Sofia una joven inocente que no conoce la maldad, protegida por sus padres en un pequeño pueblo, es cautivada con los encantos de un hombre mayor 15 años más que ella. Ella cayó en su hechizo entregando su virtud. Pero descubre que aún sigue casado al ir a buscarlo. Al sentirse engañada se va de fiesta con sus amigas, donde conoce a un atractivo hombre con el que pasa la noche. Penso que solo seria esa vez, era su manera de quitarse de la cabeza al hombre que destruyo su corazón. Pero con el tiempo, a ese hombre con el que paso la noche, volvio a verlo, ella lo olvido, pero él no la olvido. Resultando ser el cuñado de su Ex. Se forma un laso especial entre ambos. Ella se propone a enseñarle a amar y él a olvidar.
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Capitulo 3- DIMITRI MENCIA
DIMITRI MENCÍA
Soy asesor comercial, debido a mi trabajo viajo mucho, ofreciendo los productos de la empresa por lo que debo tener buena labia, para ganarme a los futuros clientes. Más bien mi parte consiste en ofrecer a las personas que viven en zonas alejadas los productos, facilitar la entrega de lo que necesiten, logrando de este modo que contraten nuestros servicios.
Me casé muy joven debido a que mi novia quedo embarazada, del cual nació nuestro hijo Néstor. Él tiene 18 años y se está capacitando en la carrera para ser empresario en economía.
En uno de mis viajes a un pueblo alejado, conocí al señor Orlando Segovia. Él tiene un pequeño campo, son personas muy trabajadoras, muy amables, que velan por sus vecinos cuando necesitan una ayuda.
Me acogió en su hogar, abriéndome las puertas. Conocí a su esposa Carmen, una señora encantadora y simpática. Al verlos como se trataban con tanto cariño, sentí envidia. En mi matrimonio no existía eso. Mi esposa siempre estaba de mal humor. No le gustaba que viaje tanto, pero sino lo hacía, ¿de dónde sacaría para pagar los gastos?.
Recuerdo una de nuestras discusiones al respecto:
- NUNCA ESTAS... CRIE PRÁCTICAMENTE SOLA A NUESTRO HIJO. Son sus reproches y gritos.
- ¿CÓMO SOLA?... SIEMPRE TUVO NIÑERA... QUE PAGUE, PORQUE TRABAJO. Le aclaré molesto, tomando un antiácido, enfrentarme a ella me da mal estar.
— CASI NO TE VEO... ERES UN HUESPED QUE VA Y VIENE. Grita desaforada.
— TRABAJO DE SOL A SOL... QUIEN, MAS QUE YO QUISIERA QUEDARME... PERO SOY EL ÚNICO QUE APORTA A ESTA CASA. Le recuerdo.
-QUE INSINUAS. Me grita.
-TIENES UN TITULO UNIVERSITARIO... TE PAGUE LA PRIVADA... PORQUE PODIAS ESTUDIAR A DISTANCIA AL QUERER ESTAR CON NUESTRO HIJO... EL CUAL NUNCA EJERCITASTE PORQUE DECIAS QUE DEBIAS ESTAR CON NESTOR PRESENTE EN LA ESCUELA... EL SECUNDARIO... Y AHORA QUE SE FUE A LA UNIVERSIDAD... LO QUE CREO QUE TE ACOSTUMBRASTE A SOLO EXIGIR, EXIGIR... Y NO TRABAJAR. Le enumero los hechos.
-¡NO TRABAJAR!... ESTAR AQUI NO ES UN CUENTO DE HADAS... ME DA VERGÜENZA TRAER A MIS AMIGAS AQUI. Me grita.
Sé porque lo dice, ella viene de una familia muy bien posicionada económicamente, su padre es el dueño de la multinacional donde trabajo. Mi cuñado Alejandro Mongelos, fue elegido como director general de la empresa, mi suegro por ser su hijo varon, por más joven que sea, lo puso a cargo con veintitres años, siendo que aún estaba estudiando una carrera. A mi como asesor comercial, así se aseguraba, que no le falte nada a su hija.
