Una tragedia marca la vida de Isabella Moretti. Años más tarde el amor vuelve a ponerla a prueba.
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CAPÍTULO 20.
CAPÍTULO 20.
Por Isabella.
Al día siguiente me desperté con un fuerte dolor en la cabeza. Mire hacia ambos lados de la cama hasta que mi vista se detuvo en un cuerpo que parecía estar tallado a mano. Sonreí al recordar lo que había pasado. Sin embargo, la preocupación nació dentro de mí. ¿Qué acabo de hacer? Es el hermano de Ezequiel. Pensaba en si debia levantarme y hacer como si nada o evitar a toda costa este tipo de encuentros. Sin embargo, en ese instante e, interrumpiendo mis pensamientos, sentí como se removió al lado de mi cama.
-Buenos días.- exclamó él con una media sonrisa. Aún tenía los ojos entrecerrados.
-Hola. -Respondí.
-¿Cómo te sientes?.- preguntó mientras acariciaba mi cabello y depositaba un beso en mi cara.
-Bien. ¿Y tú?.- pregunté.
-Muy feliz. -Exclamó sonriendo. Le devolví la sonrisa y dejé un pequeño beso en sus labios. Esa reacción en él, hacía que me olvide de todas mis dudas.
-¿Puedo preguntar algo? -Dijo.
-Acabas de hacerlo. -Respondí provocando una risa en él. -Claro, dime.
-¿Esas… cicatrices que tienes son por él… accidente?
-Sí. Yo… Había demasiados vidrios y tuve que arrastrarme para salir del coche.
-No puedo imaginar todo lo que tuviste que pasar preciosa. -Exclamó él abrazándome fuerte.
-¿Crees que Ezequiel esté feliz con esto? -pregunté.
-No lo sé. -Exclamó él. - Vístete. Quiero que me acompañes a un lugar.
Asentí con curiosidad. Me dirigí a darme una ducha y luego tomé un vestido y unas sandalias sencillas y cuando decidí que ya estuve lista, peine mi cabello.
-Antes pasaremos por la casa y dejaremos las maletas. -Dijo.
Nos dirigimos en su coche a la mansión. El camino fue silencioso. Pero no un silencio de guerra, más bien un silencio cómodo. Me sentía a gusto. Al llegar, Valentino bajó las maletas y yo lo acompañé dentro esperando a que se duche y se ponga ropa limpia.
Cuando terminó, bajo las escaleras, poniéndose su reloj. Lucía muy elegante. El olor de su perfume invadía mis fosas nasales. ¡Qué hombre!
Regresamos a su coche y partimos hacia el misterioso sitio. Al principio me mantenía en duda y aunque le pregunte varias veces, él no respondió. A medida que nos acercábamos, el lugar se me hacía conocido. Hasta que finalmente nos estacionamos frente a ese gran portón de hierro oxidado. Lo observé aterrada. Él tomó mi mano y luego de unos minutos dijo:
-¿Qué tal si le preguntamos?
-¿De qué hablas?- dije algo afligida.
-Si está molesto con nosotros.
Valentino bajó del auto y dándose la vuelta, abrió mi puerta ayudándome a salir. Luego me llevo hacia la entrada de ese horroroso lugar.
-No quiero entrar. -Dije.
-Acompáñame. Estoy aquí contigo. Él se pondrá muy feliz de verte.
-Está bien. -Dije. Suspire y me dirigí con él hacia ese horripilante lugar. Mientras más nos adentrábamos, más me sostenía de la mano de Valentino. Sentía que en cualquier momento podría desmayarme.
Finalmente, él se detuvo frente a una tumba hecha de mármol, con placas de plata y flores alrededor. En el centro, una foto del amor de mi vida. Me aferré fuerte a los brazos de Valentino. Las lágrimas comenzaron a arder en mis ojos y a caer por mis mejillas. Lo miré a los ojos, pero tenía su mirada baja. Pude notar como las lágrimas amenazaban con salir de sus ojos. No me atreví a hablarle, pero sí me acerqué a la tumba de Ezequiel y arrodillándome frente a él, comencé a hablarle. Como si aún estuviera aquí. Como si no hubiese pasado esa estúpida tragedia hace dos años.
“Hola sole mío. He venido. Sé que he tardado demasiado. Dos años y ocho meses no son poca cosa. -Dije, rompiendo en lágrimas. -Han pasado muchas cosas. De seguro tú las sabes. He conocido a tu familia. De hecho, estoy viviendo en tu antigua casa. -Suspire. No podía parar de llorar. -He venido con Valentino. -Dije extendiendo mi mano, la cual él tomó y se arrodilló a mi lado. -Sabes sole mío, no hay día que pase que no sueñe contigo o no te piense. Solo espero que allá donde estés, hayas conocido a nuestro bebé. Lamento tanto no haber sido más fuerte. No sabes cuanto me arrepiento de aquella tonta discusión. Incluso de hacerte salir de tu casa.”
No pude contener más las lágrimas y sentí unos brazos que contenían mi cuerpo y me aferre a él.
-Prometo cuidarte. Aquí frente a mi hermano. Voy a cuidarte cada día, más allá de lo que pase con nosotros en el futuro. -Dijo dejando un pequeño beso en mis labios. - Sé que él está contento con que hoy estemos aquí porque el hecho de haberte conocido fue obra suya. ¿Qué te parece si nos despedimos de Eze y vamos a almorzar?, hemos estado aquí con él toda la mañana. -Dijo riendo.
-Claro. Vamos. -Respondí, aunque sentía la necesidad de quedarme ahí para siempre.
Luego de despedirnos de Ezequiel y dejar flores sobre su tumba, nos dirigimos a un pequeño restaurante.
Pedimos una comida ligera, ya que ninguno de los dos tenía demasiado hambre. Creo que ambos seguíamos pensando en lo que ocurrió ayer en la noche. Luego de comer, Valentino estaba sumido en su celular y yo no me atreví a preguntarle nada. Hasta que, después de un momento, su mirada se centró en mí y hablo:
-Issi. Quiero que me acompañes a hablar con Francisco y Dante. Me acaban de citar para hablar sobre el caso de mi hermano y creo que será bueno que me acompañes.
-Está bien. -Respondí. -Yo también quiero saber qué ha ocurrido con él.
Valentino sonrió y acarició mi rostro. Luego de pagar la cuenta nos dirigimos a su coche. A pesar de todo me sentía alegre, pues se supone que mañana comienzo a trabajar otra vez. Pero primero, debíamos averiguar las novedades del caso. Durante este tiempo he creído que lo que ocurrió aquella noche solo había sido obra del destino. Pero cuando Valentino me dijo que existe una posibilidad de que haya sido causado, mi miedo aumento y sentí la necesidad de hacer pagar a esos hijos de puta que me arrebataron al amor de mi vida y a mi hijo.