Rocío se encuentra en un matrimonio que no la satisface. Se casó con su esposo solo porque consideró que era lo correcto tras quedar embarazada, dejando en pausa todos sus sueños.
Un accidente de tránsito traerá luz en su camino lleno de oscuridad. Y la pondrá frente a situaciones que nunca imaginó que viviría como madre y como divorciada.
¿Puede el amor regresar a la vida de una mujer que perdió la fe? ¿Podrá aceptar que existen las segundas oportunidades?
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II - Frustración
Capítulo dos
La semana había transcurrido entre un vaivén de responsabilidades familiares y laborales para Rocío. La rutina se mantenía firme como un reloj bien aceitado, marcando los segundos de su día a día.
La mañana del sábado llegó con una sensación de anhelo por el tiempo en familia que había planeado para el Día de las Madres. Sin embargo, las expectativas se desmoronaron cuando Marcelo se despidió temprano, partiendo en dirección al aeropuerto para su viaje de negocios.
Rocío despertó con la misma fiebre que había tratado de controlar la noche anterior. Su cuerpo luchaba contra la enfermedad, pero su determinación por mantener un semblante positivo para sus hijas la impulsó a levantarse.
El sonido del timbre resonó por la casa, interrumpiendo la paz que esperaba disfrutar en ese día. Sus padres habían llegado, una visita inesperada que despertó emociones encontradas en Rocío. La relación con su suegro nunca había sido fácil, y la presencia de ambos abuelos generaba un ambiente tenso.
—¡Buenos días! —saludó su madre con un abrazo cariñoso, intentando romper la tensión en el ambiente.
Rocío respondió con una sonrisa forzada, tratando de ocultar su malestar. La fiebre la había debilitado, pero debía seguir adelante.
—Hola, mamá, papá.
Las niñas se acercaron, intercambiando abrazos con sus abuelos.
El día se deslizaba entre conversaciones incómodas y el esfuerzo de Rocío por mantener el equilibrio emocional. Las risas de las niñas proporcionaban destellos de alegría en medio de la tensión frente a la crítica constante de su madre hacia todo lo que hacía o lo que no.
A pesar de sus esfuerzos, la enfermedad comenzaba a cobrar su precio. Rocío se sentía cada vez más débil, sus intentos por ocultar su malestar eran evidentes.
—¿Estás bien, hija? Pareces un poco pálida —comentó su madre, preocupada.
—Solo es un resfriado, mamá. No quiero arruinar el día —respondió Rocío, tratando de minimizar sus síntomas.
Las horas pasaron lentamente, la fiebre persistía y la fatiga se hacía más evidente en el rostro de Rocío. Su paciencia se agotaba mientras luchaba por mantener el control.
El timbre sonó nuevamente, anunciando la llegada de Marcelo. Su aparición repentina trajo una mezcla de alivio y ansiedad a la vez. La presencia de su esposo no solo significaba apoyo, sino también la posibilidad de una escapatoria de la incómoda situación familiar. Sin embargo, este no solo vino un día antes, sino que también trajo a sus padres.
—Hola a todos —saludó Marcelo, entrando con prisa y sin darse cuenta del ambiente tenso.
La sonrisa de las niñas al ver a su padre distrajo momentáneamente la atención de la situación. Marcelo, ocupado con las llamadas de trabajo, apenas notó el estado de Rocío y la discusión entre sus padres y los de ella.
—¿Cómo estás, cariño? —preguntó, finalmente dirigiéndose a su esposa.
Rocío, exhausta y con la determinación de no dejar ver su malestar, respondió con un débil “bien”.
La presencia de Marcelo generó una distracción temporal en la tensión en casa. Durante el almuerzo parecieron estar más relajados, él sabía comprar a los padres de Rocío. Sin embargo, su partida inminente para otro viaje de negocios lo convirtió en un visitante fugaz.
—¿Vas a irte de nuevo? —preguntó, roció molesta mientras lavaba los platos en la cocina.
—No pongas esa cara, sabes que no puedo quedarme —dijo su esposo de mala gana.
—Estoy enferma, y tus padres y los míos parecen querer sacarse los ojos. Quería pasar un fin de semana tranquila —espetó ella agotada.
—Pospuse mi viaje para traer a mis padres. Debo irme, sé que vas a poder hacerte cargo de todo —indicó él dejándola sola en la cocina.
La tarde transcurrió entre despedidas apresuradas y la sensación de decepción que se apoderaba de Rocío. La enfermedad había frustrado sus planes de disfrutar un día especial en familia, y la falta de comprensión de Marcelo solo intensificó su desánimo. Sobre todo, después de que tuvo que atender a sus padres y sus suegros todo el fin de semana.
La casa volvió al silencio una vez que la puerta se cerró tras la salida de los padres de Marcelo. Rocío, exhausta y desilusionada, se sumergió en un mar de emociones encontradas. La incertidumbre sobre el futuro de su matrimonio se afianzaba mientras luchaba por mantener la estabilidad emocional para el bienestar de sus hijas.
—Mamá, ¿te sientes bien? —le preguntó Victoria y Rocío sonrió. La abrazó y le dijo que se iría a bañar. Se suponía que su esposo regresaría a la tarde, pero ya eran las diez de la noche y aún no había vuelto.
Mientras se sentaba en el suelo del baño, dejando que el agua cayera sobre ella, recordó el día que conoció a su esposo. Como su manera de ser, la había atrapado, como a todas las demás. Le había sorprendido que él quisiera conversar con ella, ya que no se sentía especial, y había compañeras mucho más llamativas que ella en el grupo de la facultad con el que estaba tomando algo en ese bar. Sin embargo, él estuvo toda la noche conversando con ella y al final le pidió el móvil.
Ella estaba comenzando el último año en la facultad y tenía expectativas altas para cuando se recibiera. El problema fue que tres meses después de empezar a salir con el encantador de Marcelo, ella quedó embarazada. Ni siquiera estuvo a su lado cuando se hizo el test. Él estaba tomándose unas vacaciones con sus padres. Por lo que cuando regresó y ella le contó que tenía dos meses ya, él le pidió que se casaran. Lo que sorprendió a Rocío, ya que ella pensaba que él le pediría que abortara.
Aun así, él le pidió que les mintieran a los padres de ambos y les dijeran que hacía dos años que salían y que habían decidido casarse tiempo atrás, pero no les habían contado. La realidad era que él quería dirigir la empresa de su padre y este le había dicho que hasta quien no estuviera en pareja no le daría la oportunidad y fue la excusa perfecta para Marcelo. El embarazo de Rocío corrió riesgo y tuvo que abandonar la universidad antes de recibirse. Los primeros meses vivieron en casa de los padres de él y tuvo que soportar a su suegro llenarse la boca de palabras ofensivas hacia las mujeres que se embarazaban para obtener algo de hombres con poder. Lo que claramente era una alusión a ella, la cual no tenía ni idea de que el hombre tenía tierras o una empresa lechera en el norte del país.
Autora: Osaku
El mundo de Osaku siempre es un pañuelo!! Y todo, tarde o temprano termina saliendo a la luz 😱😱😱
Igual estoy tratando de hilar las situaciones y no sé cómo se dió el famoso encuentro.