La Extra Es Una Detective

Al día siguiente, Aelin todavía se encontraba profundamente dormida. Empiezo a abrir los ojos lentamente tras sentir un beso en su frente.

— Magnus.

— Buenos días, esposa mía. — Sonríe observando al emperador y luego lo rodea con sus brazos.

— Buenos días, ¿qué hora es?

— No te preocupes por la hora. Deberías descansar.

Entrecierra los ojos sonriendo y deja un beso en la mejilla del hombre para cerrar los ojos nuevamente del cansancio.

Magnus sonríe, arreglando el cabello de Aelin detrás de su oreja y le da un beso antes de levantarse de la cama.

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Ya habían pasado dos meses desde la boda. Aelin se había convertido en emperatriz del imperio. Esos ministros que no la aceptaban desde un principio ya no podían hacer más que tragar su veneno, especialmente al ver el buen trabajo que estaba haciendo ella en solo aquellos meses. Durante esos meses, su embarazo había ido bien, más aún con los cuidados del médico.

Al ser la emperatriz, tenía varios eventos a los que asistir. Una condesa le había invitado a una fiesta de té; aunque tenía planeado rechazar la invitación, sabía que debía ir porque, al haber subido al trono recientemente, tenía que darse a conocer y hacer contactos.

Por lo tanto, al final decidió ir, y en el lugar se encontró con su hermana Celia y algunas señoritas.

— Saludos, su majestad. — Saludaron todas las mujeres, poniéndose de pie apenas llegó Aelin. Ella mira a la condesa, a quien no conocía porque el libro ni la mencionaba.

“Debe ser una extra como yo.” Se sentó en su lugar con una sonrisa de amabilidad.

— Hermana. — Susurra Celia, y Aelin le sonríe mirándola.

— Qué gusto tenerla aquí, su majestad. No pensé que viniera. — Justo cuando estaba por hablar…

— Disculpa la tardanza. — Se oyó la voz de Eleanor. Aelin alza una ceja mirando a la chica que sostenía su vestido.

— Oh, les presento a mi sobrina. — Habló la condesa con una sonrisa. — Disculpen su falta de respeto.

Eleanor se sienta en su asiento designado, quedando justo enfrente de Aelin, quien tomaba su té.

— Nos volvemos a encontrar, señorita Aelin.

— Emperatriz. — Corrige, levantando la mirada y observando a Eleanor.

— Nos volvemos a encontrar, su majestad, emperatriz.

— Sí. — Contestó en seco.

— ¿Cómo ha estado? No pude estar en su boda debido a, ya usted sabe…

— ¿Mi boda? Mi boda estuvo bien. — Apoya su codo en la mesa, recargando su rostro en su mano.

— Debe ser muy divertido ser emperatriz, qué envidia tengo. Además, el emperador se ve que la ama mucho; todas nosotras quisiéramos tener un marido como el emperador.

— ¿Así? — Alza una ceja mirando fijamente a la chica, sabía lo que pretendía bajo esa sonrisa inocente.

— Eleanor. — La condesa finalmente llamó la atención de su sobrina, pero Eleanor no planeaba detenerse.

— ¿Y para cuándo el heredero? — Sonríe de una forma inocente. — Han pasado más de dos meses desde que se casó con el emperador, las personas dicen que ustedes se aman mucho. Es raro que todavía no haya un bebé.

— ¿Quieres que te cuente un secreto? — Se acerca con una sonrisa, apoyando su otra mano en la mesa con las piernas cruzadas. — Ya está en camino. — La sonrisa de la chica se borra ante aquellas palabras y las otras mujeres jadean sorprendidas, comenzando a felicitar a Aelin, mientras que Eleanor rechinaba los dientes bajo la mirada de Aelin.

— Vaya, quién lo diría, qué rápido fueron. — Ríe nerviosa, tomando su té con las manos temblando.

— Me parece que si tienes algo que decir, deberías ser directa, señorita Eleanor. — Habló Celia.

— Disculpen a mi sobrina, a veces suele perder el control de lo que dice. — La condesa le lanzó una mirada a la chica para que mantuviera la boca callada.

— Y, ¿cómo se enamoraron ustedes? Además, he escuchado que usted siempre ha sido una niña enferma y que sus padres nunca la dejaron salir.

— ¿Así que la señorita me investigó?

— C-claro que no, todo el mundo sabe eso. Además, hay un rumor de que usted ha estado con el emperador antes de que se casaran. Me pregunto qué hubiera pasado si en esa relación usted hubiera quedado embarazada; al final, su hijo solo sería un hijo bastardo fuera del matrimonio. ¡AH! — Sus palabras fueron bruscamente interrumpidas cuando Aelin, sin dudarlo, le arrojó el té en la cara.

— Creo que he aguantado suficiente con tus tonterías, señorita Eleanor. Como una persona adulta, debería saber el momento en que tiene que cerrar la boca. — Se levanta molesta. — Condesa, debería encargarse de educar adecuadamente a su sobrina.

— Disculpe su imprudencia, su majestad. — La condesa de inmediato se levanta, haciendo una reverencia, al igual que Eleanor, aunque esta se estaba muriendo de la rabia. — Eleanor, pídale disculpas a la emperatriz ahora mismo.

— Yo me disculpo por mis palabras, su majestad. Espero que pueda perdonar mi imprudencia. — Se muerde los labios tras decir aquellas palabras.

— Celia.

— Cualquier víbora lanza veneno con una sonrisa en la cara. — Es lo único que dice Celia antes de irse con Aelin, dejando a Eleanor llena de rabia.