Tras sacrificarlo todo para preservar la vida de su hija, se ve obligada a ocultar su supervivencia para enfrentarse a una de las mayores batallas de su existencia: la lucha contra un ejército de no muertos que ansían la muerte de su propia hija.
Decidida a obtener la victoria, Genevieve se embarca en una peligrosa misión para recuperar la corona de su abuelo, el último rey de los tritones, arrebatada por el hombre que la mantuvo prisionera y la sometió durante años. En su odisea, se cruza nuevamente con el padre de su hijo por nacer, cuya muerte lo dejó desolado.
¿Logrará Genevieve reclamar la corona perdida y garantizar la seguridad de su familia frente a las fuerzas de la oscuridad?
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CAPÍTULO 2
Su corazón no solo debía soportar el peso de sus acciones, al ser en parte responsable de todo lo malo que había hecho la reina Erin, manipulando el amor que sentía por ella, sino también ahora debía cargar con el hecho de haber condenado a su primera esposa de manera injusta, por un crimen que no cometió.
Lo único que había tenido de bueno su cruel pasado, era el haber conocido a su amante, quien precisamente había sido la madre de la esposa de su tío. La princesa caída Genevieve, quien en su momento había sido la última de las sirenas, antes de que ella diera a luz a su hija, era la única superviviente de la masacre del pueblo de los tritones; sin embargo, debido al valor tan grande que tenía su sangre, había logrado ocultar su verdadera edad en una fachada de juventud casi eterna.
Su mera existencia, exótica como hermosa, había sido blanco de codicia del emperador, quien la obligó a ser la concubina más joven de su harén, antes de que esta finalmente pudiera escapar de aquel infierno en la tierra que era el vivir en el palacio imperial.
—Tío...—habló observando el vacío—Angélica... Genevieve... perdónenme por todo.
Dejando caer primero al precipicio la botella de vidrio, dio un paso en falso, listo para poner fin a su agonía y liberar al mundo de un hombre tan increíblemente idiota como él; sin embargo, el jalón de una mano en su cuello hizo que impidiera sus planes.
Cayendo de bruces sobre su propia espalda, golpeándose un poco la cabeza, observó tendido en el suelo, como una misteriosa mujer encapuchada se acercaba a su lado. Viendo casi borroso como la mujer, luego de arrodillarse, colocó su dedo índice en su corazón, comenzó a hablarle sin poder reconocer quién era en realidad.
—La princesa caída ha renacido y se levantará para tomar justicia contra el malvado emperador, reclamando así el trono que una vez fue usurpado—le dijo la mujer—en su vientre posee a su hijo, la próxima encarnación del dios de la muerte. Si a su alma desea dar descanso, a la isla de los tritones habrá de volver y jurarle lealtad eterna deberá hacer.
Sin entender muy bien aquellas palabras, observó como la mujer se desvanecía en el aire, mientras poco a poco su vista se oscurecía y quedaba en coma debido al grado tan alto de alcohol que poseía en su sangre.
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Mientras el cuerpo del rey era atendido por su sobredosis por alcohol y el golpe que sufrió en su cabeza, su alma se encontraba en el mundo de los sueños, recordando la primera y última vez que había estado con la princesa caída Genevieve y como la que había sido su última amante había observado como poco a poco caía en la adicción por la bebida a causa de la depresión que tenía.
—¿Princesa Genevieve?—preguntó el borracho hombre—¿Estoy soñando? ¿Por qué estoy viendo a la madre de la prometida de mi tío?
—Soy yo, mi rey—respondió sentándose frente a él.
Un sentimiento de lástima inundó el corazón de Genevieve, al ver a aquel respetado y poderoso hombre sucumbir ante el amor de una mujer que ni siquiera lo consideraba un esposo. Enseguida recordó su tiempo con el emperador y como este la ultrajó hasta dar finalmente a luz a Abril. Si bien la situación era distinta, puesto que ella nunca amó al padre de su hija, podía entender muy bien a Somnus.
—¿Cómo entraste?—le preguntó—No...no me diga... déjeme adivinar, ¿fue Gladiolus?
A causa del alcohol, la inhibición del rey estaba por los suelos, de modo que, sin medir ninguna consecuencia, estaba intentando ocultar en vano todo lo que su corazón estaba anhelando desahogar.
—Su majestad—respondió tomando su mano—, perdone mi atrevimiento, pero deseo ayudarlo.
—¿Ayudarme cómo?—le cuestionó observando su mano negra.
—A liberar un poco su corazón—habló mientras le colocaba unas esposas.
Sin esperar a que el rey dijera algo, la princesa lo tomó del cabello y lo aventó contra el piso, colocándose ella encima de él. Aquel movimiento hizo que lo botones de su bata se abrieran un poco y dejaran ver un poco su abultado busto de copa C.
Recordando las palabras que tuvo con Gladiolus, cuando este fue a despertarla hacía una hora, supo un secreto muy importante del sobrino de su futuro yerno: el rey no era más que un hombre fetichista, el cual le gustaba ser sumiso y sometido por una mujer en la cama. Por ende, Gladiolus le recomendó entrar un poco en el corazón del rey, usando el método del sadomasoquismo, a modo que este poco a poco se fuera distanciando de lo que sentía por la reina Erin.
—Pobrecito—habló Genevieve—quién diría que el gran Rey Somnus V tuviera más de un año de celibato por culpa de su esposa... dígame, ¿No le gustaría ser sometido?
—¿Cómo sabes...—preguntó un poco avergonzado—suéltame... solo quiero estar con Erin.
Sin dejar que hablara más, Genevieve lo colocó boca abajo y mientras su mano descendia entre sus pantalones, comenzó a morder su oreja. Si bien era mucho mayor que el rey, su longevidad le hacía ver como de la edad de Abril. Por ende, sumado a la extraña sensación de éxtasis que le provoca someter a alguien, hizo que poco a poco Genevieve también se metiera en el juego.