Renacer Del Engaño: Pasión Desenfrenada Y Venganza Redentora.

Nicholas y yo ingresamos a la imponente mansión, donde la opulencia se reflejaba en cada rincón. La pesadez del aire antiguo se mezclaba con la inquietante sensación que dejaban las palabras de mi hermano flotando en el ambiente. Su curiosidad y propensión al chisme siempre habían sido evidentes, pero nunca antes las había sentido tan pesadas, tan inquietantes.

Las palabras de Nicholas resonaban en mi mente mientras avanzábamos por el pasillo principal. No sabía hasta qué punto su curiosidad había desenterrado algo más que simples chismes. Sentí un nudo en el estómago, una mezcla de intriga y molestia. ¿Qué secretos escondía la sociedad que mi hermano parecía querer revelar a toda costa?

Me dirigí a una de las sirvientas que cruzaba elegantemente el pasillo, su vestimenta reflejando la rigidez de la época.

— Disculpe, buen ama, ¿sabe dónde puedo encontrar a mis hermanas Isabelle y Serene? —pregunté con amabilidad, intentando ocultar la irritación que las palabras de Nicholas habían provocado en mí.

La sirvienta hizo una reverencia y respondió con deferencia: Serene se encontraba en la biblioteca, sumida en la profundidad de los libros, mientras que Isabelle había salido, y no tenía conocimiento de su paradero.

Agradecí con un gesto de cabeza y me dirigí hacia la biblioteca. Mientras atravesaba los pasillos, la grandiosidad de la mansión se volvía aún más impresionante. Llegué a la puerta de la biblioteca y, al abrirla, el aroma de pergamino antiguo y madera encantada llenó mis sentidos.

Serene, absorta en la lectura de un antiguo tomo, levantó la vista al escuchar mi entrada.

— Vivianne, ¿qué viento te trae por aquí? —preguntó con calma, como si las palabras de Nicholas no hubieran perturbado su tranquilidad.

Agradecí con una sonrisa y me acomodé junto a ella. Nicholas, con una persistencia que resultaba incómoda, eligió un asiento cercano. Agarró un libro al azar, como si intentara disfrazar su inquietud tras la fachada de la curiosidad.

La biblioteca se convirtió en un escenario de silencio, solo roto por el suave crujir de las páginas y el murmullo distante de las historias escritas. Mientras Serene y yo nos sumergíamos en las páginas de los libros, Nicholas parecía más interesado en nuestra compañía que en la lectura en sí.

La incomodidad de su presencia persistía, pero yo me esforzaba por centrarme en las palabras impresas frente a mí. Cada línea encerraba un fragmento de conocimiento, pero la atención de Nicholas amenazaba con perturbar la tranquilidad de la biblioteca.

Serene, con su serenidad característica, parecía ajena a la tensión. Su enfoque estaba en la sabiduría ancestral, en los secretos que yacían entre las páginas amarillentas. Mientras tanto, Nicholas hojeaba su libro sin mucha convicción, como si estuviera más interesado en las interacciones que en la trama de la historia que sostenía.

La quietud de la biblioteca se quebró cuando Nicholas, incapaz de contener su impaciencia, rompió el silencio.

— ¿Qué están leyendo tan intensamente? —preguntó, sus ojos saltando de mi libro al de Serene.

Serene, con paciencia, explicó el contenido del tomo que tenía entre manos, mientras yo ofrecía una breve descripción del mío. Nicholas asentía como si estuviera prestando atención, pero sus ojos traicionaban una búsqueda inquieta.

La incomodidad creció cuando Nicholas, incapaz de resistir la tentación, interrumpió con una pregunta aparentemente casual.

— ¿Han escuchado sobre los rumores que hay sobre la nobleza ? —inquirió, su tono revelando un interés que iba más allá de la simple curiosidad.

Serene mantuvo la calma, respondiendo de manera evasiva, mientras yo sentía cómo la intriga se entrelazaba con la preocupación. Nicholas no parecía dispuesto a abandonar su inquisitiva línea de preguntas.

La biblioteca, antes un remanso de conocimiento, se convirtió en un escenario de tensiones no dichas. Nicholas, como un espectro, rondaba nuestras lecturas con sus preguntas incisivas. Mi paciencia se agotaba, y la necesidad de enfrentar la situación se volvía inevitable.

— Nicholas, ¿qué te impulsa a indagar de esta manera? —le pregunté, tratando de mantener la calma.

Él sonrió, como si hubiera esperado la pregunta.

— Solo busco respuestas, Vivianne. Estas paredes tienen historias que todos parecen querer ocultar —respondió, su mirada penetrante buscando la complicidad en mis ojos.

La respuesta de Nicholas dejó en el aire un manto de misterio que se extendía por la biblioteca. Las palabras resonaron, penetrando la solemnidad del lugar como un eco de secretos susurrados. Mi hermano, con su deseo insaciable de desentrañar lo oculto, estaba dispuesto a desafiar las barreras que rodeaban nuestra ancestral morada.

Serene, siempre calmada, cerró el libro con elegancia y se volvió hacia Nicholas con una mirada que sugería conocimiento más allá de las palabras habladas.

— Nicholas, las respuestas que buscas no siempre se encuentran en las páginas de un libro. A veces, están tejidas en los hilos del tiempo y se revelan a aquellos que esperan con paciencia —dijo Serene, su voz resonando con una sabiduría inmensa.

Las palabras de Serene, aunque no ofrecían respuestas directas, parecían contener un mensaje más profundo. Nicholas, sin embargo, no mostró señales de desistir en su búsqueda. Su determinación se reflejaba en su mirada, como si cada misterio de la mansión lo llamara personalmente.

Decidí intervenir antes de que la tensión en la habitación se volviera insoportable. — Nicholas, no podemos forzar la revelación de secretos que la nobleza ha guardado durante siglos. Deberíamos dejar de involucrarnos en los asuntos de los demás. —le aconsejé, tratando de disuadirlo de sus insistentes interrogatorios.

Nicholas asintió, aunque su expresión dejaba claro que su mente no estaba dispuesta a abandonar la inquisición. La biblioteca, testigo silente de tantas historias familiares, parecía impregnarse de la tensión que flotaba en el aire.

En ese momento, la puerta de la biblioteca se abrió con un crujido suave. Isabelle, con una expresión enigmática y una luz peculiar en sus ojos, ingresó a la habitación.

— ¿Qué tensión tan profunda envuelve esta biblioteca? —preguntó Isabelle, como si hubiera percibido la energía cargada que colmaba el lugar.

Le contamos sobre la búsqueda incansable de respuestas de Nicholas y la atmósfera tensa que se había creado en la habitación. Isabelle, en lugar de mostrarse sorprendida, sonrió como si hubiera esperado este desenlace.

— La nobleza tiene sus propios secretos, y cada uno de nosotros está destinado a descubrirlos a su manera. No podemos forzar el tiempo ni apresurar la revelación de verdades que han sido celosamente guardadas y tampoco deberíamos involucrarnos mucho pequeño Nicholas. —comentó Isabelle, su tono enigmático resonando con una sabiduría más allá de su edad.

Las palabras de Isabelle añadieron un matiz adicional a la conversación.