El matrimonio arreglado de la primera hija del Conde Harris con el Duque Carnegie III y su peculiar convivencia
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La tienda de Lucy
-Emperador… no me parece justo tener que casarme tan pronto, mire el ejemplo de la princesa Habee, no se ha casado aún
-Eso no importa, el futuro emperador serás tu solo cuando tengas un heredero, si alguien más que siga a la línea del trono tiene un heredero primero, perderás el trono- Alzó la voz el emperador en su trono de tela rojo terciopelo y reposabrazos de oro
Haboo estaba desesperado por prolongar el compromiso, así no tendría que dejar su vida de mujeriego, pero eso no estaba en los planes de su padre, quien urgía que su hijo tuviese un heredero
-¡NO ME CASARÉ A FINAL DE MES!- La voz del príncipe resonó en cada rincón del salón del trono. Los caballeros que en fila protegían al emperador se mantuvieron inmóviles observando los movimientos del príncipe de reojo
-Ya estoy viejo Haboo, si no tienes un hijo, otro heredará nuestro trono
-Falacias emperador, no hay nadie más que siga la línea de sangre al trono
-Te equivocas cándido príncipe o ¿ya olvidaste a la familia de tu antigua prometida? – Haboo se quedó pasmado pensando en ello
-No es posible… Él no puede heredar el trono
-Puede y ya se casó, si llegan a concebir antes que tú, perderás el trono
-¡MALDITA SEA!- Gritó el príncipe, harto e irritado el emperador salió del trono acercándose a su descarrilado hijo
-Escúchame bien Haboo, tu naciste para ser el siguiente emperador, no porque tu madre y yo quisiéramos tener hijos, si perdemos la línea del trono por tu incompetencia, lo pagaras con creces
El emperador agotado hizo señas a los caballeros para que le escoltaran a su paso, había ocultado que estaba enfermo hace más de un año, no podía ni si quiera pelear dignamente y si el pueblo se enteraba, ese sería oficialmente su fin, un emperador incompetente no podía seguir en el trono
Haboo salió enfurecido, la presión del matrimonio no iba a acabar con él, prefería arruinar el matrimonio que ponía en peligro su ascenso al trono.
Mientras tanto, en la capital el duque Carnegie y su esposa visitaban la boutique más exclusiva del imperio. Tomados de la mano al bajar del carruaje, los nobles veían con detalle cada movimiento de los duques, listos para el chismorreo
-No era necesario venir James…
-Si, era necesario, ya habías usado todos los vestidos y es parte del honor que mi esposa siempre luzca hermosa
Las palabras que susurró el duque al oído de Samantha fueron una caricia suave y aterciopelada, hacía latir su corazón frenéticamente
El exterior de la tienda era precioso y excéntrico, columnas finamente grabadas y una puerta alta de cuento de hadas daba la sensación de atravesar un portal mágico. Al adentrarse a la tienda, James apoyó el brazo de Samantha en el suyo animándola a cada paso
-Te gustará… Lucy es intensa, pero diseña con la mejor calidad
-Confiaré en tu palabra James- La duquesa sonrió tiernamente a su esposo que la miraba con ojos llenos de amor
El interior de la tienda era igual que el exterior, precioso, paredes rojas grabadas, suelo tapizado de alfombra y grandes espejos por doquier, en el centro una pequeña plataforma redonda
-Bienvenidos, soy Lucy Hann Invic. Estoy a sus ordenes duquesa- Se presentó ante Samantha haciendo reverencia una mujer cuarentona, pequeña, blanca de cabello color caramelo y ojos en el mismo tono, vestía un pantalón ceñido como los de caballeros, pero que resaltaba su fina silueta con una camisa un tanto escotada para el gusto de Samantha
-Es un gusto conocerle señorita Hann, estoy a su disponibilidad para que pueda vestirme de la manera más adecuada para la capital
-Nada de eso duquesa, te vestiré aún mejor, serás el centro de todas las miradas
-Bueno, demasiada charla de mujeres para mi gusto, te esperaré afuera Samantha- Se dirigió a su esposa acercándose para darle un suave beso en sus labios
-Querido, para ti también prepararé bellezas, así que no te alejes tanto
-Mándalas al castillo, no pienso ser tu maniquí- James rodeo los ojos y se giró en dirección a la salida dejando a Samantha con aquella mujer tan excéntrica
-Venga duquesa, tome asiento, le mostraré algunos modelos que estuve preparando para su visita, solo hace falta ajustar la talla, el duque me la describió con mucho detalle, tanto que creo no se equivocó en las medidas
-Que vergüenza- Samantha soltó una nerviosa risa
-Nada de eso- Samantha tomó asiento en un sofá cómodo que miraba directo a los maniquí de muestra donde enérgicamente Lucy acomodaba cada traje
La duquesa miraba impresionada, no sabía si eran los maniquíes o de verdad los vestidos quedarían así en su cuerpo, hacían lucir un busto prominente, cintura entallada con suave caída, no había corsés ni armadores
-Te presentó la colección Innovando en la capital, nadie más tiene estos modelos, serás el centro atractivo de todos en el imperio
le pierdes el interés