Su personalidad le permitió continuar con una vida que no recordaba.
Su fortaleza la ayudó a soportar situaciones que no comprendía.
Y su constante angustia la impulsó a afrontar lo desconocido; sobreviviendo entre una fina y delicada pared que separa lo inexplicable de lo racional.
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Como sea que se llame, da igual.
Límite, frontera o simplemente, el más allá.
No me había tomado el tiempo de darle un nombre apropiado al espacio de donde provenían varias almas perdidas, sin nombres y únicamente poseyendo un recuerdo pasado. Su atadura a este plano es el arrepentimiento o el dolor, sin embargo, esas no son más que conjeturas mías por mi corto contacto con ellos.
Si Eliana tenía esta habilidad desde niña, no sería extraño su repentina pérdida de memoria. Y aunque a Dagan le sienta mal oírme referirme a ella como alguien ajena a mi, no puedo creer que seamos la misma persona con emociones tan contradictorias.
No importa cuánto amara lo cotidiano y rutinario, me aterra.
Si sus prendas eran blancas, las mías negras.
Si su cabello era largo, el mío es corto.
Y, sobre todo, nuestra diferencia se revela en una sola emoción secundaria.
"Solía ser temerosa, prefería no arriesgarse hacia nada peligroso".
Me gustaría presumir mi falta de miedo ante lo desconocido como toda persona normal, pero solo el hecho de ver mi cuerpo tendido de espalda me hacía replantearme el significado de "valentía" y el ligero pensamiento de que tal vez quien soy ahora es la personalidad que a Eliana le habría gustado tener.
Parte del aire que respiraba apestaba a humedad y desinfectante barato. Lo sabía porque en la cafetería solíamos ser selectivos al momento de decidir el mejor aroma para nuestros clientes.
El ambiente se distorsionaba, similar a ver el agua desplazarse rápidamente en líneas curvas sobre el cristal. De un momento a otro, el perchero que había clavado en la puerta dejó de sostener mis abrigos para ser parte de un columpio improvisado por quienes jugaban él.
— ¿Oh? ¡Miren, esa chica salió de la nada!
La imagen frente a mis ojos no era la de tiernos y sanos niños llenos de felicidad en los ojitos. Seis o cinco espectros voltearon la cabeza a noventa grados, un crujido seco salió acompañado de un chorro de agua de sus bocas. La sonrisa que se les formó me erizó la piel.
— ¿Quién los trajo aquí? —pregunté mirando al perchero y las cadenas oxidadas que colgaban de él—. ¿A quien están siguiendo?
Compartieron miradas, encogieron los hombros y los brazos.
— Solo jugamos.
Haber hecho una pregunta más pudo cruzar la raya del escenario que menos he querido imaginar, porque ¿qué sucedería si entienden que han muerto? Con su inocencia deben pensar en esto como un largo y extraño sueño; no soy nadie para mediar en ello.
— ¿Vieron a alguien más aquí?
Titubearon.
— Sin contar a la maestra, nadie más.
Parte del aire húmedo y el desinfectante fueron desapareciendo hasta cederle sitio a un concentrado olor a tierra con ciertos rastros de alguna fragancia dulce. En cuestión de segundos, los niños frente a mi, desaparecieron al igual que el escenario de mi habitación.
Un bosque. Un ancho e infinito verde me rodeaba, flores amarillas y árboles en su máximo esplendor parecían ser las especies nativas. Y aunque había dejado de ver a los niños, todavía podía percibir sus voces.
Todo tenía un costo. Y si quería escuchar lo que decían, debía reforzar cada nervio para que no terminase estropeado con los sonidos de mi nuevo entorno.
¡Whoa, maestra, trajo un bebé!
A quién llamaron "maestra" hizo una pregunta.
¿Alguien pasó por aquí?
Los pequeños describieron cada acción mia como si desde el principio lo hubieran memorizado para contárselo con lujo de detalles. Incluso describieron mi olor corporal, aunque no ví venir su respuesta...
¿Olía igual a nosotros?
Sí, como el bosque al que nos lleva, ¿no vivirá cerca también?
No imagino la cantidad de dudas que esos pequeños podían tener, pero ni siquiera ellos o ese otro ente podrían igualar las mías. Pero estaba claro que no sería la única duda del día, tarde o noche cuando, con suave y calmada, el ente volvió a hablar.
Pequeños, a partir de hoy, el bebé será uno de nosotros. Seguiremos y seguiremos creciendo hasta que seamos una gran familia feliz, ¿les gusta eso?
La habilidad empezaba a debilitarse, mi cuerpo físico empezaba a enviarle señales a mi cuerpo espectral: agujeros negros de bordes neón se extendían rápidamente por mi pecho. Nunca me expongo tan abiertamente a lo desconocido, pero esta vez fue la excepción. Una gran excepción.
Estoy buscando a una vieja amiga, si vuelven a ver a alguien así... Asegúrense de no dejarla ir.
Con esa última línea, la mancha en mi pecho escaló con rapidez hacia mi rostro provocando un colapso visual entre mi espacio actual y el anterior.
— ¡Eliana, abre la puerta! ¡¿Me escuchas?! ¡Voy a derribarla!
Ese grito acompañado del fuerte estruendo de la puerta al caer frente a mi fue como un recordatorio del porqué no debían existir excepciones.
— ¡¿Qué ocurre contigo?! —grité alarmada— ¡Estoy en pijama, al menos puedes esperar a que me cambie!
El cabello desaliñado y lo agitado de su pecho indicaba que había corrido hasta ahí desde donde sea que estuviera.
— La policía está afuera, reportaron a una mujer extraña en el barrio —se acomodó el cabello y, preocupado, siguió—. Acaba de suicidarse.
— ¿Qué? Dagan, déjame cambiarme.
— Bien, estaré afuera.
Actúe con tranquilidad hasta poder agarrar algo del armario junto a mi cama y poder encerrarme en el baño.
En ese corto segundo, observé cómo los niños se abalanzaron sobre la mujer y sin piedad, desgarraron su piel como si se tratase de papel.
Aunque la mayor duda seguía siendo...
— ¿Quién demonios era ella? —pregunté frente al espejo circular, mirando fijamente mi rostro. Me incliné un poco e intenté verme de perfil aún con el cabello cubriendo mis ojos. Temblé cuando vi lo que ahora era un flashback de la imagen final—. ¿Por qué se parece a mi?