La había mimado tanto que nunca consideró trabajar, ni siquiera en la empresa familiar.
Nuestra discusión terminó en seco al escuchar la voz de nuestro hijo que vino de visita.
-Hola familia. Saluda sonriente plantando un beso a cada uno.
Ante él jamás discutimos, fingimos ser una familia normal. Compartimos una comida intercambiamos unas palabras y me despido a uno de mis viajes.
El que espero ansioso hacer es a ese pueblo tranquilo donde vive la familia Segovia. Tienen una hija muy hermosa, de una piel como seda, tostada por el sol en un tono canela, unos labios que parecen formar un corazón que ocultan un beso que al parecer nadie ha probado. Solo la admiro de lejos, no me puedo dejar caer en tentación.
Hasta que un día, sus padres, me comentan con tristeza, que se fue a la universidad, en la ciudad. No verla me provoco cierta tristeza.
Antes de regresar me invitaron a una fiesta donde asistirían otros conocidos de él que podrían estar interesados en el servicio que ofrecía y eso significaba más comisión para mí. Acepté gustoso y regresé a la noche.
Entablé conversación, conseguí clientes y me sentía bien al lograr cumplir mi deber. Hasta que la diviso a Sofi, se veía más hermosa que la última vez, sus atributos saltaban a la vista, sus ojos marrones claros, adornados con esas pestañas pobladas y su larga cabellera en un castaño rojizo, tenía puesto un vestido con tirantes, floreado, en un tono rosa.
Se encontraba sentada, cruzada de piernas, tomando una gaseosa, reprimí mis bajos instintos y continúe hablando con los futuros clientes, pero no pude resistir, aunque sea quería saludarla y contemplarla un momento, por mirar no hacía daño a nadie.
-Sofí tanto tiempo. Saludé besando su mejilla e inhalando su perfume, que lo tengo grabado en mis sentidos olfativos.
-Hola. Respondió tímida, me encanta ver como sus mejillas se sonrojan con tanta facilidad.
Saludé a sus padres cuando se aproximan trayendo sus bebidas y me concentro en hablar con ellos. No quería ser tan obvio, al ver que Sofi se fue a la mesa de bebidas, me disculpé señalando mi vaso vacío.
La miro de espalda y tiene una cintura de mariposa y su trasero bien formado que parecían unas manzanas listas para cosechar. El viento movía su fino vestido revelando que solo tenía unas diminutas bragas, me mordí los labios colocándome atrás para que nadie más la vea.
-Sofi... Me contaron que iniciaste la universidad. Llamó su atención, se gira mirándome con esos ojos que me aceleran el ritmo cardíaco y solo asiente tomando la gaseosa. Sé que soy mayor 15 años, tengo un hijo de su edad, pero ella tiene algo que me moviliza completo.
" No puedo, no debo" Me dice mi conciencia.
-Y cuéntame... ¿cómo te va ?, ¿te gusta?. Le pregunto ansioso por saber si ya tiene alguien en su vida, pero solo sonríe y se aleja en dirección a la mesa donde están sus padres.
"Soy un idiota" Me reprocho.
Por lo que decido irme al lugar donde me hospedó, pero me encuentro con uno de mis clientes que me retiene, para aprovechar a hacer unos pedidos, al terminar, veo que Sofi quedó sola en la mesa y no puedo aguantarme las ganas de ir donde está ella, me siento a su lado, debatiendo qué decir y observo cómo mira a las parejas bailando por lo que le digo sonriendo.
-¿Quieres bailar?. Sin decir nada se incorpora tomándome la mano, nos dirigimos a la pista de baile y se mueve agarrada de mis manos, por primera vez siento la suavidad de las suyas, tan delicadas y finas. Ideo una conversación de ese modo reprimir lo que estoy deseando hacer, y es arrebatarle ese beso que invitan sus labios en tono rosa suave.
