Un corazón tan marchito y podrido solo existía en el cuerpo de Teresa Novac. Emperatriz malvada que odia y humilla a su propio hijo. Sin embargo, el alma de una borracha poseé a ese personaje cruel. Dando se cuenta que el corazón de esta emperatriz es oscuro y perverso
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capitulo 21: Gemelos.
La atmósfera en la sala de la reunión se había vuelto pesada después de aquel comentario, se pasó por alto ese tema y siguieron con sus conversaciones, hasta que cada una de las integrantes del grupo se marcharon.
La duquesa, con su porte elegante y su vestido de seda resplandeciente, observaba cómo la emperatriz Teresa se preparaba para marcharse. El tiempo había corrido rápido durante la visita, entre risas contenidas y conversaciones en voz baja, pero ahora la emperatriz empezaba a mostrar signos de impaciencia. La duquesa, sintiendo la urgencia del momento, decidió que era la ocasión de llamar a la Nana de los pequeños de esta casa.
—¡Llama a la Nana de Lucas y Diego! —ordenó la duquesa.
Una sirvienta apareció casi de inmediato, pero su respuesta fue desconcertante.
— lo siento, señora. La Nana se ha ido desde hace rato al jardín trasero con los niños. Ellos están jugando en el laberinto.
La duquesa frunció el ceño. El laberinto, un lugar que solo los gemelos conocían verdaderamente, era un pequeño laberinto de arbustos que podía resultar confuso incluso para los adultos. La Nana, Tania, no tenía idea de que se adentraba en un juego que había sido cuidadosamente diseñado por los niños para desorientar a cualquiera que intentara acercarse.
Mientras Tania se encontraba perdida, dando vueltas en un laberinto hojas verdes con adornos de raíz de rosas y sombras. Las risas de los gemelos resonaban a su alrededor, pero cada vez que intentaba avanzar, se encontraba con un callejón sin salida. Su corazón latía con fuerza al darse cuenta de que, aunque los arbustos eran bajos y la estructura del laberinto no era grandiosa, cada giro y recoveco parecían burlarse de su intento de encontrar el camino de regreso. Los gemelos, con su traviesa naturaleza, disfrutaban de la situación, sabiendo que su Nana estaba en una situación comprometida.
De vuelta en el salón, la emperatriz Teresa se preparaba para partir. La duquesa, sintiendo su estatus amenazado por el rumor que había dicho acerca de la familia imperial, se disculpó efusivamente.
— lamento profundamente que no haya podido presentar a la sirvienta que esparció esos rumores —dijo la duquesa, su voz temblando un poco mientras trataba de mantener la compostura.
— no puedo quedarme más tiempo —respondió Teresa con firmeza— tengo una cita con mi esposo y no quiero llegar tarde. Pero —agregó con un gesto autoritario— asegúrate de castigar a la sirvienta. Si permites que tus sirvientes tengan más poder que tú, será imperdonable.
La duquesa asintió, sintiendo una mezcla de temor y determinación. La emperatriz se marchó, dejándola sola con sus pensamientos oscuros y la inquietante idea de que su reputación estaba en juego. Sin perder tiempo, decidió que necesitaba a Tania a su lado y ordenó a los gemelos que fueran a buscarla.
Los niños, intrigados por la urgencia de su madre, se miraron entre sí. El gemelo de cabello azabache, con una mirada traviesa, preguntó.
—¿Por qué la necesitas?
— es un castigo —respondió la duquesa, sus ojos brillando con una mezcla de rabia y frustración— pasé vergüenza con la emperatriz por su culpa.
Sin perder un instante, el gemelo de cabello azabache se adentró en el laberinto. Su agilidad natural y conocimiento del terreno le permitieron moverse con facilidad, mientras su hermano, de cabellos albino se quedaba atrás, riendo en voz baja por la travesura que habían ideado para solo molestar a la Nana.
Finalmente, Tania fue encontrada, su voz agotada de gritar toda la tarde para intentaba captar la atención de algún sirviente. Pero los gemelos se habían asegurado de que nadie se acercara a ella anteriormente, disfrutando de la confusión que habían creado. El gemelo regresó triunfante, llevando a Tania de vuelta a la duquesa y de una manera rápida.
— lo siento, señora. Debía estar a su servicio cuando me llamó, pero los gemelos me invitaron a jugar al escondite —intentó excusarse Tania, su voz temblando.
Los gemelos rieron, hablando entre ellos sobre lo cerca que había estado de ganar.
La duquesa, sintiéndose aún más enfadada, no tuvo piedad. Sin previo aviso, le abofeteó la cara, un acto que resonó en el silencio del salón.
