Mia está en un gran problema.
Luego de la muerte de su madre, un extraño hombre que dice ser su padre aparece en la vida de Mia, poniendo de cabeza su mundo entero. El mundo que pensó que era un mito se convierte en su realidad. No solo existen los hombres lobos, sino que ella también lo era, precisamente un beta. Confundida con los acontecimientos, Mia hace lo que mejor sabe hacer: adaptarse.
Sin embargo, ella no esperaba que su burbujeante personalidad la metiera en más de un aprieto cuando descubre que es la compañera destinada de uno de los príncipes alfas de sangre pura.
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Él estaba bromeando, ¿cierto?
La sala de enfermería se convirtió en un completo caos debido al llanto desmesurado de Emily. Me sentía agobiada por todo, nunca consideré que mi pequeña travesura resultará en este tipo de desastre. No solamente había herido a Emily, sino que también yo fui herida. Es como si hubiese sostenido un arma, pero en vez de disparar a mi presa me hubiera disparado el pie.
Bien dice mi nana que antes de hacer algo uno debe evaluar los pros y los contras, es decir, contemplar el panorama general y de ahí actuar. Pero hice todo lo contrario, me deje llevar por mis impulsos y lo que obtuve de mi venganza no fue satisfacción sino un corazón roto.
Al final, Emily y yo no tenemos la culpa de los errores de nuestros padres. Y aunque lo que me dijo se sintió como una puñalada en mi pecho, nunca he sido alguien que se compadece de sí misma por lo que me dije a mí misma que las lágrimas que estaba derramando se debían al golpe que recibí en la cabeza. Pronto esas emociones negativas que me invadieron se dispersaron dejando un regusto amargo detrás.
— Lo siento — le dije a Emily de nuevo.
Ella resopló ante mi disculpa. Parecía muy molesta. Sus lágrimas se habían detenido hace algún tiempo. Fruncí los labios mientras trataba de buscar las palabras correctas para hablar y no ocasionar otro caos.
— Tus disculpas son inútiles. No es como si te fueras a ir, ¿cierto? Solo eres una carga.
Emily se alejó del príncipe Bastian y me miró con disgusto, sus ojos aguamarina lucían llenos de desprecio. Ante su evidente escrutinio no pude evitar sentirme avergonzada y un poco enfadada por lo mala que estaba siendo conmigo. Yo también tenía mis espinas, solo aguantaba su desprecio porque sabía muy bien que fui la que me equivoqué está vez.
— Nunca imaginé verte en este estado, Emily. — mencionó el Príncipe Bastian con un dejo de diversión en su voz.— Siempre has sido tan mesurada y amable que no sabía que podías ser dura con tus palabras. Eso hace que parezca más viva. Sabes, pensé que mi vida entera era un drama, pero ahora me doy cuenta de que no soy el único que tiene problemas con su padre. Eso hace que no me sienta tan solo ahora.
Emily bajó la cabeza como si se sintiera avergonzada.
— Así que de la nada ganaste una hermanastra malvada. — añadió lleno de diversión. — ¿Que dices, Cenicienta? ¿Debería cortarle un pie o la mano?, solo debes pedirlo, ya sabes, siempre estoy encantado de ayudarte a resolver tus pequeños problemas.
Los comentarios de parte de Bastian hicieron que me sienta ofendida y asustada.
Él estaba bromeando, ¿cierto?
No me podía cortar la mano, ¿cierto?
Decidí pensar que estaba bromeando, por lo que, arrugue mi nariz en señal de disgusto mientras me mordía la lengua para no decir alguna estupidez que me metiera en más problemas de los que ya tenía. Pero realmente me estaba controlando por decirle en la cara que podía meterse a este reino por dónde no le daba la luz, ya que, nunca pedí nacer o venir aquí.
— Emily lo tiene difícil. Pobre, deberías abrazarla más, Bastian, para que no se sienta triste — dijo de manera sarcástica la chica de ojos rojizos con un tono de voz lleno de preocupación.
Emily al escuchar sus palabras se sonrojó con fuerza. Ella parecía que quería cavar un hueco y esconder su cabeza como alguna especie de avestruz. Mientras su rostro se ponía más rojo, sus ojos se fijaron en mí de nuevo de manera acusadora como si yo fuese la culpable de todo lo que le pasaba.
— Lo siento, su Alteza Bastian, Señorita Leila por el escándalo que hice — se disculpó. — No pude controlar mis emociones. Disculpen, pero ella y yo debemos solucionar esta situación antes de que se haga mucho más grande. Y gracias por su oferta, Alteza, pero la tendré que rechazar.
— ¡Oh, no te preocupes! Fue divertido escuchar tus problemas familiares, Emily. Se siente como alguna especie de novela de la tarde.
Leila dijo de manera sonriente. Ella parecía el tipo de persona que le gustaba ver arder el mundo, de esas que encendían un fósforo y ocasionaron un incendio. Su actitud despreocupada se sintió un poco refrescante. Diferente a cualquier otra persona que alguna vez haya conocido. Sí sus ojos no me mirarán con desagrado estaría encantada de acercarme a ella para hacer amistad, pero en este momento eso parecía imposible. Para ellos parecía haberme convertido en la malvada hermanastra de Cenicienta. Y al escuchar su conversación supe que ellos eran amigos de Emily, por lo que quizás ni siquiera han de querer cruzar más de dos palabras conmigo.
Ridículos. Me juzgan sin siquiera conocerme.
— No le hagas caso a mi impertinente prometida — se disculpó Bastian — Nosotros somos los que nos sentimos avergonzados de escuchar sus asuntos familiares. Leila vámonos, ellas tienen que hablar.
¿Avergonzados?
Aunque eso fue lo que dijo Bastian pude darme cuenta de que no estaba para nada avergonzado. Es más, parecía que disfrutaba de todo el caos que se armó. La sonrisa irónica que colgaba en sus labios me lo dijo. Estaba más que claro que se estaba divirtiendo con la situación. Bueno, si fuera él, también lo encontraría divertido, ya que, la situación en sí era similar a lo que pasaba en algún programa de televisión: completamente absurda. Incluso me llegué a preguntar si estaba dentro de algún programa de cámara escondida.
Mi vida era todo un drama.
¿En serio? ¿No hay una cámara escondida?
No solamente me había enterado de que no era humana, sino un hombre lobo, sino que había llegado a este lugar que parecía estar estancado en la edad media.
— No me llames prometida, no lo soy. Nunca me casaré con un bastardo de doble cara como tú. Tampoco me digas que hacer — despotricó Leila. Parecía que su relación con Bastian no era tan agradable como lo supuse en un principio. Me divertí escuchándola maldecir. Por lo que no pude evitar mirarla con admiración.
¿En serio, no podemos ser amigas? Eso sería una lastima.
— No te comportes como una vieja chismosa. Y no es que me quiera casar contigo que pareces un marimacho. Sabes, no tengo tan bajos gustos.
— Tú… eres un canalla. Vamos, dime, ¿quién puede satisfacer el gusto de su agradable Alteza? ¿Emily?
¿Qué estaba pasando? De pronto la sala de enfermería se transformó en un salón de reclamos.
— No, aunque Emily es especial para mí, no la veo con ese tipo de ojos, tú no lo entenderías, en todo caso, la única dentro de esta habitación que cumple mis estándares de citas es esta rubiecita.