegar el pedido lo colocó en los platos y se sentó a esperarla ansioso.
esta buena la novela
Desconfío del sacerdote, más que de Diego, jajajaja