Después de que el Rey Evans se llevara a la fuerza a Liliam, la vida de su hermana Sandra cambió bruscamente, su padre le ha dejado a cargo de las obligaciones de la hacienda, su vida deja de tener sentido para ella, pero comienza a tener un poco de luz cuando el General Itans llega a la hacienda para cumplir con la misión que el encomendó el rey, pero sin esperar lo que le tenía deparado el destino. Segundo libro de Corazón de Piedra.
NovelToon tiene autorización de thailyng nazaret bernal rangel para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
MAL ENTENDIDOS
...SANDRA:...
Llegó la noche y después de cenar con mi padre y el General Itans al fin había llegado mi descanso, estaba tan agotada que me retiré de la mesa antes de que los hombres terminaran de comer y me retiré, tenía demasiado sueño. No hablé, comí en silencio mientras mi padre hablaba únicamente de su trabajo. El general me observó en ocasiones, no con interés sino con pena.
— Padre, buenas noches, yo me retiro, estoy agotada — Informe mientras me levantaba.
— Está bien, buenas noches hija que descanses — Dijo mi padre, al menos no me ordenó lavar los platos.
— Buenas noches Señorita Sandra — Dijo el general.
— Buenas noches — Dije con un tono cortante.
Todavía recordaba su ofensa, me veía vieja pero ningún hombre me lo había dicho de frente, esa vida que no era mía me estaba acabando.
Pareció desconcertado ante mi actitud pero me marché.
Me cambié la ropa después de bañarme y me coloqué un blusón. Me acosté en la cama y Clara entró sin permiso pero ya estaba acostumbrada, se trepó a la cama a mi lado.
— ¿ Cómo estuvo tu día ? — Preguntó cuando notó que estaba llorando.
— Clara, no estoy de humor, estoy cansada, mi vida ya no es como antes, tanto trabajo me está agotando, yo soy demasiado débil — Dije mientras soltaba lágrimas en la almohada — Esto no es lo que me gusta... Tienes razón, yo no soy Liliam.
— Desde que se fue Liliam no solo tú vida cambió, también la mía... Ya no quiero salir de la habitación, me da terror el mundo, me siento indefensa sin ella — Confesó Clara mientras me acariciaba la cabeza.
— La vida sigue Clara debes hacer lo que te gusta sin llenarte de miedos, no todas las personas son malas — Dije mientras la observaba bajo la luz de la lámpara de queroseno.
— Tú tampoco estás haciendo lo que te gusta.
— Es que yo no tengo salida, tú si... Mi padre me necesita — Me limpié las lágrimas.
— Lo siento si no te ayudo pero tengo miedo de salir, cada vez que recuerdo a ese hombre atrapando mi cuerpo y tratando de abusar de mí me da un miedo terrible — Dijo mientras empezaba a temblar, la abracé y besé su frente.
— Tranquila hermana, con el tiempo lo superarás.
— Descansa Sandra.
— Descansa Clara — Murmuré y cerró sus ojos.
Nos arropamos hasta la cabeza con la manta.
— Clara... — Dije de nuevo y soltó un gruñido de molestia.
— ¿ Qué sucede? — Preguntó.
— ¿ Crees qué me veo mayor que Liliam ? — Pregunté y abrió sus ojos, me observó debajo de la manta con el ceño fruncido.
— ¿ A qué viene esa pregunta? — Preguntó extrañada.
— Solo responde.
— No, eres bonita, cada una tiene su encanto — Cortó y cerró sus ojos — ¿ Quién te llamó vieja ?
— Bueno... No fuí literalmente llamada vieja... Solo me preguntó si era la mayor de las tres...
Clara se rió — ¿ Y por eso te ofendiste?
— Por supuesto.
— Estás muy sensible hermana — Se burló y fruncí el ceño.
— Últimamente me he descuidado y que me pregunten eso me deja en claro que me veo mayor.
— Ya dime quién te preguntó eso.
Suspiré pesadamente — Fue ese hombre, el General Itans.
Abrió sus ojos de nuevo.
— Ya veo porque te afecta tanto, el que un hombre te haya preguntado eso te dejó el autoestima por el suelo y más un hombre tan guapo — Sonrió con insinuación — A pesar de que no lo he visto de cerca, me dí cuenta de que es un hombre hermoso — Explicó ante mis cejas alzadas — Pero eso no significa que sea buena persona — Aclaró.
