Dalia es una mujer de carácter fuerte, a sus 23 años ella está dirigiendo la empresa familiar, su abuela que es la persona a la que más respeta le pide que se casé, pues quiere tener nietos. Dalia no está de acuerdo pero para complacerla decide casarse, aunque no será con cualquiera. Debe ser con alguien que ella pueda manejar.
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Capitulo 3
Al día siguiente, cuándo Dalia se despierta, Maritza ya no está en la habitación. Ella se preocupa y sale corriendo.
— Ignacio. IGNACIO.
— Dígame señorita.
— ¿Dónde está Maritza?
— El señor Eliseo se la llevó.
— ¿En qué momento?
— Por la madrugada.
— ¿A dónde se fueron?
— Creó que a su casa.
— Ese idiota. — Dalia se molesta mucho. — Prepara el auto, nos vamos.
— Si señorita. — Dalia se va a casa a toda prisa. Cuándo llega busca a Elíseo.
— ¿Dónde está mi hermano? — Pregunta a una empleada.
— En su habitación. — Dalia sube inmediatamente, entra sin tocar y ve a Maritza en la cama, dormida y sin ropa.
— Mari. — Ella la mueve un par de veces. Maritza se sobresalta. — Tranquila. Soy yo. ¿Dónde está mi hermano? — Ella le señala el baño. — Vamos a mi habitación. Báñate allá. ¿Si? — Ella asiente. Eliseo sale del baño y las ve.
— ¿A dónde la llevas?
— A mi habitación. ¿Cuál es el problema?
— El problema es que ella es mi esposa, no la tuya.
— Mari ve a mi habitación.
— No vas a ningún lado.
— Vete. — Repite Dalia. Ahora sí ella le hace caso.
— ¿Por qué te metes en mi matrimonio?
— ¿A eso llamas matrimonio? Tu esposa no te quiere.
— Eso no te importa. Yo la compré. Es mía.
— No. Lo que hiciste fue una canallada. Y lo que estás haciendo es peor. ¿Cómo puedes obligarla?
— Ese es asunto mío. No te metas.
— Es mi asunto también. Ella es cómo una hermana para mí.
— Pero no es tu hermana, es mi esposa.
— Hablar contigo es imposible. — Dalia sale de la habitación. En la suya ve a Maritza. — ¿Cómo estás? — Ella le pide papel y pluma. Dalia se acerca.
"Por favor ayúdame a escapar."
— No puedo. No tengo dinero.
"Entonces, ayúdame a no quedar embarazada."
— ¿No te estás cuidando?
"Eliseo no me deja."
— No te preocupes. Le pediré a mi ginecóloga que te revise. Para estar segura de que todavía no lo estás.
"Gracias"
— Ojalá pudiera hacer más por ti.
"Haces mucho"
— No lo suficiente.
"Nada de lo que me pasa es tu culpa, mi padre fue quién me vendió."
— No puedo creer que un padre le pueda hacer algo así a su hija.
"El no me quiere, nunca me ha querido, me culpa por la muerte de mi madre."
— ¿Por qué?
"Ella murió en un incendio, cuándo entró a rescatarme."
— Lo hizo por amor. No es tu culpa.
"El siempre me ha dicho que lo fue." — Maritza llora y Dalia la abraza.
— Ese hombre está loco. — "Tan loco cómo mi hermano" piensa Dalia.
... Ese mismo día, por la tarde, Dalia manda traer a su ginecóloga, le explica la situación a medias y le pide que le de a su cuñada un método anticonceptivo.
— ¿Tu hermano está de acuerdo con ésto?
— Ya te explique.
— Aún así. Yo no puedo ir en contra de los deseos de tu hermano.
— ¿Te gustaría tener un hijo de un hombre que no amas?
— Dalia, no me metas en problemas. Por favor.
— ¿A qué le tienes miedo?
— ¿A qué va ser? Tu familia podría dejarme sin trabajo de por vida.
— No lo harán, tú me has atendido siempre. No aceptaré a otra. Te prometo que no te quedarás sin trabajo, pero has lo que te pido.
— Está bien. — Isadora le da una prueba de embarazo para que se la haga, está sale negativa así que le da pastillas que debe tomar todos los días. — Ésto puede alterar tu periodo, y tú peso. Si no quieres que el te descubra debes hacer ejercicio y cuidar tu alimentación. Maritza asiente. Apenas ella se va, Maritza le escribe a su cuñada.
"¿Qué puedo hacer para no ser descubierta?"
— Puedes dejar las pastillas aquí, ven a tomarlas todos los días a la misma hora.
"Gracias"
— De nada.
Dias después, Dalia regresa de su tercer día de preparatoria, ella le pide a Ignacio que vaya por ella temprano. Planea saltarse una clase. Cuándo llega a casa, va a la cocina para pedir que le sirvan un aperitivo, y ve a una empleada maltratando a Maritza.
— Eres una inútil, dejaste todo sucio. Vas a volver a lavar todos esos platos. Después trapeas el piso, y está vez déjalo bien. — Maritza asiente con la cabeza y empieza a lavar. Dalia se indigna.
— ¿Quién te crees para hablarle así a mi cuñada?
— Señorita. — La criada muestra pánico. — Ésto no es lo que...
— Tú no eres nadie en esta casa. No eres nada, ¿y te atreves a darle órdenes?
— Señorita...
— Te largas de mi casa. Ahora. — Dalia le truena los dedos.
— Pero señorita.
— Lárgate.
— No, por favor perdóneme.
— No es a mi a quién debes pedir perdón. Es a Maritza. Quiero que te arrodilles ante ella. — Su cuñada niega con la cabeza. — Hazlo ahora. — La empleada se arrodilla.
— Lo siento mucho.
— Ya puedes levantarte.
— Señorita...
— Ahora sí puedes irte.
— Pero usted dijo que me daría otra oportunidad.
— Yo nunca dije eso. Yo te di la opción de disculparte. Haber si así te queda claro que nunca debes meterte con una Lazcano. — Dalia llama a Ignacio para que la saque.
"No tenías que hacer eso."
— ¿Cómo puedes dejar que ella te humille así?
"¿Qué puedo hacer? Yo no nadie."
— Desde el momento en que te casaste, te convertirse en una Lazcano. Eso te hace alguien superior al resto.
— Sólo soy la esposa de un Lazcano.
— Eso es más que suficiente. Nunca debes dejar que nadie te humille, y mucho menos el personal.
"Gracias"
— Oye, ¿Puedes hablar con señas?
"Unas cuantas palabras"
— ¿Por qué?
"Mi padre no me quiso mandar a esas clases, aprendí muy poco a escondidas."
— ¿Y te gustaría aprender? — Maritza asiente.
"¿Crees que tú hermano me deje?"
— No le vamos a pedir permiso.
"No quiero que el se enojé"
— No te preocupes. Yo hablaré con el.