Un Viaje A Lo Desconocido

Felicidad plena, eso sentían esos jóvenes en ese momento, sus cuerpos estaban agotados, sus mentes igual, imposible de superar lo vivido, no habían comido bien en 72 horas y mucho menos tenían hidratación adecuada. Pero si corrieron lo suficiente, nadie creería que sus vidas estuvieron en peligro más de una vez, en situaciones difícil e increíble de sobrevivir.

Cómo dice el dicho, no cuentes los pollos antes de nacer, ellos felices saltaban de alegría al ver que estaban llegando a su destino, que nada se interpuso, sus mentes ya dibujaban el mundo real, donde podían comer y beber adecuadamente. Pero no pensaba en si, dentro de ese templo, había más cosas que los pudieran en peligro.

—¡No puedo creer que de verdad llegamos!— exclamó Renata, feliz, abriendo sus brazos y dando vueltas.

—Ya deseo ver a mi abuela— dijo Alicia con una sonrisa de felicidad.

—¡Yo deseo llegar y tomar un rico baño, lavar mis bolas y mi amigo como nunca!— Exclamó Gabriel, hablando a su paquete, haciendo reír a todos y sonrojar a Alicia.

Las risas adornaban el lugar, en espacio y llenaba sus corazones, algo que era difícil de obtener en ese lugar, con tantas carreras, pero no todo podía ser tan fácil, ni mucho feliz.

—¡Esperen!— Los detuvo Winder, las estatuas no estaban vivas, pero sí unos perros con tres cabezas.

—¿¡Perros!?— exclamó Alicia, horrorizada, al verlos.

—¡Perros con tres cabezas!— chillo Renata, asustada, buscando protección en Winder.

—No esperaba eso, sí que dan miedo— se acobardó Gabriel, incapaz de seguir.

—Tiene que haber otra entrada— Hablo Winder en un susurro, no deseaba ni pensar en darse por vencido.

—No lo creo, si están esos perros, es porque es la entrada y no permitirán la entrada a nadie— aseguro Alicia, sin quitar la mirada de esos aterradores animales.

—No nos podemos acobardar, vamos más cerca y observemos mejor— Se armó de valor Winder, esa era su salida y debían encontrar la manera de entrar sin ser comida de esos perros.

Mientras más se acercaban, más feos se apreciaban esos animales, dando más miedo y temor de seguir acercándose. Entre el deseo de salir y el miedo de ser asesinados cruelmente, les daba ganas de llorar.

—No sé qué puede ser peor, si quedarnos a vivir aquí o intentar salir con la posibilidad de morir en patas de esos perros— declaró Gabriel con un sentimiento, que más que dolor, causó risas en todos.

Estando de frente, a más de diez metros, tratando de estar lo más oculto posible ante esos perros, todos pensaban en qué decisión tomar.

—Vayamos por un costado, tengo fe que hay otra entrada— volvió a decir Winder, siendo el guía, caminando a varios metros más, evitando ser presa detectada de esos carnívoros aterradores.

Sus pasos estaban acompañados de sus miradas, un paso y volteaba a ver si los perros se movían de sus lugares, afortunadamente no fue así, dándoles la oportunidad de llegar a un costado, donde muy bien se ocultaban y evitaban hacer ruidos.

Se pusieron como locos buscando una entrada, pero solo se aprecia una pared sin indicios de puertas cerca. Solo se escuchó un suspiro de los cuatro al mismo tiempo.

No podían creer que la única entrada era la que estaba custodiada por los enormes perros de tres cabezas.

—Los perros están a casi 20 metros de la puerta— pensó Winder en vos alta, maquinando otra solución.

—¿Qué estás pensando? — indagó Gabriel, con muchas ganas de decirle que no le parecía lo que estaba pensando sin saber que era.

—¿No me digas que quieres intentar entrar?, ¿Y si hay más animales de esos adentro?— Hablo Renata con tanto miedo que sus manos temblaban.

—Creo que por primera vez estoy pensando lo mismo que Winder— Hablo Alicia sacando cuenta en su cabeza.

—¡Ay, no lo puedo creer!— exclamó Renata sorprendida.

—¿Dónde quedó mi amiga?, ¿La que no se atreve a nada peligroso?— Reclamo Renata.

—Con tanto peligro, superó esos miedos— recalcó Gabriel, en un tono sarcástico, pero orgulloso de la valentía de su novia.

—Ok, cuadremos bien que haremos, ya queda poco para oscurecer— les recordó winder, sin opción, lentamente caminaban para asomarse y lo peor sucedió, frente a ellos apareció uno de los perros. Con sus dientes pelados, dando más miedo.

—¡OMG, ahora sí es nuestro final!— murmuro Renata, sin poder moverse, los tres quedaron en shock, mientras las tres cabezas gruñían, babas salían de sus bocas y caían casi en sus cuerpos.

Ni ellos, ni el perro se movían, era como si tuvieran esperando que corrieran y que la casería fuera mejor. Winder trataba de pensar qué movimiento dar, temía que su palabra favorita, no funcionará en ese momento.

—¡CORRAN!— interrumpió Gabriel sus pensamientos, dándole nada de chance a todos de reaccionar, la respiración de esos perros estaban en la nuca de ellos y como si la vida los amara mucho, cayeron en una trampa bien oscura, salvándose por esa vez, de los perros, más no sabían que les traería en esa cueva.

Desorientados empezaron a tocar el lugar, buscando algo que lo sacará de ahí y los pusiera a salvo de ese perro.