Después de morir, Andrea despierta en un extraño mundo. Decidida a vengarse, se enfrentará a todo protegiendo lo que mas ama...
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22
Una mañana lluviosa, así comenzó el día...
Apenas me movía por el jardín con ayuda de mis queridos hijos... Paseábamos para respirar un poco la tranquilidad de la mañana. En nuestro paso las gotas comenzaron a caer, así que entramos a refugiarnos, poco después los despedí para que vayan a sus clases, y yo a la oficina para arreglar unos asuntos. Mientras las horas avanzaban, comencé a sentirme mal, al levantarme para dirigirme a comer unos bocadillos, de pronto sentí que la fuente se había roto, había entrado en labor de parto sin darme cuenta.
El doctor no tardó en venir acompañado de la partera. Los minutos pasaban, horas, y solo quería terminar con todo eso, el dolor era insoportable, pero Dalha trataba de ayudarme estando a mi lado.
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- ¡Puje! - y eso hacía
- ¡Un poco más Condesa! - Estaba cansada, pero solo quería ver a mi bebé
- Usted puede señorita - decía Dalha dándome aliento
- ¡¡¡Ahhhhhh!!! - Grité fuerte para darme fuerzas, y en eso... En eso lo escuché
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Escuché el llanto más hermoso que había oído en mi vida, paralizada solo sentía mis lágrimas en mi rostro, mientras las sirvientas le limpiaban la partera y el doctor la preparaban, yo solo temblaba mientras agarraba la mano de Dalha...
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- ¡Felicidades Condesa, es una niña!
- Una niña... - dije en un susurro mientras me la pasaban - Stella... Mi bella Stella, mi pequeña luz, mi niña... Serás Stella Spanos, hija de tu madre y padre... La luz de ambos, fruto de ambos... - dije mientras las lágrimas caían sin cesar - Mi hermosa estrella...
Adriel
- ¿Mami? - dijo mientras entraba lentamente a la habitación
Margaret
- Ven cariño... acércate - le dije mientras quienes me ayudaran en el parto salían - tu también Karra... Conozcan a Stella, su pequeña hermana
Karra
- ¿Stella? Es muy linda... - dijo mientras jugaba con sus pequeñas manos
Adriel
- Se ve graciosa... - dijo mientras le molestaba la mejilla hasta que la vimos reírse - es bonita...
Margaret
- Es tu hermanita, y deberás protegerla... - dije mientras le veía reír - parece que le agradas
Dalha
- Es una linda niña, señorita... Tiene los ojos más hermosos que vi
Margaret
- Jajaj... Si - dije agotada - necesito descansar niños... Estoy agotada
Dalha
- Yo cuidaré de la pequeña señorita, no se preocupe
Margaret
- Gracias
Adriel
- ¡Vamos a ayudarle!
Karra
- Sii
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De repente todo se veía mas alegre, mi pequeña niña era un poco ruidosa a veces, y me levantaba de noche, pero la amaba, la adoraba...
Era de mañana, apenas me levantaba luego de haber pasado casi toda la noche despierta... Aunque me sentía cansada, debía comenzar con el día. Acercándome a la cuna de mi niña, le besé la frente y desee que tenga un hermoso sueño. Ya lista salí de la habitación para desayunar en el comedor, pero en frente de mi puerta se encontraba el mayordomo
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- Mayordomo Ismael ¿sucede algo?
- Buen día mi señora, vengo a informarle que la concubina Mina está en el comedor
- Me alegro, ya era momento de que dejara su enojo
- Personalmente no me gustó su actitud, no tenía derecho
- El no tener derecho, no hace que no le afecte - dije mientras me seguía por el pasillo
- Ciertamente, solo le pudo que tenga cuidado, la concubina Mina siempre deseó el puesto de esposa oficial, y al conseguirlo usted
- Cambie sus planes - continúe sus palabras - démosle tiempo, y veamos si es tan peligrosa como cree
- Si - dijo con una reverencia - pero no quisiera que le pasara algo a usted o a la pequeña señorita, tenga cuidado con ella
- Lo tendré, ¿algo más para informar?
