tres años han pasado desde que el Marqués Rafael y Elaiza sellaron un pacto de amor secreto. Cuatro años en los que su relación ha florecido en los rincones ocultos de la mansión, transformándose en una verdad inquebrantable que sostiene su hogar.
Pero con los hijos del marqués haciéndose mayores y la implacable sociedad aristocrática que ha comenzando a susurrar, el peligro de que su amor salga a la luz es más grande que nunca.
¿Podrá estás dos almas unidas en la intimidad sobrevivir al escrutinio del mundo? ¿osera el fin de su amor?
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hermanos
El pequeño hogar de leña crepitaba suavemente, llenando la habitación con los aromas de la cocina mezclado con el l delicioso olor del estofado, a pesar de su mal aspecto. La luz del sol que se filtraba por una pequeña ventana se sentía cálida.
Este no era un lugar para los grandes señores ni grandes fiestas; era un espacio humilde, pero rebosaba de calidez y vida. Las paredes de piedra, gruesas y frescas, sostenían estanterías de madera tosca donde se apilaban tazones de barro, jarras de cerámica y botellas de vidrio con líquidos de colores.
Elaiza, con un delantal manchado, puso un plato de estofado humeante en la mesa testigo silencioso de innumerables comidas compartidas. A pesar del aroma, la mezcla de papas, zanahorias y piezas de lo que parecía carne tenía un aspecto sospechosamente amorfo.
Alvaro lo miró, fingiendo un horror exagerado. "Peque, ¿qué es esto? En todos mis viajes nunca he visto comida como la tuya. ¿Segura que es comestible?"
"Si no te lo quieres comer, no lo hagas," respondió Elaiza, intentando retirar el plato que Álvaro defendía, con una sonrisa burlona. "Además, es mi especialidad: el estofado del orfanato. Y si mal no recuerdo, era el plato favorito de Jonathan."
"No es que fuera mi favorito," respondió el párroco, llevando los vasos y una botella con un líquido rojizo. "Pero era lo menos malo que podíamos esperar en aquel lugar."
Álvaro rió, tomando un bocado. "Hermanita, tiene el mismo aspecto, pero el sabor ha mejorado. Recuerdo una vez que intentaste cocinar huevos y terminamos con un revuelto de color verde. ¿Qué demonios le echaste?"
"Espinacas y otras hierbas," respondió Elaiza riéndose y sentándose a la mesa. "Pensé que serían buenas para la salud, pero creo que la combinación de especias fue demasiada."
"La única cosa que fue buena para nuestra salud fue no comerlo," dijo Álvaro, y los tres se echaron a reír a carcajadas.
La conversación fluyó como un río, llena de anécdotas de su infancia en el orfanato. De pronto, Jonathan cortó un trozo de pan y miró a su hermano. "Y dinos, hermano, ¿qué has hecho en todo este tiempo? ¿A dónde te ha llevado la vida y el mundo?"
Álvaro, terminando el vino de su vaso, se recostó en su silla, su rostro una mezcla de nostalgia y satisfacción. "A muchos lugares, hermano. Primero fui al norte, hasta donde la nieve cae casi todo el año. Me arrepentí casi de inmediato." Río mientras sus hermanos lo observaban con nostalgia. "Este cuerpo no está hecho para el frío extremo."
"¿Y qué hiciste allí? ¿Cómo sobreviviste?", preguntó Elaiza, con los ojos brillantes.
"Trabajé en una mina hasta que tuve dinero suficiente para regresar en carreta, luego fui a un pueblo de pescadores, donde aprendí a navegar. Y luego, me fui al sur, a una zona desértica llena de insectos que no conocía, un lugar fascinante, recuerdo que una vez me invitaron a una cena con un príncipe local. Nos sirvieron un banquete de serpientes, escorpiones y otras criaturas que no quiero mencionar. Fue asqueroso, pero me dijeron que era un honor comer eso, al parecer era sagrado o algo así. Así que lo hice, por respeto, aunque fue repugnante." Álvaro sintió escalofríos solo de recordarlo. "También estuve en la jungla. Conocí a gente, vi cosas, y aprendí que la vida es una aventura. Y que es para vivirla, no para mirarla estáticos."
La comida se terminó, y Elaiza se levantó para lavar los platos. "No, no, no, permítanme lavarlos," dijo Álvaro, apresurándose a tomarlos. "Ustedes ya hicieron mucho por este vagabundo." y con su trabajo en manos salió del lugar.
El eco de la risa de los hermanos se apagó, dejando el sonido crepitante del hogar como único acompañamiento. De pronto, el padre Jonathan sacó de entre su ropa y, le entregó un pequeño ramo de hierbas secas envueltas en un cordón. Las hojas, de un color pálido y marchito, desprendían un olor amargo y terroso.
"Toma, te manda esto Doña Miriam," le dijo.
"Gracias," respondió Elaiza, tomando el manojo con manos temblorosas. Sus ojos, antes llenos de alegría, ahora reflejaban una profunda tristeza y miedo.
Jonathan, se sentó frente a ella, su rostro no reflejaba la misma alegría de costumbre. "Dime lo que pasa, Elaiza," dijo con un susurro que apenas rompía el silencio. "Puedes engañar a todos con tu sonrisa, pero no a mí. Sé que algo te atormenta. Últimamente me pregunto si respiras en esa mansión."