-No hablas mucho... Eso me encanta... Será que a mí sí me gusta hablar ... Por mi trabajo no tengo de otra... Pero aquí entre los dos. (Le digo al aproximarme a su oreja que es pequeña y Fina)... Te confieso, hay veces que quisiera estar en silencio, solo y relajarme escuchando buena música.
-¿Qué tipo de música? Me pregunta. Logre tener su atención, captar su curiosidad, por lo que prosigo.
-Pues... Nada movido... Algo relajante... Me atraen los temas cuyas letras tengan sentido... Que describan lo que siento... Al no tener el coraje de decirlo. (Le digo, sin mencionar los temas, que son del año del ñaupa, delatan mi edad)... Aunque no lo creas soy tímido. Le digo y se le dibuja una sonrisa, mirándome con asombro como no creyendo lo que le dije.
-No lo creo ...Siempre te ves tan seguro ...Cómo qué sabes decir lo correcto. Me responde, lo que me hace sonreír.
Prestaba atención a lo que yo hablaba, creía que se aburría al ver su mirada esquiva, resultó todo lo contrario. El ritmo de la música cambió, por lo que aprovecho a tenerla más próxima a mí. La envuelvo con mi mano su cintura, se siente también. Contempló su rostro hermoso, a centímetros del mío, no puedo dejar de mirarla.
-Así que me observas ...Pero te aseguro que es una fachada ...Práctico frente al espejo dándome coraje. Le confieso.
No sé porque con ella me siento cómodo contándole sobre mí, veo que ríe y eso me ilumina me hace sentir un cosquilleo al escuchar su sonrisa tan encantadora y nada ensordecedora, ni molesta. Al terminar el tema, la llevo de regreso a su asiento al ver que sus padres regresaban, me despido cortes esbozando una sonrisa y me regreso donde estoy hospedado.
No puedo quitarme de la cabeza su imagen. Recuerdo su hermosa sonrisa, lo bien que la sentí entre mis brazos. Estaba sumergido recordándola recostado en la cama, cuando mi teléfono suena, miro y es mi esposa, suspiro antes de contestar.
📱DIMITRI... ¿Por qué pusiste limite a la tarjeta?... Queria comprarme un vestido junto a mi amiga para su fiesta... Y me encuentro con que el limite se habia acabado o no se que me dijo la vendedora... La vergüenza que pase... Tuve que recurrir a mi padre. Me arrebata en sus quejas sin dejarme contestar. Al terminar, me friego la cien antes de responderle, tratando de sonar calmado.
📱Habrás gastado en algo más... La habrás sobre girado... Yo no pongo límite... Es la financiera que nos brinda el servicio. Le aclaro y escucho que respira como recordando algo.
📱Mmmm... No sé... Esto es tu responsabilidad... Te vas, dejándome este pedazo de plástico... Ya te he dicho que consigas la de oro. Me grita molesta y corta.
Solo me ve como un cajero automático a quien sacar dinero.
Su padre había dicho que recién le daría su herencia cuando él fallezca, antes no, según lo que ella me contó.
Me levanto de la cama con ganas de tomar aire. Me duele la cabeza después de hablar con ella. Salgo a caminar por las calles desiertas de este lugar, todo se siente tan tranquilo.
Sin darme cuenta estoy ante la casa de los Segovia. Y veo luz en la ventana de la pieza de Sofí, por lo que miro a todos lados, le lanzo una piedra pequeña, luego de hacerlo atino a querer irme al arrepentirme.
"Es una locura"," No debo hacer esto". Me reprocho mentalmente.
Antes de poder alejarme veo que ella abre al instante, mirando en mi dirección. La llamo con la mano, ella mira hacia atrás y sale por la ventana, llegando a mi encuentro, aún lleva puesto ese vestido fino floreado de tiras. Sonrío al contemplarla y siento la necesidad de confesarle.
