Arabela es una adolescente que la mayor parte del tiempo se la pasa perdida en sus pensamientos, tratando de entender el interés que despertó en una de sus compañeras de salón, cuando antes de jugar botella ambas eran invisibles en la vida de la otra.
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CAP 3. TAN CERCA
Decidida a hablar dejé de recargarme sobre aquella fría superficie y crucé los brazos.
―¿Qué quieres? ―me mostré seria.
―Lo mismo que tú ―se inclinó.
―Según, ¿qué es eso que busco?
Rebeca lo analizó un momento, luego acercó su rostro al mío sin cambiar su postura.
―Bésame...
―¿Qué?―fruncí el entrecejo.
―Bésame, sé que tú también lo deseas.
Claro que podría desear un beso de una chica, aunque sólo si sintiera algo por ella.
―No puedo besarte. ¿En qué estabas pensando al seguirme hasta aquí? ¿Que podrías llegar y convencerme de hacer la misma barbaridad de hace un momento?
―Bueno... no exactamente. Mira, en ese momento, en el que por un capricho del destino me besaste, sé que tú sentiste lo mismo que yo. No fue el simple hecho de querer tocarme para ganar. Tú me tocabas con mucha delicadeza.
Vamos, que la chica ruda estaba hablando de sentimientos. ¿Cómo era posible? Es cierto, que las apariencias engañan, pero estaba casi segura de que era la primera vez que ella hablaba de lo que sentía, lo más curioso es que lo hiciera con una extraña.
―Escúchame, eso ya no existe ―me exasperé.
―Arabela, claro que existe. Esto que nos une sigue presente.
Cada vez más me sorprendían las trágicas palabras que salían de su boca. Rebeca quería algo conmigo, era eso o yo era la que estaba alucinando.
―¿Por qué no lo admites, Arabela? Te gusto y tú a mí.
Todo ese vómito de palabras puso a mi paciencia en su límite. En definitiva, tenía que hacer algo para detenerla, aunque mis impulsos pudieron más que mi sano razonamiento para encontrar la forma de controlar esa situación. Ella seguía tratando de convencerme sobre el supuesto sentimiento presente entre las dos, la interrumpí besándola en los labios. El beso duró menos de un segundo. Rebeca quiso seguir besándome, pero yo no lo permití poniendo mis dedos en su boca para luego apartarla de mí.
―¿Ahora, qué sentiste?―Todas mis facciones eran de enfado. Ya no quería seguir con eso.
―No sentí más que tus labios.
―¿Lo ves? Lo nuestro sólo fue una experiencia pasajera. ¿Por fin lo entendiste?
―No. Además ese beso fue muy apresurado. ¿Cómo puedo sentir lo mismo en menos tiempo?
―Si esto fuese especial, como tú dices, lo sentirías también en una milésima de segundo.
―¿Qué dices? ¡Por qué no quieres admitirlo! ―exclamó, azotando sus palmas en la superficie del lavabo.
―¿Qué debo admitir? ―repliqué con voz pasiva.
―¡Que sientes algo por mí! ―Ella apretó los puños, sin bajar la guardia.
―Ni siquiera te conozco, lo único que sé de ti es tu nombre. Además, tú deberías estar con tu novio, no aquí acosándome ―respondí con la escasez de paciencia que me quedaba.
Sin cambiar de postura, las dos seguimos discutiendo, ya no era más una simple plática. Mis nervios estaban a tope, creo que ella se daba cuenta y por eso no me dejaba en paz. Quería verme así.
―Dime, ¿por qué no quieres estar conmigo?
Qué molesta era, pero a la vez parecía muy linda. Yo no quería ser una tercera en su relación.
―Mira, Rebeca, yo no soy juguete de nadie y no por tu gusto me vas a hacer besarte cuando se te antoje, para luego irte y dejarme sin nada. No, eso nunca ―Fruncí el ceño, y puse los ojos en blanco, girando mi cara a la derecha.
―Arabela, mírame, y dime que no sentiste nada al estar conmigo.
Mi paciencia se agotó.
―Vale, está bien. Sí, sentí hermoso cuando estuve contigo. Por un minuto, más allá de sólo tocar, percibí una conexión exquisita entre tu calor y el mío. ¿Eso era lo que querías escuchar?― le hable exagerando mi entonación.
Rebeca rio. Pensé que me vida había terminado, porque parecía que su interrogatorio era para que yo confesara lo que sentía y después ella se lo contara a sus amigos. Mortificada repetía en mi mente, "todos se reirán de mí". Eso me enojó tanto que empujé su brazo para escapar de la jaula que había creado con su cuerpo.
Rebeca notó mi enojó y parecía sentirse culpable cambiando la expresión de su rostro con matices de asombro. Me tomó la mano con la intención de darme una disculpa por la burla que me había hecho. Deseaba terminar de una vez por todas con ese encuentro.
―Regresa con tu novio, seguro estará muy preocupado por ti ―me dirigí a la puerta.
Caminando por el pasillo me puse a pensar en todo lo que habíamos hablado. Di un gran suspiro y al recuperar el aire me di cuenta de que estaba frente a la entrada del salón. Cuando decidí pasar noté que el dichoso juego de botella había finalizado. Cada quien estaba en su relajo. Pasando desapercibida llegué hasta mi pupitre, saqué mi cuaderno y me quedé mirándolo, con la palma de mi mano sosteniendo mi cabeza y mi codo apoyado en la superficie de la banca. Poco después, Rebeca entró, con una de sus típicas entradas avasallantes, la miré por un momento y luego la ignoré.