Después de casi cinco años de una relación donde Adrien Gautier amaba de manera incondicional, decide liberar al aparentemente indiferente periodista de nota roja, Carlo Mancini, convencido de que sus sentimientos no son correspondidos. Sin embargo, conforme Adrien avanza en su nueva vida, surge la pregunta intrigante: ¿Carlo experimenta celos hacia su mejor amigo?
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📌Tercer novela de la trilogía: Hermanos Mancini
📌 Relación gay
📌 M-preg
(No pregunten si habrá alguna pareja heterosexual, porque no hay)
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Capítulo 21. El pasado.
Él siempre lo había observado en silencio. Desde el día en que lo vio por primera vez, sintió que había encontrado a la persona que deseaba poseer por siempre. Sin embargo, esos ojos azules nunca se posaron en él, ni siquiera por error.
Adrien siempre consideró a Carlo Mancini como algo inalcanzable. Carlo era de esas personas que jamás le hablarían. Y aunque nunca le importó ser visto por otra persona, el desinterés de Carlo hacia él sí le importaba. Siempre buscaba la oportunidad para presentarse ante él, pero ese rostro inexpresivo únicamente lo ignoraba. Tal vez era por la mala reputación que tenía, o Carlo simplemente era antisocial.
—Hola. —lo saludaba cada vez que podía. No obstante, únicamente recibía un asentimiento frío de la otra persona.
Él lo miró en silencio durante mucho tiempo. Soñaba, incluso despierto, con que llegaría el día en que Carlo Mancini estuviera a su lado. O al menos, que supiera de su existencia. Porque, a pesar de saludarlo casi diariamente, Carlo nunca lo miró directamente, así que, no estaba seguro si él sabía quién era quien le saludaba todos los días en ese elevador.
Sin saber cómo, sus ojos ya no miraban a nadie más, y la reputación que había tenido por años se estaba esfumando en el recuerdo vago de las personas. Únicamente quedaban algunas malas bocas que hablaban de él a sus espaldas. Porque sí, nadie se atrevería a decir cualquier cosa delante suyo. Él era despiadado en todos los sentidos, y cualquiera que lo ofendiera tendría su vida laboral terminada.
Fueron meses de verlo a la distancia, meses en los que trató, inútilmente, de llamar su atención. Pero la vida, el destino, el universo o Dios, se encargaron de poner una oportunidad en su camino. La oportunidad perfecta para no solamente hablar con él, sino llegar a algo más allá de un simple saludo dentro del elevador.
Aunque estaba hospitalizado, agradecía profundamente que ese día Luka Mancini fuera ebrio y al volante de un automóvil que no era suyo. Luka se había estampado contra el costado izquierdo de su Lamborghini.
—La vida de tu hermano no será suficiente cuando tenga que enfrentar el juicio de la ley. —Esas fueron sus palabras exactas cuando aún estaba recostado sobre la cama del hospital con un yeso en su pierna izquierda y el hombro dislocado. Su rostro no estaba mejor que su cuerpo; había pasado un día y los moretones se veían cada vez peor.
—¿Qué es lo que quiere? —le había preguntado Carlo con el mismo tono frívolo de siempre. Sin embargo, en ese momento, la indiferencia en su mirada fue reemplazada por impotencia y rabia.
—Cinco años, Carlo. Dame cinco años de tu vida y tu preciado hermano no tendrá que pagar ni un peso, mucho menos enfrentar una demanda.
El trato parecía justo para él.
Cinco años se pasaban en un pestañeo. Luka no tendría que ir a prisión por conducir ebrio y causar un accidente, tampoco tendría que pagar los daños causados a su auto o hacia él. Era sencillo, y quien más saldría beneficiado serían ellos. Sin embargo, la respuesta no fue lo que esperaba.
—No —dijo rotundamente y con tanta firmeza que helaba la sangre—. No quiero pasar cinco años a su lado, ni mucho menos hacer que mi hermano no pague el precio de su error.
Adrien quedó en silencio, procesando las palabras de Carlo. La negativa era un golpe inesperado, pero no podía darse por vencido tan fácilmente. Había esperado demasiado tiempo, y esta era su única oportunidad. Las palabras de Carlo resonaban en su mente, y sabía que tendría que encontrar otra manera de acercarse a él.
Pasaron varios días en el hospital, durante los cuales Carlo visitaba a su hermano con regularidad. Adrien, a pesar del dolor y las heridas, no dejaba de observarlo. Había algo en la determinación y la frialdad de Carlo que lo fascinaba aún más. Pero ahora, más que nunca, necesitaba un plan.
Finalmente, el día en que le dieron de alta, Adrien se acercó a Carlo por última vez.
