Diana es una mujer que llegó a la gran ciudad cuando apenas era una adolescente, tuvo que trabajar en diversos oficios, hasta que conoció a Lucas, el hombre que la llevaría a conocer el mundo de las Damas de compañía...
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Conociendo a papá
Luciano.
No entiendo muchas cosas, aún soy muy pequeño para comprender. Cuando me desperté me fui a la cocina a por un vaso de leche. Mamá siempre me deja uno en el refri. Lo curioso es que en la sala estaba acostado un señor super gigante. Mi profesora nos contó que antes existían. No sé de dónde mi mamá se robó un gigante, quiero saber si bajó por la planta de guisantes y solo viene a robarme a mi mami que es una princesa, la más bonita de todas. Pero yo la voy a defender así ese gigante sea más fuerte.
Me siento en la silla de enfrente a mirarlo, mientras el señor gigante hace sonidos con su boca. Me cubro la boca para que no escuche mi risa porque parece el motor del coche del señor Martínez.
El señor gigante abre los ojos y yo abro los ojos y doy un pequeño salto, porque el gigante me está mirando.
- Hola... - me dice.
- Hablas español. - digo con asombro.
Mis compañeros no me van a creer que un gigante vive en la sala de mi casa.
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Teodoro.
Abro los ojos y lo primero que veo, son un par de ojos verdes idénticos a los míos, observarme con curiosidad, le saludo y lo único que me dice de momento es que sé hablar español, sonrío ante su emoción, lo siguiente que me dice me hace reir; debo reconocer que es un chaval con mucha imaginación.
- ¿Todos los gigantes hablan español? - me pregunta entre asombro y curioso.
- Pues qué te digo, hay gigantes que hablamos varios idiomas.
Abre su boquita y la cierra repetidas ocasiones, de verdad que me mola este niño.
Mi hijo, que bien suena.
- ¿Me vas a robar a mi mami? - me saca de mis pensamientos.
Juro que voy a morir de risa ante tanta imaginación.
- Nunca te robaría a tu mami.
Lo veo respirar mientras se pone una de sus manitas en el pecho de manera dramática.
- Señor Gigante, ¿le gustaría ser el novio de mi mami? Ella no es tan alta como usted, pero es una linda princesa y usted me mola, sería muy guay que fuera mi papá, mis amigos del colegio ya no me molestarían por no tener papá. Sabe, ellos se burlan de mí por no tener papá, pero a mí no me importa, porque mi mamá me dijo que algún día me llevaría a conocerlo y entonces podré decirles a mis amigos del cole, que yo si tengo papá. - sus palabras me dolían, mi hijo sufre por mi ausencia.
- ¿Y tú quieres que yo sea tu papá? - le pregunto con una emoción indescriptible.
- Si señor Gigante, así mi bonita mami siempre estaría protegida y el novio de mi tía Ángeles ya no la molestaría. A veces le quiero patear pero mi mami me dice que la violencia nunca es buena. También hay otros tíos que le dicen cosas a mi mamá... - la vena en mi frente está que revienta, quiero matar a todos los que se atreven a mirar a mi rubia loca. -
- Hijo, aquí estás. - la dulce voz de Diana llega hasta nuestros oídos, volteó a mirarla y ¡Me cago! ¿Por qué tiene que dormir en ese pijama?
- MAMI ENCONTRÉ A TU GIGANTE, GRACIAS POR REGALARME UNO. - Diana lo mira con ternura mientras se sienta junto a él, quedando los dos frente a mí - Mami, ¿verdad que es mío? Él nos va a defender de todos esos tíos gilipollas que te molestan, yo no los quiero como papás, me gusta el señor Gigante. - se cruza de bracitos. Mi mamá se va a morir de amor cuando lo vea.
- Hijo, ve a bañarte y luego bajas a desayunar, hay algo que quiero contarte.
- Pero mamá, - hace un puchero. - ya te he dicho que no soy una planta, yo no necesito agua. - río, es muy gracioso.
- Debes bañarte, sino, no podrás ir a la escuela a presentar al señor Gigante. - me mira buscando ayuda. ¿Cierto que es importante bañarse?
- A que sí, si os bañas crecereís tanto como yo.
- ¿De verdad? - hace un gesto de análisis - O sea, ¿los gigantes sois como las plantas?
- Sí, así somos.
Lo veo levantarse y salir corriendo hacia donde sea que queda su habitación, pero se detiene y da media vuelta para mirarme - No te vayas, yo me doy un baño rápido.
- Os prometo que aquí estaré. - le afirmo.
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Diana.
Me despierto porque no siento el calor del pequeño cuerpo de mi hijo, me levanto rápido saliendo de la habitación, antes de llegar a la sala, escucho risas entre Luciano y Teodoro. Me quedo detrás del umbral escuchando qué es aquello que estos dos hablan.
Lo que escucho me da una punzada de nostalgia en el pecho, mi bebé se guarda tantas cosas, en definitiva, mi bebé necesita de su padre.
Salgo a la sala y me siento a su lado, dejando a Teodoro frente a nosotros, quien nos mira con anhelo.
¡Dios! Como lo amo, lo sigo amando.
Ambos nos quedamos como tontos, mirando el lugar por donde se fue nuestro hijo.
Carraspeo un poco, para llamar la atención del hombre frente a mí.
- ¿Te ha despertado? - le pregunto mirando a sus hermosos ojos.
- No, que va, estaba despierto, solo lo estaba observando mientras de curioso me miraba. - sonríe ampliando su boca, nunca lo vi sonreír así - Es un niño maravilloso y con una imaginación que me dejó flipando, mira que decir que soy un gigante.
Río ante las ocurrencias de mi bebé, es un niño con mucha imaginación.
- Los quiero en mi vida. - me dice deteniendo su risa, para mirarme serio - Diana, sé que no merezco nada, sé que puedo sonar ambicioso, quizás, pero, joder, que quiero más de esto para el resto de mi vida. - hay desesperación en sus ojos - Ya me he divorciado, soy un hombre libre que quiere ser atrapado por ustedes.
Este hombre me va a matar con tanto, de verdad que quiero saltar encima y hacerlo mío aquí y ahora, se salva porque nuestro hijo está a pocos pasos.
Gracias por tan excelente novela.