Una tarde como cualquiera, Andi escuchó el grito de una niña que le decía "papá" a su esposo. En ese momento, ella sintió que el amor era egoísta y cruel. Pero nadie sabia que ese encuentro cambiaría sus destinos.
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Lluvia
Andi estaba sentada frente a la ventana de la pequeña cafetería del hospital. Afuera llovía con gran intensidad, las gotas de lluvia acompañaban la tristeza que llevaba en el alma.
—¿Cómo haces para estar tan tranquila Andi?— preguntó Lucía, la hermana de su esposo con lágrimas en los ojos.
—No estoy tranquila Lucía— respondió Andi, con la voz suave — Solo estoy pensando en cómo lidiar con todo este dolor que me consume el pecho.
—Lamento mucho no haberte dicho de la existencia de Lara. Perdóneme Andi.
—Todos lo sabían, menos yo.
—¿Qué harás con la niña?
—Su verdadero padre es Kevin Gonza.
—¿Mandarás a la niña con su padre?. Pero si él no la quiere.
—No estoy en las condiciones para quedarme con la niña. Los de servicios sociales en cualquier momento se la llevarán, es mejor que su padre se haga cargo de la niña.
—Me gustaría poder ayudarte, pero sabes perfectamente que vivo en España y mis hijos me necesitan.
—Sé que nunca me quisiste, porque nunca pude darle un hijo a tu hermano, pero no te preocupes intentaré reparar mi vida de alguna forma.
—Está noche será el funeral y mañana temprano el entierro.
—Muchas gracias por encargarte de eso, la verdad no estaba preparada para este momento.
—Nadie está preparado para estos golpes de la vida. Dime, ¿le dirás a la niña?
—No lo sé. Sigue preguntando por sus padres. Me tocará decirle la verdad.
—Creo que será mejor. Quizás ahora no lo entienda bien, pero debe saber la verdad.
Andi ya no sabía qué hacer para disimular su desesperación. Salió corriendo de la cafetería sin rumbo. Estaba por cruzar la avenida con el semáforo en verde, pero una mano la detuvo y la apoyó entre pecho y la abrazo.
Ella no pudo retener más sus lágrimas; en ese pecho cálido que la sostenía lloró sin parar por un momento. No importaba la intensidad de la lluvia, ella necesitaba soltar ese sentimiento que la golpeaba sin piedad. Después de un rato, Andi recuperó un poco el aliento, se mordió los labios antes de apartarse del extraño; no quiso levantar la vista.
—¿Por qué estabas poniendo en riesgo tu vida?— La voz de un hombre le preguntó.
Andi reconoció esa voz, levantó la vista y se encontró con los mismos ojos de Lara.
—Si muero a nadie le haré falta — contestó Andi— después de todo ya nada me queda.
Kevin se extravió en los ojos de Andi; en esa mirada sintió un lugar seguro. No necesitaba explicaciones; simplemente adoraba esa sensación que sentía estando a lado de Andi.
—¡A mí me harás falta!— dijo Kevin, poniendo el pelo de Andi detrás de su oreja para apreciar mejor su belleza y secar sus lágrimas, que se mezclaban con las gotas de lluvia.
—Debería odiarte por la estupidez que dices. Pero te voy a perdonar porque no sabes nada de mí y yo no tengo intenciones de saber de vos— dijo Andi, quitando la mano de Kevin de su rostro.
—Seguramente sabes perfectamente quién soy. Aún no sé si fue correcto haberte seguido hasta aquí o solo estoy perdiendo mi tiempo, pero de algo estoy muy seguro: que cuando te alejaste de mí, me sentí vacío, y jamás me había sentido así.
Andi profundizó su mirada en la de Kevin; quería encontrar un camino, dibujar en esos ojos el futuro de Lara, porque ella no se sentía capaz con cargar con esa responsabilidad que no le correspondía.
—¿Kevin?— le llamo Andi, después de unos minutos de silencio.
—¡Que!— respondió él secando las lágrimas que aún caían de los ojos de Andi.
—Necesito pedirte un favor.
—Pídeme lo que vos quieras y perdóname que te haya recibido de la peor manera cuando solo venías con buenas intenciones.
—Hay una niña que es tu hija, necesito que te hagas cargo de ella.
—¿Cómo estás segura de que es mi hija?
—Si la vieras, te darías cuenta de que ambos poseen los mismos ojos— fue lo último que dijo antes de perder el control de su cuerpo y desvanecerse en los brazos de Kevin a causa de un desmayo.
Kevin la sujetó para que no cayera al suelo y de inmediato la llevó al hospital. A veces es difícil entender las reglas del destino; meterse en su juego puede resultar una injusticia o simplemente la cosa más extraordinaria. Andi, en su inconsciencia, no sabía si había caído en las manos equivocadas o sencillamente en su salvación.
Kevin esperaba noticias de Andi en la sala de espera, tenía la vista perdida y mucha preocupación en su mente.
—¿Cómo está Andi?— una niña con bata de hospital preguntó a Kevin.
Kevin levantó la vista para mirar a la niña, el mundo le recordó las palabras que le dijo Andi antes de que perdiera la conciencia, le dolía ese golpe que la vida le estaba dando en cuestión de segundos.
—Los médicos aún la están atendiendo, pero no te preocupes, seguro estará bien— contestó Kevin a la niña.
La niña se sentó a su lado. —¿Puedo esperar con él?— dijo la niña a la enfermera que la había llevado a ver a Andi.
—Está bien, pero solo un momento. Yo estaré ahí por si necesitas algo.— respondió la enfermera.
—Mi nombre es Lara. ¿Cuál es el tuyo?— la niña preguntó a Kevin.
—Me llamó Kevin.
—¿Eres el amigo de Andi?. Mi papá era su amigo.
—Sí, soy amigo de Andi. ¿Dónde está tu papá, Lara?
—Mi papá y mi mamá no vinieron a verme, Andi me dijo que ella me cuidará mientras ellos vengan.
—¿Por qué estás en el hospital, Lara?
—Recuerdo que mi papá y mi mamá me estaban llevando a la escuela, pero después desperté aquí, no recuerdo lo que paso.
—¿Andi es tu amiga?
—Me gustaría que sea mi amiga. Mi papá me hablaba mucho de ella, me contaba cosas que hacían juntos. Siempre quise conocerla, pero mi papá siempre estaba ocupado. Ahora pude conocerla y es muy linda. ¿Verdad que es linda?
—Si, es muy linda como vos.