- Si... - dijo lentamente - tengo algo que informarle, pero se lo diré después
- Está bien. Señor Ismael, puede ir a desayunar, no es necesario que se quede. - dije mientras entraba al comedor
- Como desee mi señora, entonces me retiro
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Al fijar mi vista en la concubina Mina, la vi sonriendo, mientras era cariñosa con Adriel, por una parte, estaba feliz por él, ya que al fin tendría a su madre siendo tan apegada, demostrándole su amor... Por otra parte, simplemente me hacía sentir mal, pues poco a poco seguro que ya no me buscaría más.
La señorita Mina había hablado conmigo hace poco, confesaba el temor que tenía hacia el Conde, el rencor que sentía, y el hecho de que ahora podría disfrutar tiempo con su hijo viéndolo como suyo, no como uno del Conde, algo que me llenó de sorpresa, pero ese cambio me alegraba, me alegraba saber que Adrial al fin tendría la madre que... siempre quiso.
Con paso seguro me acerqué a la mesa y en el lugar que me correspondía ahora, el cual era la del Conde, me senté mientras hacía una señal para que sirvieran el desayuno, y sin evitarlo... Vi a Karra, quien solo miraba a Adriel, seguramente con un poco de envidia y tristeza. Así que moví mi asiento al lado izquierdo, donde ahora se sentaba ella, y comencé a tratarla con mas atención para que no se sintiera sola o apartada.
Al terminar con el desayuno, salí del comedor donde me esperaba Dalha con mi pequeña Stella en brazos.
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Margaret
- Mi pequeña... Cada día se pone mas hermosa aún - dije al ver sus pequeños ojos semiabiertos, y los pequeños rastros de cabello castaño que crecía en ella.
Adriel
- ¡Mamá! ¿puedo cargarla? - dijo Adriel con mirada suplicante, que me había seguido al salir
Karra
- Tontodriel, aun eres muy pequeño, imagina que la hagas caer...
Adriel
- ...
Margaret
- Ya niños... No empiecen - Dije divertida al ver que nuevamente usaba el sobrenombre que le puso - Mejor... acompáñenme a mi oficina, quisiera hablarles de algo. - dije mientras mecía a Stella en mis brazos - Verán, los hijos de la familia Edery los invitaron a una tarde de juegos
Adriel
- ¿Cuándo...?
Karra
- Cuando madre tuvo aquella reunión para presentar su delicioso chocolate, ahí estaban Mistia Edery, y Franco Edery, mellizos
Margaret
- Bravo - dije con signos de risa - eso en resumen ¿Quieren ir? Los acompañaría la concubina Mina
Adriel
- ¿Y la señorita Dalha? - dijo confundido y... ¿preocupado?
Margaret
- No podrá acompañarlos esta vez, pues necesito que me ayude a cuidar a Stella mientras yo reviso como está la venta del chocolate, además de los reportes del territorio y los demás negocios. Espero puedan entender
Karra
- No hay problema madre - dijo con una reverencia de agradecimiento
Adriel
- Mami... ¿No podemos ir contigo? - dijo suplicante
Margaret
- Lo siento cariño, hoy no... ¿No quieres ir a jugar?
Adriel
- Yo... - dijo dudoso mientras veía a Karra y la puerta del comedor, y apretando los puños y frunciendo los labios, me dijo - no... Creo que me quedaré a estudiar y jugar un poco con Stella
Margaret
- Está bien cariño... - le dije poniéndome a su altura y besándole la frente - entonces puedes acompañarme mientras reviso unas cuantas cosas en la oficina ¿quieres?
Adriel
- ¡Si!
Margaret
- Esta bien mi cielo - y mirando a Karra le dije - bueno... Mi niña hermosa, vístete lo mas linda posible para ir ¿si? Pero recuerda que irás a jugar, tomar un poco de té y esas cosas, así que no te pongas algo muy pesado, que sea cómodo y ligero
Karra
- ¡Si, madre! - dijo con una sonrisa mientras se iba saltando hacia su habitación
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Ya en la oficina un momento le dí de mi leche a Stella, luego le hice eructar y tras darle unos cuantos mimos, se la di a Dalha para que la acomodara en su cuna. Mientras ella salía, el Mayordomo cruzaba la puerta tras un reverencia.
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- Mi señora Condesa
- ¿Sucede algo?
- Quiero... Anunciarle mi renuncia
- ¡¿Tu que?! - hable exaltada - ¡¿Por qué?!
