Rose estaba decepcionada del sentimiento llamado amor y por mucho tiempo no creyó en el ni lo buscó hasta que se involucró con él.
Silvain James es un hombre de una familia rica y poderosa pero que tenía más suciedad que el desagüe de la ciudad. Tampoco creía en el amor hasta que se involucró con ella.
Ambos terminaron casándose bajo las condiciones y amenazas del abuelo de Silvain. Juntos tienen que lidiar con la familia James y sus intrigas por la herencia de la compañía y riqueza que dejaba en vida el patriarca de la familia.
Entre sus días de casados y evitando los esquemas de esas personas, surge un secreto que podría causar grandes controversias y el fin del amor entre Rose y Silvain.
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Capítulo 21
Louis no pudo encontrar el paradero de Julia y maldijo, sospechaba de Silvain, pero según la espía, no hubo indicio de que él fuera capaz de hacer eso. Y solo podía continuar buscando sin ninguna pista, además del coche que interceptó temprano el auto de traslado de Julia, sin embargo, al igual que su hija, el auto se había esfumado. No le quedó más remedio que continuar la búsqueda pero en segundo plano porque era más urgente que uno de sus hijos heredara parte de la compañía del anciano. Ya había escuchado que el anciano parecía estar enfermo y que un médico entró a la casa y se quedó por unos días hasta que el anciano se vio menos apático. Revisó algunos informes y se comunicó con su yerno, quien tenía un semblante pobre por no saber el paradero de Julia.
-No te preocupes – le palmeó la espalda – Muerta o viva la vamos a encontrar.
Su yerno palideció ante las palabras de su suegro, sin embargo, solo pudo asentir de mala gana, sus hijos ahora estaban en manos de este hombre y temía que los usara para amenazarlo, así que antes de entrar en esa fase, era mejor cooperar de buena gana.
-Ahora prosigue con el topo en la fábrica.
-Sí, suegro.
Louis se recostó en el respaldo de su silla y se quedó pensativo.
***
Johan escuchó que George llegó el fin de semana a visitar a la señora y sintió el sudor frío en su espalda. Aun cuando habían pasado tantos años, temía que si un día lo viera George lo reconocería. Me miró en el espejo que traía consigo en su habitación y se miró, observó sus facciones y por un lado se consoló al pensar que se veía diferente de cuando era joven, la vida lo había marcado y mucho, las viscitudes eran más que obvias en sus ojos y arrugas.
Suspiró e intentó apartar esos pensamientos, y debería acelerar decir algo a la señora de la casa antes de que su relación con Silvain de fruto en su vientre porque las cosas serían más desastrosas. Revisó entre sus cosas y encontró algunas fotos de Daisy y su hija Virginia que se parecían mucho a Rose, las puso en un sobre, sin embargo pronto se detuvo al ver sus manos y decidió poner guantes de goma, rompió el sobre y tomó otro del paquete que tenía a mano y puso las fotos previamente limpiadas con un paño de algodón.
Siendo temprano en la mañana y mientras la cocinera estaba ocupada en la cocina, se acercó a la sala, y se dirigió a la mesa de café donde descansaba el correo. Rápidamente miró furtivamente en la casa y al no ver a la chica de limpieza, rápidamente pudo el sobre entre el montón de correspondencia y se volvió a marchar. Se quitó los guantes y lo guardó entre su maleta, salió de nuevo y recogió la correspondencia con naturalidad y la llevó hasta el estudio de la casa. Llamó un par de veces y se asomó Silvain, dejándolo un poco estupefacto. ¿No se suponía que se había ido a trabajar? Pero pronto escuchó la voz de Rose dentro e intentó no imaginar cosas y simplemente cumplió con su trabajo de entregar las cosas.
-Buen día señor, el correo.
-Silvain lo tomó y lo despidió con un ademán.
-Gracias, que preparen el auto vamos a salir.
-Sí, señor.
Cuando hubo desaparecido por el pasillo, Silvain cerró y se dirigió a Rose quien estaba en el sofá aun ruborizada, no hacía mucho estaban besándose apasionadamente cuando fueron interrumpidos, aunque molesto, Silvain no continuó, habían acordado visitar al abuelo porque le habían avisado que el anciano estaba enfermo y quería verificar si realmente lo estaba o era otro invento.
Rose lo miró, y notó que aun parecía observar sus labios hinchados por el beso y lo medio empujó cuando besó su cuello.
-Silvain, no dejes marcas – lo recriminó al sentir un ligero dolor cuando succionó su piel.
-Bien – alzó la cabeza y le dio un beso casto en los labios para luego darle uno en la mejilla – En un momento nos iremos.
Ella asintió y se levantó. Salieron y dejaron olvidado el correo en la mesa del estudio.
***
George yacía acostado en su cama sintiendo su cabeza un poco embotada, no le gustaba tomar sus medicinas cuando le producían somnolencia por eso a veces se saltaba su medicación sin que se diera cuenta el sirviente, como un niño terco, escondía la píldora debajo de su lengua y cuando el sirviente no estaba atento lo escupía en la maceta cerca de su cama.
Pero hoy tuvo que tomarla, porque había estado muy irritable hasta el punto de romper cosas, y como el psiquiatra estuvo en la casa, no tuvo más opción que tomar la medicina y ahora se sentía somnoliento. La irritabilidad menguó bastante y ya no se sentía sofocado. Dormitaba en la cama, cuando el sirviente llamó. Abrió los ojos.
-Adelante – cuando vio al sirviente continuó:- ¿Qué pasa?
-El joven Silvain y su esposa están en la sala, señor.
-Oh – el anciano se sentó un poco entusiasmado – Ayúdame a cambiar mi ropa.
-Sí, señor.
El sirviente miró al anciano, que tenía una actitud normal ante la visita de sus parientes, como cualquier viejito, de no ser porque vio algunas fotografías extrañas, y sabiendo un poco del pasado de la casa, ya no podía ver al anciano con normalidad, incluso sintió un poco de nerviosismo. Sin embargo, recibiendo el alto salario no tuvo más remedio que guardar sus opiniones y ayudar al anciano.
Después de media hora, George bajó las escaleras con cuidado y Silvain se puso de pie para ayudar al anciano junto con el sirviente a su lado hasta llegar al suelo. Pronto se sentó en el sofá.
-¡Qué alegría verlos!
-Supimos que estaba enfermo – respondió Rose – ¿Cómo se encuentra?
El anciano sacudió la mano restándole importancia.
-Viejas dolencias, a mi edad, todo me enferma.
-No deberías salir debido a tu edad – reprochó Silvain – Nosotros vendremos a verte, no salgas si no es meramente importante.
George hiso un puchero y empezó a murmurar, pero Rose solo pudo negar la cabeza al ver que no se comprometió.
-Abuelo, espero que se cuide más – habló Rose – Realmente salir puede enfermarlo y no queremos eso.
George vio los ojos preocupados de Rose y sintió su corazón estremecerse, bajó la mirada y luego asintió a regañadientes.
-Bien, ya que me lo pide la niña Rose, lo haré.
Silvain bufó, pero se sintió aliviado. Temía que sus tíos hicieran algo descabellado contra su propio padre, por lo que no quería que el anciano estuviera saliendo a menudo.
El sirviente al lado del anciano se quedó mudo porque el señor no se enfermó de las dolencias de la vejez, sino que no estaba bien del coco, sin embargo no podía decir eso o no sabría si terminaría como los de las fotografías. Tragó en silencio y trató de hacer que su presencia se vuelva aire.