— Me pareció una falta de respeto lo que insinuó, fue tan amable desde que llegó pero no podía ser tan perfecto, ningún hombre es tan cortés, eso tú y yo lo sabemos, casi todos nuestros pretendientes nos ofendieron de alguna forma.
— No eres una anciana, tienes dieciocho... Además, el General Itans no es un pretendiente ¿ Por qué te tiene que importar lo que diga ? — Estrechó sus ojos y me sonrojé.
— No me importa — Corté rápidamente.
— ¿ A caso te interesa como hombre?
— ¡ No, en lo absoluto ! — Alcé la voz y se rió — Clara, no me parece gracioso que estés inventando cosas que no son, lleva solo un día aquí, yo no lo conozco.
— No dije nada — Dejó de reírse e hizo un gesto de un cierre con sus dedos en sus labios.
— Duérmete — Gruñí y le dí la espalda.
Cerré mis ojos, esos ojos azules aparecieron en mi mente.
...****************...
Me levanté antes de alba, me coloqué la ropa de trabajo y bajé a la cocina, monte un poco de té, me lo bebí mientras preparaba el desayuno de los cuatro, mi padre, Clara, el General Itans y yo. En otra olla cociné el desayuno de los campesinos.
Después de eso salí con la comida, ya los campesinos habían llegado, estaban en el patio y les dejé el desayuno mientras aguantaba sus piropos de mal gusto, no me estaba gustando la manera en que me recorrían el cuerpo con sus miradas, mi padre salió a recibirlos para entregarles las herramientas.
Después de desayunar me fuí a los establos, hoy me tocaba lavar el asqueroso cochinero, mientras llenaba los baldes de agua de una llave afuera del establo empecé a cantar para distraerme del hedor del corral, los cerdos chillaron cuando les rocié agua, odiaba tanto mi nueva vida, odiaba esto y cantar me desahogaba.
Tenía tantas ganas de pintar pero no tenía tiempo así que cantar era como un desahogo, aunque mi voz no fuera angelical me gustaba hacerlo en ocasiones, mientras lanzaba el agua y seguía cantando, los animales se inquietaron por mi escándalo.
Llené el balde de nuevo y rocié más agua al corral, ésta vez lo hice con más fuerza después de dar un giro.
El agua salpicó un charco de estiercol pero no fue solo eso, me sobresalté cuando roció al General Itans, el barro le salpicó parte de sus botas, sus pantalones y su camisa blanca, también le cayó una gota en la mejilla.
No sabía en qué momento había entrado.
Se quedó inmóvil, con los brazos a los lados después de bajar su mirada al barro salpicado, se observó la ropa con el ceño fruncido.
Solté el balde y me avergüenzo.
— Oh, lo siento tanto... No fue adrede, no quise hacerlo, no lo ví entrar General Itans — Dije mientras me llevaba las manos a la cabeza, había metido la pata.
Me observó, apretó su mandíbula pero negó con la cabeza — No se preocupe, fue un accidente... Se arregla cambiandola por una limpia.
Empezó a reírse, de una forma elegante.
— ¿ Por qué se ríe? — Pregunté.
— Me parece gracioso esto, está tan preocupada por un poco de sucio — Dijo mientras seguía riendo.
— No es gracioso, fue una torpeza, yo puedo arreglarlo — Me acerqué — Puedo lavar su ropa.
Volvió a su seriedad.
— No es necesario, yo lo haré, usted está ocupada — Notó el corral, me sonrojé, ningún hombre me había visto en ésta situación, seguramente apestaba como el cochinero, sentí tanta vergüenza de mí misma.
— No, debo hacerlo, por mi culpa se le ensució la ropa... — Me acerqué a él, pero me resbalé con el agua del suelo y caí encima del General Itans, se tropezó y caímos juntos sobre el montón de eno.
Lo que faltaba.
Me quedé inmóvil, estaba encima del General Itans, mis manos sobre su pecho y mi rostro a centímetros del suyo, se quedó observándome a los ojos, nuestras respiraciones rozaron cálidas.