- Mi señora, guarde la calma - dijo divertido de mi reacción
- Yo lo siento - recomponiendome en mi lugar le dije - ¿Por que quiere renunciar?, ¿no se siente a gusto conmigo?
- No es eso mi señora... ¿me permite dejar la formalidad?
- Adelante - dije viendo como relajaba su postura y fijaba su vista en toda la oficina
- Verá... Herman era mi mejor amigo, y estoy seguro que yo era el suyo... - hablando con un suspiro, continuo - desde niños lo fuimos... Y tantos años llegan a marcar a una persona. Yo no puedo seguir aquí sin evitar que me duela recordar a mi amigo, cada travesura, y cada vez que nos dimos apoyo
- Señor Ismael...
- Por favor, ¿me permite continuar?
- Si...
- Como le decía. No puedo evitar que todo eso afecte a mi trabajo y desempeño, además que ya estoy viejo mi señora... Y los años no han sido muy gentiles conmigo. No se preocupe, mi hijo Tomás se encargará cuando yo me haya ido de aquí a tres semanas, hasta entonces lo prepararé en todo, lo instruiré para que no le cause problemas a usted, mi señora.
- Señor Ismael... Lo extrañaré
- Y yo a usted, Condesa Margaret, pero el dolor es grande... Y no puedo ya con ello
- Yo lo entiendo, y no se preocupe, tómese el tiempo necesario. Pero respondame una duda, ¿tiene ahorros o algo así?
- Si mi señora, ahorros de toda la vida, con la que viviremos lo restante yo y mi esposa
- La señora Miriam
- Así que lo sabe...
- Herman me lo contó...
- Ya veo, eso dice mucho del cariño y confianza que le tenía
- Lo sé. - tras un rato de silencio, y pensar un poco, simplemente le dije la idea que tuve hace poco -Señor Ismael, por favor no dude en pedirme dinero si lo necesita. Usted fue un amigo de Herman, confidente, e incluso hermano, así que por favor tenga la confianza de que aquí lo ayudaremos si lo necesita
- Gracias... Mi señora
- Gracias a usted Ismael, por darle toda su amistad y compañía, por no permitir que se siga destruyendo
- Hice lo que pude - dijo un poco divertido.
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Así pasaron dos semanas más o menos, mi niña ya tenía 3 meses de edad, y prácticamente era la consentida en la casa.
Cuándo mi niña cumplió un mes, había decidido ver a la pequeña Luna, la otra hija del Conde. Con sus tres años de edad era una ternura de niña, bastante seria, pero a la vez muy tierna y dulce. Quería pasar un tiempo con ella, sin embargo, su madre la concubina Mariam Frell no quería, con voz apagada simplemente me dijo - No puede salir - dijo mientras costuraba - ¿Por que no? - le pregunte mientras veía a la pequeña Luna ver el peluche que le traje - Es peligroso - ¿Por qué?, estará conmigo, le hará bien jugar un rato, además quiero que conozca a sus hermanos - dije tratando de convencerla - No, Condesa.
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Fue eso mismo que había sucedido, y posteriormente la conversación con la concubina Mina lo que provocó que quisiera visitar a todas, pues no había razón para que mantuvieramos distancia, si lo deseaban podrían tener una vida tranquila dejando su anterior vida atrás, yo las apoyaría. También podrían ser un buen apoyo para mi, pero dependía mucho de la decisión de cada una de ellas. No quería obligarlas a nada.
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Me encontraba en el jardín, bajo una sombrilla de sol se encontraba la mesa donde estábamos reunidas la concubina Rosaline Omonte y yo, manteníamos una discusión, que aunque no era del todo mi agrado, me parecía bastante interesante, pues era una fiel seguidora de la protagonista de la novela en la que estaba, y aunque personalmente no tengo nada contra ella, quería saber su punto de vista.
En sus palabras, a pesar de no ser de clase muy alta, familia adinerada, o incluso de familia prestigiosa, ella es sencillamente buena persona. Ayuda a quienes la necesitan, y no se deja llevar por los rumores, simplemente te responde con buena cara cuando la insultas, y obviamente responde si es necesario, así es ella, natural.
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- ¿Natural?