-Sofi... Ya no puedo ocultarlo más... No sé cuando te vuelva a ver (Eso era cierto, no siempre nos asignaban el mismo lugar)... Y solo quiero decirte que me gustas... Sueno ridículo. Expecto tocándome la cabeza con la mano, por lo que prefiero alejarme, pero ella me sostiene la muñeca, la miro de manera evaluativa, tratando de descifrar que pensaba al no expresar con palabras.
-Lo siento... No debo decirte esto... Creerás que soy un mal educado al venir así. Le digo al soltarme de su agarre y al segundo se cuelga de mi cuello dándome un suave beso en los labios, los sentí tibios y húmedos, carnosos, tentadores que me provocaron un cosquilleo en el estómago. Se retira nerviosa como para irse, pero la aferro a mí, tomándola de la cintura, posando los míos sobre los suyos de manera demandante, la beso un buen rato y siento como comienza a excitarme por lo que la alejo.
-Esto no está bien... No así. Le digo, al recordar que estoy casado, no puedo enredarme en una relación así, si quiero algo con ella, primero debo concluir lo que hace dieciocho años me tiene atado.
Por lo que me voy dejándola parada ahí, veo que me sigue con la mirada y sus dedos se acarician sus labios, cierro los ojos, luchando con el deseo de querer poseerla en ese instante.
Tomo mi auto y regreso a la ciudad, como escapando a la tentación. Al llegar a casa no puedo sacármela de la cabeza, rozo mis labios ante el espejo y destilan ante mis ojos el recuerdo de lo que pasamos juntos esa noche, aún siento la llama que me quema por dentro.
Me ducho, elijo una remera y un short para vestirme, me acuesto a lado de mi esposa, que duerme de perfil del lado derecho. Hace años pareciera que existe un muro entre los dos, que delimita el espacio entre nosotros. Cada uno duerme de su lado sin rozarse ni un poco, como si fuera un delito hacerlo.
Al día siguiente prosigo con mi rutina levantándome primero, muy temprano, disfruto de mi café, en la soledad de la cocina, escucho la radio unos temas de mi agrado y me informo lo que acontece.
Me alisto colocándome el traje que lo siento como una camisa de fuerza y relojeo a mi esposa, si todo mi movimiento la llegara a despertar y quien dice me de un mañanero. Pero solo es una ilusión, duerme peor que un tronco, podría tirar una bomba a su lado y nada la despertaría.
Salgo rumbo a la oficina apenas el día va asomando, llego primero que todos y subo los datos de los clientes nuevos en la computadora. Realizo la solicitud de los correspondientes pedidos, para que el departamento de almacenes esté notificado temprano, así no tardan con las entregas.
Al darme cuenta de la hora mi secretaria ingresa con una taza de café, pasando los informes y el nuevo destino asignado. Así de monótono es mi trabajo, día tras día. Regreso a casa solo a la noche.
Transcurren los meses y viajo a otros sitios no coincido en el de Sofí. Al regresar de nuevo la rutina. A la hora del almuerzo voy a un restaurante cerca del trabajo, para que volver a casa, si en dos horas debo estar en la oficina nuevamente.
Por lo que con los otros asesores nos juntamos a almorzar. Escucho sus historias de cada viaje, sus aventuras, de las cuales jamás pensé que me pasaría a mí.
-Así es muchachos... esta la tengo comiendo de la palma de mi mano... Es una rubia preciosa... Con atributos que no te alcanzan las manos para sujetar... Y como mi trabajo me demanda viajar no sospecha nada... Además esta a kilómetros de la ciudad, jamás vendría aquí... Tengo a mi esposa con sus atenciones... Y tengo a mi novia que es muy ardiente. Comenta Luis uno de los asesores, jactándose de su hazaña.
-¿CÓMO DIJISTE LUIS?. Se escucha la voz de su esposa a su espalda.
-SUSAN. Exclamo sorprendido.
No entendí ???
Desde que fue a dejarla con su padre, pasaron 6 meses ????