La banda del sur, un grupo criminal que somete a los habitantes de una región abandonada por el estado, hace de las suyas creyéndose los amos de este mundo.
sin embargo, ¡aparecieron un grupo de militares intentando liberar estas tierras! Desafiando la autoridad de la banda del sur comenzando una dualidad.
Máximo un chico común y normal, queda atrapado en medio de estas dos organizaciones, cayendo victima de la guerra por el control territorial. el deberá escoger con cuidado cada decisión que tome.
¿como Maximo resolverá su situación, podrá sobrevivir?
en este mundo, quien tome el poder controlara las vidas de los demás. Máximo es uno entre cien de los que intenta mejorar su vida, se vale usar todo tipo de estrategias para tener poder en este mundo.
NovelToon tiene autorización de Bryan x khop para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
parte 8. los 3 veteranos junto a los novatos
Vasper, desde el borde del campamento, observaba a los novatos. El fuego reflejaba tanto la luz de la llama como el agotamiento en su rostro. Thalia, a su lado, se inclinó ligeramente hacia él.
—No son como nosotros —dijo, su voz cargada de una verdad que solo ella veía con claridad—. Tiemblan por cosas que ya hemos aprendido a aceptar.
Vasper sonrió, pero su rostro permaneció serio.
—El miedo no desaparece con la experiencia —respondió, su tono grave—. Solo aprendes a escucharlo y seguir adelante.
Ambos observaron a los novatos, algunos intentando bromear, otros afilando cuchillos o ajustando mochilas, buscando en la rutina algo que los anclara al presente.
Miguel, desde su distancia, también observaba. Algo en esos jóvenes le recordaba a su propio pasado. Sabía lo que les esperaba. Pero hoy no daría lecciones. Solo se concentró en la línea del horizonte, esperando algo que cambiaría pronto.
Miguel rompió el silencio, avanzando hacia adelante.
—¡Alexander! —llamó desde su posición, donde estaban Elowen y los veteranos—. Diles que la noche es larga, pero debemos estar alerta. Lo que venga, vendrá rápido.
Alexander asintió, sin palabras de más, y se dirigió a los novatos, transmitiendo el mensaje. Su presencia era suficiente, aunque las palabras no llegaran directamente. La tensión seguía en el aire, pero los veteranos les daban algo en qué aferrarse. Aunque muchos no lo entendieran, sabían que la guerra estaba cerca, pero no estaban solos.
Alexander observó a los novatos, su rostro implacable. No iba a darles consuelo vacío. Ellos tendrían que aprender el peso de la guerra por sí mismos.
Vasper, viendo el silencio entre los novatos, murmuró con una ligera tristeza:
—No lo saben, pero nos necesitan más de lo que creen.
Thalia, observando también, respondió:
—Y nosotros a ellos. Aunque no lo admitan.
Las estrellas brillaban ajenas a la guerra que se cernía sobre ellos. Los novatos, aunque aún no entendieran, sentían la fuerza de la unidad. Sabían que, sin importar cuán oscura fuera la noche, siempre habría alguien dispuesto a luchar a su lado. Y con eso, encontraron algo de paz, al menos por esa noche.
El viento soplaba suavemente, acariciando las caras curtidas por el tiempo y la guerra. Los veteranos, más apartados, observaban el campamento desde un acantilado rocoso, alejados de la ansiedad que reinaba entre los jóvenes.
La seguridad con la que se movían los veteranos era distinta. No había miedo en sus ojos, solo la calma que llega con la experiencia. Sabían que la guerra era impredecible, pero estaban acostumbrados a sus giros. Observaban las luces a lo lejos, donde los novatos luchaban por encontrar sentido en el caos.
Elowen, sentada sobre una roca, miraba al vacío. No perdido, solo concentrado. La guerra no era solo disparos o explosiones, sino paciencia. Sabía esperar, observar, moverse cuando era necesario. Los novatos vivían con ansiedad, temerosos de lo desconocido. Elowen y Miguel ya conocían esa sensación, pero para ellos solo quedaba la calma.
Miguel, alejado del presente inmediato, calculaba lo que vendría. No estaba distante por insensibilidad, sino porque su experiencia le enseñó a no dejarse arrastrar por el caos. Sabía cómo moverse, cómo esperar el momento adecuado, sin apuros ni explicaciones. Esa calma era la que transmitía a los veteranos, y ellos sabían que cuando hablaba, no necesitaba más justificaciones.
—Nada de lo que pase cambiará nuestra posición —dijo Miguel, seguro, casi como una certeza. Elowen asintió, sabiendo que su compañero no dudaba.
—Ellos no entienden todavía —respondió Elowen, su voz apenas un susurro—. Pero lo harán. A su manera.
Miguel no respondió, pero la mirada que le lanzó fue suficiente. Los novatos aprenderían a ser uno con la guerra. Tal vez no hoy, tal vez no mañana, pero algún día. Y cuando lo hicieran, no habría vuelta atrás. Ya no vivirían con miedo, sino con la comprensión de que la muerte y la supervivencia son dos caras de la misma moneda.