—No voy a rendirme —le dijo con una intensidad que no pudo ocultar—. Sé que piensas que soy un monstruo, pero no dejaré que esto termine aquí. Encontraré una manera de que me veas de otra forma, y entonces no tendrás otra opción que aceptar mi oferta.
Carlo lo miró fijamente, sin responder. Su silencio decía más que cualquier palabra. Adrien salió del hospital con una determinación renovada.
Y así fue. Dos semanas después de que Adrien saliera del hospital y, mientras Luka ya reposaba en su casa por las heridas, una notificación llegó. Adrien había interpuesto una demanda por el precio total del automóvil que, según los mecánicos de la empresa donde lo había adquirido, era más barato comprar uno nuevo que arreglar el que tenía. Uno punto seis millones de dólares era el valor del Lamborghini Aventador que Luka había chocado.
Además, había una demanda por daños físicos y psicológicos, pues, según el documento, Adrien había quedado con un trauma que le impedía manejar.
El rostro de Carlo se puso pálido y cayó rendido sobre su cama. No tenían tanto dinero; ni siquiera su casa valía tal cantidad. El hospital había salido caro y, además, su madre no estaba bien de salud. Si conociera la situación en ese momento, seguramente le podría pasar algo.
Dejó escapar un suspiro de frustración, se puso de pie y se dispuso a ir hacia la casa de Adrien Gautier, el cual le había enviado su dirección minutos antes. Desde ese día lo había odiado. Despreciaba todo lo que hacía mientras estaba en el hospital, sus absurdos intentos por conquistarlo, su manera tan amable de tratarlo, que le resultaba aborrecible. Carlo conocía su verdadero rostro; sabía que Adrien no se detendría ante nada y estaba dispuesto a usar cualquier cosa a su disposición para cumplir con su objetivo.
Era despreciable ver su falsa amabilidad.
Cuando Carlo llegó a la casa de Adrien, lo recibió una fría y lujosa mansión. Cada detalle parecía gritar riqueza y poder. Adrien lo esperaba en el vestíbulo, su expresión imperturbable. La casa, con sus altos techos y muebles elegantes, solo aumentaba la sensación de desigualdad que Carlo sentía.
—Sabía que vendrías —dijo Adrien, con una leve sonrisa que Carlo encontró irritante—. ¿Vamos a hablar en privado?
Carlo asintió, siguiendo a Adrien a una sala privada. Se sentaron frente a frente, el ambiente cargado de tensión.
—¿Qué pretendes con todo esto? —Carlo finalmente rompió el silencio, su voz tensa—. No puedes simplemente destruirnos.
Adrien lo miró fijamente, su expresión seria.
—No es mi intención destruirte, Carlo. Solo quiero lo que es justo. Tu hermano causó mucho daño y debe pagar por ello.
—¿Justo? —Carlo casi gritó—. ¡No tienes idea de lo que esto hará a mi familia!
—Lo sé —respondió Adrien con calma—. Por eso te estoy dando una salida. Mi propuesta sigue en pie.
Carlo apretó los puños, tratando de controlar su rabia. La idea de estar atado a Adrien por cinco años le resultaba insoportable, pero la alternativa era aún peor.
—¿Qué quieres de mí, realmente? —preguntó finalmente, su voz apenas un susurro.
—Quiero que estés a mi lado —dijo Adrien sin titubear—. Quiero que me des una oportunidad. No te pido que me ames, solo que me permitas demostrarte que no soy el monstruo que crees.
Carlo lo miró, tratando de encontrar alguna señal de sinceridad en sus ojos. Pero todo lo que veía era determinación. No sabía si Adrien estaba loco o simplemente desesperado, pero sabía que no tenía otra opción.
—Está bien —dijo al fin, con un peso enorme en su voz—. Tienes tus cinco años. Pero no esperes nada de mí más allá de lo que has pedido.
Adrien asintió, su expresión suave.
—Es todo lo que pido, Carlo. El tiempo dirá el resto.
Carlo se levantó y salió de la mansión, su mente en un torbellino de emociones. No sabía qué esperar de los próximos cinco años, pero una cosa era segura: su vida estaba a punto de cambiar de una manera que nunca había imaginado.
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Solamente para que supieran como habían llegado hasta tal punto. Adrien nunca se la puso fácil a Carlo, y si leyeron LHMDM sabrán cómo de tóxico es jsjjs pero es lindo y obsesivo, así como me gustan 🥰
Por cierto, la portada fue cambiada por la app por derechos de autor :c no sé dibujar y había descargado la imagen de Pinterest lol pero Carlo es albino de ojos azules 😎👌🏻