Camila iba caminando bajo la lluvia luego de terminar con su novio. Cuando de repente un auto negro se detiene. La joven abogada sin experiencia terminará enfrentada a un debate de sus emociones tras enamorarse de un hombre que solo le trae dolor. Dos colegas que desean ser el único dueño de su corazón y una mujer que no deja de tomar decisiones apresuradas.
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No me dejas opción
Capítulo veintitrés
Camila había provocado a Lisandro mandándole fotos con ropa sensual. Por lo que él la llamó y discutieron. Él fue hasta su casa y le pidió que lo dejara entrar
—¿Qué se supone que haces aquí? —le preguntó ella con una sonrisa entre sus labios
—¿Qué se supone que haces tú enviándome esas fotos? —le preguntó él mientras la examinaba de arriba abajo—. No puedes verte tan hermosa. ¿Por qué no te vistes así cuando estás conmigo?
—Esta es una de mis mejores prendas, si lo hago corro el riesgo de que la destruyas con tus manos impacientes —dijo ella notando cómo la tensión por su enojo iba desapareciendo.
—Yo quiero estar contigo. ¿Tú no quieres estar conmigo? —le preguntó Lisandro mientras la abrazaba de la cintura.
Camila no pudo contener el deseo que sentía por él un segundo más. Así que lo besó, por lo que él respondió y los dos enloquecieron el uno por el otro. Esa noche lo sintió más suyo que nunca.
Las cosas se arreglaron después de eso. Poco a poco los dos se fueron acoplando al otro. Esa semana Camila no hizo más que trabajar e ir a casa de Lisandro. Todos los días tenían relaciones sexu*les. Además de hacer cosas de pareja dentro de su departamento. Tanta intimidad la estaba asustando. Verse como una pareja y ser una pareja eran cosas completamente distintas.
Ella tenía que alejarse un poco de él. Porque el día que él ya no la quisiera en su vida, el dolor de perderlo la destrozaría. Las compañeras de Camila le insistieron para que saliera con ellas. Por lo que le estuvo que decir que sí. Llamó a Lisandro para avisarle que esa noche no iba a ir a su casa.
—¿Por qué no vas a venir? —le preguntó molesto, su voz se ponía más grave cuando algo no le gustaba.
Camila se daba cuenta de que estaba empezando a conocerlo de una manera más íntima.
—Es que las chicas me invitaron a ver una película. Hace días que las rechazo en todos los planes que me proponen. Me parece interesante que nos extrañemos un poco —dijo Camila tratando de amortiguar un poco el golpe.
—Si quieres ver una película podemos ir juntos —le aclaró Lisandro.
A Camila le sorprendió, ya que ellos habían aclarado que fuera de su departamento solo serían conocidos.
—Es romántica, no creo que te guste. Además, no queda bien que salgamos en público. Ya me lo habías advertido —le recordó ella.
—Quiero verte —le dijo Lisandro de manera exigente.
—Lo sé, yo también quiero verte —le dijo ella en voz baja porque seguía en el trabajo. Aunque era la hora del almuerzo, sus compañeros andaban cerca.
—Entonces te paso a buscar por el trabajo —dijo él y le colgó.
No la dejó ni despedirse. Era una de las cosas que Camila solía odiar de él.
Y así fue, al salir del trabajo la esperaba en su BMW negro. Camila se aseguró que nadie la viera subir al automóvil. Sin embargo, mientras se colocaba el cinturón de seguridad notó la tensión entre ellos. Aun así, Camila lo saludó. Lisandro devolvió el saludo sin caricias o besos. Al llegar a su departamento, ella salió del automóvil sintiéndose un poco decepcionada, ya que no habían hablado siquiera. De repente él la apoyó contra el vehículo y la empezó a besar.
—¿Cuándo vas a entender que te deseo? —le preguntó él, al oído y luego le lamió el cuello.
—Lisandro estamos en la cochera, alguien podría vernos —le reclamó temerosa de que los encontraran.
—Mi deseo por ti es demasiado grande —dijo él y metió sus manos por debajo de la camisa de la joven.
La besó con posesión, algo que enloquecía a Camila. Amaba que lo hiciera de esa manera. Sin darse cuenta estaban a punto de hacerlo frente al automóvil.
—No voy a poder esperar a llegar al departamento. Necesito tenerte ahora —dijo él, y le levantó la falda, corrió la ropa interior de Camila y lo hizo de una forma salvaje y posesiva.
—Nos pueden ver —le reclamó ella muy excitada y con la voz entrecortada.
—Lo siento, pero no voy a parar hasta saber que te corriste mientras me tienes todavía adentro —dijo él y aumentó la presión de su pelvis sobre el cuerpo de ella.
Camila sentía que no podía controlarse cuando él se comportaba de esa manera, por lo que no lo hizo. Dejó que el poder del placer y la sensualidad de ese hombre se apoderara de ella.
—Voy a llegar —le advirtió ella y él se corrió dentro. Al mismo tiempo que ella se dejaba ir con locura.
Salió de adentro y le acomodó la ropa. La besó con delicadeza y le dio la mano para que subieran al departamento. Cuando entraron, Camila le dijo que no quería que estuviera con otras mujeres. Él la miró y le aseguró que solo estaba con ella.
—Lo sé, pero si te coges a otra mientras estemos juntos, te juro que esto se termina —le aseguró molesta.
Se lo había hecho sin permiso, sin preservativo y sin pensarlo. No era un problema para ella si se hubiera cuidado. Pero si él le contagiaba algo, no lo iba a perdonar nunca.
—Camila, solo te tengo en mi cabeza a ti. Te aseguro que no estoy con otras desde que te quedas a dormir —le dijo Lisandro mientras le acariciaba el cabello.
Sus palabras no la reconfortaban. Camila sabía que había estado con muchas mujeres y algunas de ellas eran sus empleadas. También sabía que cuando empezaron a tener relaciones él se acostaba con otras. Pero no se había imaginado que lo había hecho hasta que ella se empezó a quedar a dormir a diario a su casa. No quiso imaginarlo; sin embargo, no pudo evitar hacerse esa pregunta. Cuándo ella no dormía con él, ¿lo haría otra?
—Está de más decir que solo yo puedo estar dentro tuyo —dijo él y la tiró suavemente en el sillón.
Rompió su camisa y su pollera. La desnudó de una forma muy violenta. El deseo y el calor de su cuerpo sucumbieron frente a esa demostración tan primitiva.
—Así no quiero —dijo ella y lo alejó.
—Lo siento —se disculpó él dándose cuenta de que se había propasado. Se puso de pie y le dio la mano para ayudarla a levantarse.
—Pero aún te deseo —le dijo para animarlo a que intentara de vuelta.
—Entonces vayamos a la cama —indicó Lisandro con una sonrisa en su rostro.
Autora: Osaku
FELICITACIONES PORQUE EDITADA COMPLETA Y ERRORES ORTOGRAFICOS. Un poco repetidos los textos.SE NOTA QUE AUTO CORREGISTE LA NOVELA. Eso es responsabilidad.
VALORO QUE LAS NOVELAS LAS EDITES COMPLETAS. Eso es invaluable y sin errores ortográficos. FELICITACIONES.
Me gustan las novelas románticas.