Se quedó parpadeando, sumergido en mi rostro.
Me aparté rápidamente, levantándome.
— Lo siento, de nuevo... Soy una torpe — Tartamudeé completamente nerviosa, mi corazón palpitaba desbocado.
Se levantó de golpe.
— No se disculpe, fue un accidente... Mejor me voy, debo ir a cambiarme y empezar el trabajo con su padre... ¡ Qué tenga un felíz día Señorita Sandra! — Dijo mientras caminaba hacia la entrada del establo, se marchó tan rápido que no me dejó decir más, me golpeé la frente con la palma.
— Eres una tonta, una torpe — Murmuré para mí misma mientras tomaba el balde del suelo.
...ITANS:...
Anoté todo lo que el Señor Cuper me decía, me explicó junto con las pruebas de su primera inversión, era un hombre muy bueno en su trabajo, no podía negar eso. Yo tenía que hacer el reporte, escribí todo en un cuaderno, le hice algunas preguntas y las respondió correctamente. Teniendo unos padres comerciante conocía un poco sobre la administración y podía descubrir cualquier error, pero hasta los momentos no había ninguno.
Estábamos sentados en su escritorio y yo recorría con la pluma las hojas.
La Señorita Sandra apareció en mi mente, desconcentrando mi consciencia del trabajo.
Cuando salí del cuarto escuché una voz dulce proveniente de los establos, cantaba una canción sobre lienzos, pinturas y pinceles, jamás había oído nada semejante. No aguanté la curiosidad y me acerqué a la puerta, estaba abierta y salía agua sucia desde interior, me acerqué con cuidado y entré.
La Señorita Sandra era la dueña de esa voz, daba giros mientras limpiaba el corral, ni siquiera notó mi presencia cuando me quedé observando como cantaba y se movía. Los animales se inquietaron por el ruido y parecían hacerle coro.
Me hacía un poco de gracia, sonreí mientras ella seguía cantando, llenó el balde de nuevo y estaba tan concentrado en ella que no me percaté de que estaba atravesado y cuando lanzó el agua en el corral, el estiércol de los cerdos salpicó parte de mi ropa, sentí una gota aterrizar en mi mejilla.
La Señorita Sandra paró su canto y soltó el balde, empezó a disculparse avergonzada, pero no me enfureció sino que me dió ganas de reír, ella pareció no causarle gracia la situación, seguía nerviosa por lo ocurrido y yo tratando de explicarle que no era para tanto, había sido un accidente. En tal caso si había un culpable era yo, nadie me mandó a curiosear dentro del establo.
Se acercó, insistiendo en que iba lavar mi ropa. Había notado que aquella señorita tenía mucho trabajo, no iba ser tan desconsiderado como para ordenar que lo hiciera, yo mismo podía hacerlo sin ningún problema.
Pero resbaló contra el suelo lleno de agua y cayó encima de mí, no lo esperaba así que no pude reaccionar y caí sobre el eno. La Señorita Sandra cayó encima de mí y su rostro quedó tan cerca del mío, la observé, se quedó igual de paralizada, con sus delicadas manos sobre mi pecho.
El rubor creció en sus mejillas, sus ojos verdes brillaban y algunos mechones rojizos se le escaparon de la trenza. Tendría que estar ciego para no notar su belleza.
Se levantó avergonzada y de nuevo empezó a disculparse de nuevo, mi corazón estaba latiendo rápido, así que me levanté a prisa y salí rápidamente del establo después de dejarle en claro nuevamente que no era nada.
Me sentí extrañamente nervioso.
Fuí a cambiarme, lavé la ropa en el baño y la colgué en los ganchos, tuve que dejarla afuera en las ventanas para que el sol la secara. Yo no había llevado conmigo mucha muda de ropa y tenía que tratar de no ensuciarla demasiado pero en aquel campo era difícil.
La Señorita Sandra era dulcemente torpe.
La puerta del estudio sonó y la Señorita Sandra apareció como si la fuera llamado con el pensamiento, llevaba una bandeja y unos emparedados en ella, también dos tazas con té.
Su mirada se encontró con la mía, se sonrojó nuevamente. Nos colocó un emparedado y a una taza de té a cada uno.
— No han desayunado así que les traje algo de comer — Dijo y sonreí.
