Rowellin sólo quería una familia, un hogar propio y un esposo amoroso, pero, en lugar de eso, se encontró con demonio, el mismísimo diablo llamado; Artemis Winchester.
Atención, esa historia es moralmente cuestionable, no apto para sensibles. Rowellin es la hija de Kendric Maynard (Historia de "Ya no te amo").
NovelToon tiene autorización de Nix Agriche para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 20
Su rostro, antes molesto, se puso completamente rojo. Me dió un leve golpecito en el hombro, mientras ahora evitarme verme a la cara. No pude evitar reírme por sus reacciones, ella es muy expresiva y creo que ni siquiera se da cuenta de ello.
Comenzó a caminar por la orilla del mar, mojando sus delicados pies. La seguí, pues no podía y tampoco quería dejarla sola. Caminamos por quién sabe cuánto tiempo, cuando empezó a oscurecer, noté que su piel, antes blanca, ahora estaba roja por el sol. Ella no se había puesto protector solar, por lo que seguramente en la noche, iba a sufrir ardor.
Pronto regresamos al auto, para dirigirnos a la mansión. Tan pronto como llegamos, le ordenó a Nana que le preparara un baño. Por mí parte, fui a mí cuarto a ducharme, estaba agotado. No es que me queje, pero realmente me frustra tener que caminar de acá para allá con la señora, en especial porque, debido a eso, no puedo ir a buscar a Rowellin.
¿Ella estará bien? ¿Le habrá pasado algo malo? ¿Piensa en mí, así como yo pienso en ella? Son muchas preguntas y ninguna respuesta, quiero verla, en especial porque le prometí a Sor Carmela que la protegería, Rowellin es como mí hermana menor y mí deber es protegerla. Pero no puedo hacerlo si ni siquiera sé en dónde está.
Terminé de ducharme y comencé a comer mí cena en mí habitación, tenía ahorrado bastante dinero, pero aún no era suficiente. Quizás si robaba algo de la mansión, algo que nadie note, podría venderlo para obtener más dinero. O, lo que es mejor, usar a la señora Malenka para que me dé el dinero que quiero. No debe ser muy difícil, ya que es obvio que está deseosa de afecto masculino, no le importa mí edad, siempre y cuándo le dé mí atención, así que es ganar ganar.
Mientras meditaba mí plan, alguien golpeó la puerta, miré la hora y era de madrugada, no tuve que preguntar para saber que se trataba de ella; la señora Malenka estaba aquí, no es mí culpa lo que estoy a punto de hacer, es culpa suya por ser tan necesitada e ingenua. Abrí la puerta y ella traía dos cajas de pizzas, mientras evitaba mirarme, no entiendo por qué pretende tomar la iniciativa, si luego va a actuar con timidez, ¿Es algún tipo de estrategia para atrapar hombres? Muy mediocre, si me lo preguntan.
—¿Señora Malenka, en qué puedo ayudarla? –Fingí no saber cuáles eran sus intenciones, después de todo, para ella sólo soy un niño de diecisiete años–.
Ella frunció el ceño levemente, mientras pensaba qué responder. Soltó un bufido y dijo:
—Tenía hambre de comida chatarra, pero no puedo comer todo sola o arruinaría mí figura, ¿Quieres acompañarme? –Quiso saber, sonreí para mis adentros, claro que esa era su excusa. Dios, ella es tan predecible–.
—Claro, me encantaría, aún tengo hambre –respondí, tocando mí estómago–. —Pero no vamos a comer aquí, –ella negó y tomó mí mano, cosa que me sorprendió–, lo haremos en mí habitación. Porque la tuya está muy sucia y no es digna para una dama de la alta sociedad como yo.
No dije nada, la dejé guiarme a los pisos de arriba, aquéllos que tenía prohibido pisar. Pasamos junto a la habitación del señor Winchester, la misma se encontraba vacía, ya que, muy probablemente, se encontraba con su amante. Me guió a su cuarto e ingresé, era enorme y elegante, muy buen gusto, pero no me sorprende, quizás aquí pueda robar algo de valor, un collar, un anillo, ¡Lo que sea! Todo vale, esto es una guerra y yo quiero vivir.
Ella se fue a su armario, dejándome solo en su cama, me dijo que me ponga cómodo, pero no quise abusar, al menos no por ahora. Me senté en la orilla de la cama, observando todo con atención, luego de unos minutos ella regresó, usando un camisón de satén muy corto y se acostó en la cama de forma muy provocativa, se apoyó contra la cabecera y dió palmaditas a su lado, invitándome a acompañarla.
Me sentí un poco nervioso, porque aunque tengo intenciones ocultas con respecto a ésto, aún soy virgen y sé con certeza que ella es una señora experta, aún así, no me acobarde. Me metí a la cama, a su lado, y comenzamos a comer las pizzas que ella había ordenado.
Luego de beber unas cervezas, ella comenzó a hablar de nuevo:
—¿Siempre has sido huérfano? –Quiso saber y, por alguna razón, eso me hizo sentir incómodo. Odiaba que me preguntaran sobre mí vida en el orfanato, porque me sentía humillado, pero bueno, no podía mentirle con respecto a la verdad–.
—Sí, siempre lo he sido.
—¿Por qué nunca te adoptaron? ¿Eres mal niño? –Indagó y solté una risa amarga por su curiosidad–.
—Una vez fuí adoptado –informé–, cuando era un bebé fui adoptado por un matrimonio que no podía tener hijos propios. Ninguno tenía problemas de salud, pero por alguna razón la mujer siempre perdía sus embarazos, entonces decidieron adoptarme. Viví con ellos hasta que tuve once años de edad, el señor y la señora se habían embarazado nuevamente y, por primera vez, el bebé nació. Creí que era genial, iba a tener un hermano, o eso creí, hasta que un día me dijeron «Chris, vamos a comprar un helado» –Solté una risa amarga–. Nunca me dieron mí helado, porque me dejaron abandonado en ese asqueroso lugar.
Ella me observaba en shock, mientras le contaba mí desagradable experiencia con aquellos a los que alguna vez consideré mis padres.
—Allí conocí a Rowellin y luego de unos años, el orfanato cerró. Ahora estoy aquí, en ésta mansión desagradable en la que me pagan una miseria y se abusan de mí buena voluntad –Lo último lo pensé, no podía decirle eso a ella, porque la muy desgraciada me echaría a la calle. Usé la tarjeta de la lástima, cosa que, evidentemente, funciono perfecto, ya que me observaba como si fuera un niño indefenso–.
—Dios, lo siento tanto, eras sólo un niño... –posó su mano sobre mí rodilla, comenzando a acariciar mí muslo de arriba a abajo. Sí, ella ya comenzó su movimiento, cuando se duerma, haré el mío–.
Gracias a q la despediste ,fue q se decidió handar con tu esposo!!
Ella no gusta de Rowellin