— tu error ha sido inaceptable —gritó, su voz llena de rabia— necesito información adecuada, no rumores erróneos. ¿Qué sabes de la vida de los emperadores? ¿Tienen alguna debilidad que yo pueda explotar?
Tania, tocándose la mejilla adolorida, sintió que las lágrimas amenazaban con brotar. Con voz quebrada, explicó que había escuchado rumores, que eran verdad, que había cosas de las que debían mantenerse ocultas por el bien de su familia.
— no necesito rumores. Necesito saber con exactitud como acercarme a la emperatriz sin ser rechazada... Tenerla a ella como aliada de mi familia es lo que más quiero. Su gloria y poder harían que mi familia sea la más poderosa de este imperio. Vete y llévate a los niños. Por menos tengo una idea de cómo agradarle a su majestad. Mañana te quiero en la sala principal a primera hora.
— si, mi señora.
Tania caminaba por el largo pasillo de la mansión, sus pasos resonando en el mármol pulido, mientras la reprimenda de la duquesa aún retumbaba en su mente.
Los niños, esos pequeños tiranos, intentaban contener la risa a su alrededor, pero sus esfuerzos eran en vano. Casi podían sentir el aire cargado de burbujas de risa, y, al final, no pudieron evitar estallar en un ataque de risitas cuando Tania se giró hacia ellos.
“malditos mocosos... Realmente creí que no sería difícil criar niños más grandes. Pero ustedes son los mismísimo diablillos."
Aprovechando la oportunidad, se volvió hacia uno de los gemelos, el de cabello azabache que siempre tenía una chispa de picardía en su mirada.
— ¿Quieres que te lea un cuento antes de dormir?— le preguntó, intentando desviar la tensión de la situación. Sin embargo, su respuesta la dejó atónita.
— no somos unos bebés para esas ridiculeces— dijo, su tono desafiante.
— somos niños, pero no idiotas que necesitan de esas cosas.— mencionó él otro gemelo.
La risa se le quedó atorada en la garganta y su sonrisa se desvaneció. La verdad era que nunca había estado tan cerca de un grupo de niños que le resultaran tan insoportables.
Mirando a esos pequeños malcriados, Tania sintió una mezcla de frustración y resignación. Gael, el pequeño príncipe tenía un corazón amable y un sentido de la aventura que hacía que leer cuentos fuera un deleite. Pero aquí, ante estos gemelos, la idea de una narración parecía una locura.
— ¿Entonces qué quieren antes de dormir?— preguntó, intentando encontrar un punto de conexión.
Uno de los gemelos, con su habitual desdén, respondió secamente.
— que te largues de nuestra casa— las palabras le cayeron como un balde de agua fría. Sin más, los gemelos se encerraron en su habitación, dejando a Tania en el pasillo, sintiéndose como un intruso en un terreno hostil. Sabía que no era la primera vez que ocurría; había desarrollado una especie de callada resistencia ante el desprecio infantil. Suspirando, se dio la vuelta y se dirigió a su habitación, recordando que esté solo es el principio.
Su plan de ayudar a la duquesa es con el fin de acercarse a la familia imperial. Y soportar a estos mocosos será un sacrificio que está dispuesta hacer.
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Más tarde, Teresa, llegó al palacio con una seriedad por la reunión de hoy. No tiene duda de que la que esparció ese rumor fue Tania, y que aunque ella no tuvo la oportunidad de castigarla por segunda vez, presiente que la duquesa lo hará.
Constantine, su sirviente leal, la recibió con un ramo de flores frescas pero con un estilo diferente, un gesto encantador que siempre la hacía sentir especial.
— excelencia, bienvenida. Esto es de parte del emperador.
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Teresa sintió un cosquilleo de emoción al saber que Howard la estaba esperando. Con pasos ligeros, se dirigió al balcón donde él la aguardaba.
Al llegar, el emperador la recibió con un beso cálido, sus manos envolviendo su cintura en un abrazo que le infundía calma.
— te ves maravillosa esta noche.
Ella sonrió, y juntos, se sentaron a cenar, las luces titilantes del cielo creando un ambiente mágico a su alrededor. Sabía que por lo menos su relación con el emperador se fortalecía sin importar que lo que estaba escrito pudo hacerse hecho realidad y que en el día de hoy, solo es un pensamiento que jamás sucederá.
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Muchas gracias por leer. Lamentó no haber subido capitulo en estos días. Al parecer hay una virosis en la capital donde vivo y me morí como por un día, por el dolor intenso de cabeza pero luego reviví para traerle varios capítulos este fin de semana.
Muchas por su paciencia ya saben que si le ha gustado dejé su me gusta en el capítulo, no pido más. ❣️