—No se hubiera molestado, muchas gracias Señorita Sandra.
Sonrió de vuelta con timidez.
— Disculpa Sandra pero nos enfrascamos en el trabajo, aún así muchas gracias por la comida — Dijo su padre.
La señorita se marchó y volví mi atención al Señor Cuper.
— Mis hijas son muy talentosas y dedicadas, sobre todo Sandra, espero que consiga un pretendiente digno... Lamentablemente cuando caí en quiebra sus pretendientes ya no tuvieron interés en ella... De las tres siempre fue la más deseada por los chicos — Dijo como si fuera un asunto de mi interés — Me da pesar hacerla trabajar tanto pero es la única que me puede ayudar con los quehaceres.
— Debería contratar a una sirvienta para que le ayude a su hija — Sugerí.
— Lo he estado pensando pero no es prioridad en estos momentos, además, tengo a mi otra hija, aunque no quiera hacerlo es su obligación ayudar, solo se la pasa en su habitación.
A decir verdad aún no la había visto desde que llegué, recordaba a Liliam abrazando a una pequeña señorita rubia cuando la encontré al lado del soldado muerto.
Después de comer me ofrecí a llevar la bandeja a la cocina, el Señor Cuper me indicó dónde se hallaba.
Salí del estudio y me dirigí a la cocina cuando escuché dos voces femeninas por el pasillo.
— Caí encima del General Itans — Dijo Sandra, me seguí acercando.
Alguien soltó un silbido — Ay hermana, no pensé que fueras tan rápida en hacer semejante cosa.
Una voz más aguda se oyó, después una carcajada.
Me tensé.
— Fue un accidente, no fue a propósito, yo jamás voy a seducir al General Itans, a ningún hombre, eso no está bien — Dijo la Señorita Sandra completamente alterada, fruncí el ceño.
— Es obvio que te gustó ese accidente.
Llegué al umbral, la Señorita Sandra estaba en la cocina con su hermana, ella lavaba la loza mientras su hermana masticaba un emparedado.
Así que las señoritas hablaban de mí con interés, no le dí importancia ya que todas las chicas solían fantasear con hombres.
— Clara, deja de inventar cosas... Me dió tanta vergüenza... Lo salpiqué de estiércol y luego le caí encima, eso no fue nada agradable — Se quejó.
— ¿ Qué tal si es el destino? — Preguntó su hermana — Tal vez ese hombre puede hacer que tu vida cambie.
— Clara, estás leyendo muchos libros de romance, mucha fantasía — Dije ella mientras soplaba un mechón molesto de su frente.
— Deberías aprovechar que está aquí para acercarte más.
— Clara ¿ Qué clase de consejos son esos ? Eres una chiquilla, no sabes nada.
— He leído todo tipo de libros y eso me da la suficiente experiencia, usa tus dotes para hacer que el general se fije en tí...
— ¡ Ya cállate!
— Lo digo por tu bien, no puedes permitir que mi padre te mantenga aquí trabajando como mula... Toda tu vida estarás aquí, morirás vieja y soltera, es por eso que yo no hago lo que pide, porque sino será mi fin también, tu felicidad depende de eso.
Se quedaron en silencio, no discutieron más, pero la Señorita Sandra parecía sopesar esas palabras.
¿ Qué clase de señoritas eran las Cuper ? No otra vez. Definitivamente, el mundo estaba lleno de mujeres indecentes e interesadas.
La Señorita Sandra pretendía acercarse a mí para salir de su situación, eso era indigno, me entró un enojo y yo que pensaba que era decente.
Aproveché que se habían quedado calladas para entrar, ambas se tensaron al sentir mis pasos, ambas se sonrojaron. Dejé la bandeja sobre la repisa.
— Muchas gracias por el desayuno.
— Eh... A la orden — Dijo la Señorita Sandra, un poco nerviosa, observó a su hermana — Ella es Clara, mi hermana menor.
Hice una reverencia.
— Mucho gusto señorita... Soy el General Itans.
— Mucho gusto general — Murmuró y siguió comiendo.
— Con su permiso, me retiro.
Me marché de nuevo, completamente seguro de algo, mantenerme alejado de esas señoritas era lo mejor.