Princesa Demonio.

**Narra Damián:**

Estoy en un campo de batalla, luchando por lo que mi país necesita para que yo pueda ser el heredero. Ya pasé por esto en mi vida pasada, cuando mi padre no sabía a quién dejarle el trono. Al final, yo lo conseguí, pero después de la muerte de Lila, mi único objetivo fue vengarme por ella. Descuidé todas mis obligaciones como príncipe heredero y, aprovechando ese descuido, mi primo Octavio Agreste me quitó el trono. No permitiré que eso vuelva a suceder. En unos tres años, cuando salga de este campo de batalla, regresaré al imperio Mística, y me llevaré a Lila. Debo conquistala, ella es para mí. Solo espero que para entonces no se haya enamorado de otro, porque si eso pasa, aún debo protegerla y contarle toda la verdad. Solo así podré convencerla de que regrese a mi lado.

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**Narra Lila:**

Lila, anticipándose a los movimientos de Clarisa, envió a uno de sus espías a investigar lo que la bruja pudiera hacer. Sabía que Clarisa, tres días después del incidente, se acercaría a la bruja, y no quería que esa mujer tuviera ninguna ventaja.

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**Narra Clarisa:**

Clarisa llegó donde la bruja, furiosa. Al no ver efectos de la poción que le había dado, la insultó de inmediato. La bruja, con paciencia, le explicó que había sido negligente al no vigilar que el Emperador tomara siempre la poción. En lugar de disculparse, Clarisa pidió algo más fuerte, y la bruja le entregó una botella con una poción oscura, prometiendo que con una sola gota, el Emperador quedaría a sus pies para siempre. Clarisa, entusiasmada, le pagó a la bruja un millón de monedas de oro, aunque mintió sobre la cantidad.

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**Narra Clarisa (de nuevo):**

Cuando Clarisa usó la poción en el Emperador, esperaba una reacción positiva, pero al despertar, él la rechazó violentamente. No solo le negó un saludo, sino que, al intentar abrazarlo, él la empujó tan fuerte que cayó al suelo. La humillación fue aún peor cuando el Emperador le dijo que no la amaba, que la prefería a ella sobre Mónica, pero que ya no la quería cerca. Al final, ordenó a sus guardias que la sacara de su habitación junto con su hija Priscilla, enviándolas al palacio que antes ocupaba la exemperatriz.

Los guardias, aunque sorprendidos por la orden, hicieron lo que se les pidió. Muchos de ellos se sentían aliviados al ver a Clarisa finalmente humillada, pues sabían todo lo que ella había hecho para destruir a Mónica y sus hijos.

La poción que la bruja le dio a Clarisa no era para hacerla amada, sino para que el Emperador la odiara más cada día, especialmente a Clarisa y a lo que ella más deseaba: Priscilla. Al final, el plan de Clarisa fracasó, y ahora el Emperador no solo la despreciaba, sino que había dado un paso más al apartarla completamente de su vida.

Y esto lo sabía claramente Lila. Todo estaba saliendo a la perfección, como ella lo había planeado. La venganza se estaba tejiendo lentamente, pero de manera precisa. Clarisa, la mujer que había causado tanto sufrimiento a su madre en su vida pasada, ahora estaba pagando el precio de su arrogancia. Lila había sido testigo de la crueldad con la que Clarisa arruinó la vida de Mónica, destruyó su familia y su felicidad. Ahora, en esta nueva vida, Lila estaba determinada a asegurarse de que esa misma mujer experimentara el mismo dolor y humillación que ella había causado.

Cada movimiento de Clarisa, cada error que cometía, era aprovechado por Lila para hacerla caer. La poción que Clarisa había utilizado para manipular al Emperador, esa misma poción que creía que la pondría a sus pies, se había vuelto en su contra, como un reflejo de lo que ella misma había sembrado en la vida anterior. Ahora era Clarisa quien sufría el rechazo y la humillación que tanto merecía. Lila sabía que este era solo el principio. Clarisa se arrepentiría de la manera en que destruyó la vida de su madre, y cuando se diera cuenta de lo que estaba pasando, ya sería demasiado tarde.

Lila tenía claro que la justicia no siempre llega de inmediato, pero siempre llega. El destino de Clarisa estaba sellado. La rueda de la venganza giraba, y cada paso que Lila daba la acercaba más a su objetivo: hacer que Clarisa viviera, al menos en esta vida, la misma desesperación que había causado a Mónica en la anterior. La lección sería clara, y esta vez, Clarisa no podría escapar de las consecuencias de sus propios actos.