- Puede no ser refinada como las nobles como usted o la Reina, pero ella es natural, y creo que eso es su mayor atractivo... Pues sabes que si le agradas, ella te lo demostrará
- Eso supongo - dije tomando de mi taza
- ¡E aquí un ejemplo! - dijo exaltada - ella no actuaría así
- Parece que la conoce bastante, ¿son amigas o algo así?
- No, de hecho estoy segura que no sabe quien soy - dijo sonrojada y apenada - pero se que es buena persona, escuche cosas y presencie otras, claro, antes de entrar aquí... Solía verla constantemente en la iglesia, o en la zona pobre... Dando comida
- ¿Solías pasar por la zona pobre de la capital?
- Debes en cuando solíamos tomar ese camino pues el otro estaba muy transitado, así que el otro era como un atajo
- Entiendo... Aunque no ubico muy bien - dije incómoda
- ¿Por qué no?
- No salía con frecuencia
- ¿No quería estar con gente que no era de su nivel? - dijo tratando de bromear
- No... - dije forzando una sonrisa - me la pasaba estudiando para poder merecer el puesto de Reina
- ¿Estud... iando? Pero... Todos decían que usted era....
- ¿Arrogante?, lo sé... Pero supongo que la gente solo hablará lo que le parece, solía evitar a la gente, pero era por que quería merecer el cariño del Duque y el de su Alteza el príncipe heredero, sin embargo, no salió como lo esperé
- Se perdió... De todo... ¿Por el puesto?, ¿por qué?
- Era lo único que tenía... Y me hicieron muchas promesas, amor, hijos, familia...
- ¿Pero por que se dejó llevar por esas promesas?
- Bueno... ¿no cree señorita Rosaline que todas nos dejamos llevar por promesas que al final de cuentas son solo eso? La mujer es ingenua, por que no le permiten ser mas, el hombre trabaja, mientras que a la mujer le obligan a estar en casa y soñar
- Eso es cierto...
- ¿Cómo llego usted aquí?
- En pocas palabras mi hermanastro me vendió luego de que mi padre le heredara su título.
- Hija del Conde Omonte, ¿cierto?, ¿hija de una concubina?
- Así es, la Condesa Omonte no apreciaba a los hijos de las concubinas de su esposo, mi padre, así que le enseñó a su hijo odiar de la misma manera. Todo era tranquilo hasta que mi padre se retiró. Mi hermano, Camilo Omonte se quedó con mi cuarto hermano y nuestra segunda hermana, abandonandonos a los demás, hechándonos, o concertando matrimonio como concubinas, pues según él, solo merecíamos eso, el puesto de concubinato.
- ¿Y los varones?
- Nuestro Primer hermano murió antes de poder heredar elqPrimer, ya que él debía heredarlo, aunque no era hijo de la Condesa, si era el primero y mas capacitado para el puesto, el quinto, murió poco después de irse. Nuestro tercer hermano se volvió guardia de la familia real, aunque no lo veo, sé que está bien, pues hablamos de vez en cuando. Luego... Nuestra primera hermana terminó en un cabaret, yo al menos no tuve ese final.
- Pero... ¿Por qué su hermano Camilo se quedó con sus otros hermanos?
- Por que le servían - dijo de manera amarga - Nuestro cuarto hermano estaba a punto de casarse con la hija del Vizconde Ambriz, Adriana Ambriz. Y la segunda hermana, bueno... Era a la única que apreciaba, su hermana de sangre, a quien le casaría para obtener título.
- ¿Sabe algo de ellos?
- No... No se nada de ellos, pues nunca salí de aquí, solo lo que mi hermano Milo me contó en cartas.
- ¿Quieres ir a verlo?
- Quiero... Pero
- Ve, o puede venir también, ahora esta es tu casa. Fuimos mujeres del mismo hombre, pero eso no quita todo lo que pasó
- ¿Ha..bla en serio?
- Claro
- Pero... - tras un silencio continúo - ¿Qué quiere a cambio?
- No se le escapa - dije divertida - bueno... Quiero que asista a fiestas de te, reuniones, fiestas, cualquier cosa para poder hacer publicidad de los negocios
- ¿Publicidad?
- Hablar de los negocios de esta casa, sin hablar de ellos
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Gracias por esta gran historia