En desarrollo
Larry Russo es un CEO italiano que decide comenzar su vida en Nueva York luego que su prometida Aurora muere de un disparo en la cabeza en un asalto.
Años después se cruza con Abigail, una profesora de la universidad donde él impartía una conferencia, donde él queda prendado de ella por el enorme parecido con su novia fallecida. El destino da un tire y jale en la vida de Abigail, cuando la madre de ella necesita un trasplante de hígado para vivir.
Larry y Abigail, entrecruzan sus vidas y el destino les tiene un contrato.
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III.
LARRY RUSSO
Después de ver a esa mujer, todos los recuerdos de Aurora vinieron frescos a mi mente. Esa noche no dormí las casuales dos horas de siempre. Tenía viva la imagen de la profesora Abigail.
Me presenté en la universidad en la mañana con el pretexto de que no encontraba mi USB, yo sé que esé pretexto es muy tonto, pero no tenía de otra.
Saludé a Ernesto prácticamente cruzando los portones de la facultad.
Ella, Abigaíl, bajaba de su auto. No sé si mi corazón está confundido, pero se agitó tanto que sentía que mi corazón se iba a detener. Se acercó a saludar a Ernesto. Me dió un buen día algo seco. Ernesto nos presentó.
— Abigaíl, es el Larry Russo, quien nos iluminó con toda la sabiduría el día de ayer.
— Un gusto saludarle.
— El gusto es mío— le di la mano para el saludo, ella extendió su mano para devolver el saludo.
— Espero que a futuro comparta con nosotros sus conocimientos — hablaba Ernesto.
— Claro que sí. Me gustaría que la profesora Abigaíl me mostrará un poco la facultad, me interesa ir creando conexiones con ustedes y con los espacios que está solemne universidad.
— Claro que sí, Abigaíl te pido el favor de que le muestre nuestra facultad.
— Profesor Ernesto, tengo clase con un grupo.
— Usted no se preocupe por eso, vaya con el señor Russo.
— Está bien. Solo deme un minuto, voy a dejar mis cosas en mi oficina. Ya regreso.
— Puedo acompañarte y empezar desde ahí a conocer los rincones de la facultad.
Ella miró de reojos a Ernesto, se notaba su descontento. Ella era tan distinta a Aurora, su personalidad era tan altiva y soberbia. Ella caminaba a su oficina, yo la seguía.
— Puede esperar afuera. En un momento salgo.
— Trata muy mal tu visita, es de mala educación dejar tu visita afuera.
— No soy mal educada, solo que mi oficina está desordenada. Si se sintió ofendido, le pido disculpas. Un minuto es lo que pido.
Ella salió de la oficina.
— Seré directo, no me interesa el tour por la facultad. ¿Conoces a alguien que se llame Aurora Ricci?
— No conozco a nadie con ese nombre.
— Eso era todo. Me retiro entonces, profesora Abigaíl.
Me retiré de la facultad y fui a la empresa. En la puerta estaba Sofía, bloqueando mi entrada.
— Es injusto que me despidan. No voy a aceptar esa decisión.
— ¿Quién eres? — le pregunté.
— Tú sabes quién soy. Soy Sofía.
— Solamente eres Sofía, no eres la dueña de la empresa. Yo decido a quien despido y quién se queda. Puedo demandarte por difamación.
— ¿En qué lo difamé?
— Tú sabes lo que dijiste, si no aceptas mi decisión, entonces voy a proceder con los abogados. Antes de andar regando la noticia que te rechacé y que soy homosexual, valora primero quién es la persona de la que quieres hablar. Así que, si no te mueves ya, voy a llamar a mis abogados para la demanda millonaria que te voy a poner.
Sofía solo dio un sonido molesto y se fue.
Estando en mi oficina, intenté trabajar, pero las caras de Aurora y Abigaíl no me dejaban en paz.
Puedo ser muy obsesivo a veces, jamás pensé encontrar a una mujer con un parecido a Aurora. Sentía un poco de ansiedad.
En la noche decidí dar un paseo por un bar, con la intención de distraer la mente. Aunque sea el CEO de una empresa, solo soy un hombre de 28 años.
Eran las 9 de la noche. Había tomado un par de copas. El bar tender me había entablado una conversación, él hablaba de todo, era muy elocuente.
— Mire ya llegó la estrella de la noche— me señaló con la vista a un lado del bar.
Me giré un poco para ver de quien hablaba. Una mujer de minifalda roja, escote muy a la vista todo y acompañada de un grupo de amigas se sentaba en una de las mesas, era Abigaíl.
— ¿Ella frecuenta este lugar?— le pregunté al bar tender.
— Si, cuando tiene un par de copas adentro, se pone a bailar. Al parecer no tolera el alcohol, pero siempre pide el más fuerte. Pronto disfrutemos de sus movimientos.
— ¿Qué días viene la señorita de falda roja?
— Viernes o sábado.
—¿Siempre viene con ese grupo?
— No siempre, a veces con ellas y otras con algún chico.
Me sentí un poco molesto.
Media hora después, ella se puso de pie y empezó a bailar con movimientos sensuales, sus amigas la acompañaban. Todos los hombres que estaban en el bar la miraban con morbo.
No me debe importar, ella no es Aurora. Pero estaba molesto. Le pagué mis bebidas al bar tender. Me levanté y me dirigí dónde Abigaíl. Ella al verme se sorprendió un poco. Le tomé la mano y la jalé afuera.
— Deja de andar haciendo estás cosas.
— Es mi vida, puedo hacer lo que yo quiera.
— No con esa cara— ella me dio una cachetada.
Ella tiene razón, es su vida, puede hacer lo que le dé la gana. La dejé ahí y me fui a buscar mi auto que lo había dejado en el parqueo.
son cortas y sin tanto enredo felicidades y más que agradecida por tan linda labor
felicidades
Exitos Éxitos Éxitos