La sonrisa de Elaiza se desvaneció. "Es mi trabajo. Bien sabes que no es un lugar para relajarse."
"Sí, pero ¿es un lugar para vivir?" intervino Jonathan. "No podemos vivir en un mundo donde solo existimos para trabajar y servir. No podemos vivir una vida sin amor y alegría."
El rostro de Elaiza se contrajo de dolor. "No sé de qué hablas. Mi vida es buena. Los niños son maravillosos, y el marqués me ha tratado con respeto y cariño. Tú sabes todo sobre nosotros."
"Sí, pero ahora es diferente," respondió Jonathan, y su voz era más severa. "Te veo, y veo que estás triste, vacía y llena de miedo. ¿Qué sucede? ¿Qué te aflige?"
Hacía días, Elaiza le había contado todo: la frialdad de Rafael, la distancia de los niños, el miedo de Emanuel y el prejuicio sobre Marcelo y otras cosas que la atormentaban.
"Jonathan, no puedo seguir así. No puedo seguir viviendo en esta mentira. Y no le he dicho nada aún a Rafael. pero ya estoy cansada de vivir en una casa donde no soy nadie y con el miedo de que el secreto se revele de una forma que pueda dañar a todos los que amo."
"Mi niña," dijo Jonathan, su voz era un suspiro sosteniendo la mano de elaiza que se aferraba al manojo de hierbas. "Hay solo dos caminos en la vida, el del deber y el del corazón. Y tú has elegido el del corazón todo este tiempo. Pero debes ser valiente, debes ser valiente para enfrentar la verdad. No puedes seguir viviendo en la oscuridad, pero no puedes seguir en esta encrucijada."
Justo en ese momento, Álvaro, con las manos aún húmedas, entró en el comedor. Se detuvo en la puerta y los miró. "¿de qué hablaban? están demasiado serios" bromeó.
Elaiza, con la rapidez de un rayo, guardó el manojo de hierbas en la bolsa de su falda, pero no lo hizo lo suficientemente rápido para que Álvaro no lo notara. Él la miró, un fugaz destello de comprensión en sus ojos, pero no dijo nada.
"No es nada," dijo Elaiza, con una sonrisa forzada. "Solo hablábamos de mi futuro. Ahora que Emanuel se irá, dejaré de trabajar en la mansión y no sé aun qué voy a hacer."
Álvaro, con su sonrisa de siempre, se secó las manos en su pantalón, ignorando la mirada de Jonathan. Se inclinó sobre la mesa, su voz llena de entusiasmo, como si acabara de pensar en la idea más brillante del mundo.
"¡Pues claro que ya sé qué vas a hacer! Ya es hora de que la princesa de la casa se libere de la jaula. En mis viajes he conocido a un montón de gente que busca institutrices y maestras. Es un trabajo muy solicitado."
Jonathan intentó intervenir, "Álvaro, este no es..."
Álvaro lo interrumpió, su sonrisa se ensanchó. "¡Oh, sí lo es, hermano! Verás, en una ciudad, al sur, las familias de mercaderes son muy ricas y necesitan institutrices y maestras todo el tiempo. Es un lugar lleno de vida, con un sol que siempre brilla y la gente desborda dinero a montones. Serías feliz allí."
Jonathan suspiró, frustrado, pero no dijo nada. Él sabía que su hermano no pararía de hablar hasta quedar exhausto, ofreciéndole a Elaiza una vida que no tuviera nada que ver con la que tenía ahora.
"O si no te gusta el calor," continuó Álvaro, "podrías ir al norte, a las minas. Es un lugar frío, pero la gente es buena. Un amigo mío, el jefe de una de las minas, me dijo que su hija necesitaria una institutriz, ya ha pasado algún tiempo así que seguro ya es momento para que se eduque. Te puedo recomendar. Viven en una pequeña cabaña, en medio de la nieve. La tranquilidad y el silencio de ese lugar sería perfecta para ti."
El corazón de Elaiza latía con fuerza. La sonrisa de Álvaro, tan brillante como siempre, eraconde a un miedo que no podía ocultar, y sus palabras, a pesar de su tono jovial, eran una invitación directa a huir.
"O si no te gusta la tranquilidad," continuó, acercándose a ella, "podrías venir conmigo" con un gesto casi teatral la rodeo con un brazo mientras el otro apuntaba a lugares imaginarios " iremos a explorar las ruinas de una civilización perdida. Dónde Nadie ha estado en siglos. Sería una aventura. Podrías ver el mundo. Y serías libre, peque, completamente libre."
elaiza rio al imaginar aquello, Las palabras de Álvaro flotaban en el aire, un mapa de huidas, una promesa de libertad. Los ojos de Jonathan y Álvaro se encontraron, y en esa mirada, se entendieron. Jonathan, con la voz suave, rompió el silencio.
"Álvaro tiene razón, mi niña. Debes elegir si te quedas o te vas, pero no puedes seguir en esta encrucijada."
Estaría bueno que tuviera alguna conducta inapropiada con alguna jovencita, no quiero que sea Rosalba, y lo reten a duelo para que así muestre la piltrafa de la cual está hecho.
¡La princesa está enamorada de Rafael!
Eso no me lo esperaba.
🤔🤔🤔