Tu Decidiste Dejarme

NATASHA

Llegamos a la mansión luego de haber terminado nuestras vacaciones. Tomados de la mano los guardias nos dan la bienvenida, entramos a la mansión dónde están Teressa y los chicos jugando al tutti frutti.

– ¡MARCAS DE AUTOS NO SE VALEN! –exclama Nicole.

– Claro que sí así que... ¡DIEZ PARA MI! –dice Adler–. ¡SIII!.

– Llegamos –dice Oliver–. ¿Nos extrañaron?

Adler y Nicole se levantan para abrazarnos al igual que Teressa. Entonces ella toma mis manos y ve el anillo.

– ¡Oh qué precioso anillo! –dice ella y nos mira–. No me digan que...

Los tres nos miran y nosotros nos abrazamos sonriendoles.

– ¿Mamá? –Adler nos sonríe–. ¿Se van a casar?.

– Bueno chicos... –les sonrío–. Nos vamos a casar.

Escuchamos el gritó de los tres y nos abrazan. Empezamos a hablar sobre la fiesta y el casamiento. Estoy muy feliz por la reacción de todos, se que nos esperan cosas muy buenas.

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NATASHA

– ¿Oliver, mí amor? –golpeo la puerta–. ¿Estás bien?.

Hace cinco minutos que está metido ahí en el baño, estoy esperando a que salga.

– Ufff... –sale del baño–. Tengo el estómago muy sensible.

– ¿Quieres que llame a un doctor? –le pregunto–. Puede darte algo, amor.

– Estoy bien, no te preocupes –dice yendo al vestidor–. Ya se pasará.

– Pero si te sientes mal quizás no deberías ir a la empresa –le digo preocupada–. Puedo cuidarte aquí.

Oliver viene a mí lado y me abraza dándome un tierno beso.

– Estoy bien, no te preocupes –me dice–. Aunque me encantaría que me consientas tengo una reunión importante.

– Está bien, pero mañana si te sientes mal no vas –le advierto–. ¿De acuerdo?.

– De acuerdo, mí general –me besa.

Nos vestimos y bajamos a desayunar, ya están todos sentados hablando.

– Hola, hijo –le dice Teressa–. ¿Cómo estás?. Anoche estabas pálido.

– Estoy bien, mamá –le dice Oliver–. Solo tenía flojo el estómago.

– Ni siquiera comiste que te fuiste sintiéndote mal –le dice Teressa–. Nuera. ¿Tu crees que esté bien?..

– Eemm... No, pero él dice que está bien –suspiro–. No creo que deba ir a la empresa.

– Pero yo estoy bien ahora –dice Oliver–. No tienen de que preocuparse.

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OLIVER

Después de una larga charla sobre mí estado de salud pude salir de la mansión. Después de que nos casamos no he tenido tiempo para ser infeliz, tanto Natasha como los chicos me hacen muy feliz.

Llego a la empresa, bajo los saludos de varios empleados llego a mí oficina. Una hora más tarde tengo la visita de Efraín, Charlie y el concuñado de Efraín, Connor quien también es un buen amigo mío.

– ¿Que estás leyendo, amigo? –me pregunta Charlie.

– Oliver quiere reescribir su testamento –dice Efraín–. Les va a dejar parte de su herencia a Adler y Nicole.

– Que bien, amigo –dice Connor–. Tengo enterado que Adler sabe de mecánica. ¿Me equivoco?

– Así es –les sonrío–. Es un muy buen mecánico, arreglo varios autos en la mansión.

– ¿Sabes?. Un amigo mío tiene una empresa automotriz –dice Connor–. Puedo hablarle de él.

– Sería una gran idea –dice Efraín–. Además son autos de carreras.

– Le va a encantar seguro –digo entusiasmado–. Hablaré con él hoy mis...

Cuando estoy por levantarme un mareo me sorprende en seco, haciendo que me vuelva a sentar.

– ¿Que te paso, amigo? –Efraín se acerca.

– Aamm... Estoy bien, estoy bien –digo tomando mí frente–. Solo un mareo.

– Tu madre llamo a mí mamá ayer –dice Charlie–. Dijo que te sentías mal.

– Solo me descompuse –me excuso–. Me dieron ganas de vomitar.

Los chicos empiezan a reírse con ganas. Los miro con enojo.

– ¿Que es tan gracioso? –pregunto–. ¿Que tal si me muero?

– ¡No digas eso idiota! –me grita Efraín molesto.

– Es que nos recuerda a cuando nuestras mujeres estaban embarazadas –dice Connor riendo–. ¿No estás embarazado?

– JAJA... Que gracioso, Connor –digo con sarcasmo.

– No, espera –dice Efraín–. ¿Natasha no estará embarazada?.

– ¿Que?. No, o bueno... Creo que no –digo–. Además si lo estuviera ella tendría que tener los síntomas. ¿O no?

– Hay veces en las que los hombres también los tienen –Charlie ríe–. Cuando Lucy estaba embarazada también los tuve.

– Pero ella no los tiene –digo–. Quizás sea que me enferme.

– Mmhh... También puede ser. Pero... No puedo creer que vaya a preguntarte esto –dice Charlie–. ¿Lo han hecho sin cuidarse?.

– Casi nunca nos cuidamos y además estamos siendo bastante... –me quedo pensando–. Aamm... ¿Como decirlo?.

– ¿Bastantes seguidos? –pregunta Connor.

– Así es... Es que ella está muy... –me levanto–. ¡Oh Por Dios! ¡Está embarazada y a mí me toca la peor parte!.

Los tres se echan a reír con ganas. ¿Por qué ella está bien caliente y yo soy el que sufre las náuseas y los mareos? ¡Si es que hay bebé abordo una vez que nazca estará castigado!.

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• ESA MISMA NOCHE •

NATASHA

Miro a Oliver quien se está cambiando, tiene un pantalón piyama y el torso desnudo. Se tira su perfume y culmina conmigo, me levanto y me acerco a él.

– Buenas noches, señor Ferrari –lo abrazo por la espalda.

– Buenas noches, amor de mí vida –me responde–. ¿Que tienes?

– Nada. Solo es que eres demasiado guapo... Provocador –digo y paso mis manos por su torso–. Siempre tienes que andar por ahí haciéndote el guapo.

– Aamm... Mí amor –toma mis manos–. ¿Te puedo preguntar algo?

– Si, claro que sí –le respondo–. ¿Estás bien? ¿Paso algo?.

– No, nada malo, espero –suspira–. Amor. Puede que... ¿Estés embarazada?.

Lo miro con sorpresa y me alejo un poco para pensar. Empiezo a hacer las cuentas... ¿Cómo no me di cuenta? ¡Hace días que tenía que venirme el periodo!

– Dios mio –digo–. Bueno... Puede que si, pero... No sé.

Noto como su sonrisa se agranda, se acerca a mí.

– Mí amor... –me dice–. ¿Y si estás embarazada? ¿Y si tenemos un bebé?

– ¿Te imaginas? –le sonrío–. Vamos a tener un bebé.

Nos abrazamos para luego acostarnos, Oliver acaricia mí vientre y yo pongo mí mano sobre la suya.

– Un hijo –dice él–. Mí primer hijo, Natasha.

– Lo se... Un bebé, mí amor –le acaricio la mejilla–. Serás un gran padre.

– Eso espero –me da un beso.