Décimo libro de saga colores.
Después de su tormentoso matrimonio, el Rey Adrian tendrá una nueva prometida, lo que no espera es que la mujer que se le fue impuesta tendrá una apariencia similar a su difunta esposa, un ser que después de la muerte lo sigue torturando. 
¿Podrá el rey superar las heridas y lidiar con su prometida? Descúbrelo en la tan espera historia.
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15. El paseo por la ciudad
...FREYA:...
Como todos los días, me levanté y esperé el desayuno, las sirvientas volvieron para ayudarme a arreglarme. Hoy sería un día diferente, iría a conocer un poco la ciudad, por fortuna mi conversación con el rey me permitió ese privilegio, no era una cita, solo necesitaba hablar con él en un lugar tranquilo y el rey sabía de uno, aunque me sentía algo emocionada por mi salida.
No pensé demasiado en que mi emoción tuviera otra razón, tal vez solo un poco por mi relación pacífica con el rey, nos estábamos entendiendo, al menos un poco y si eso seguía así yo podría tener un poco de potestad para convencerlo.
Sentía un extraño nerviosismo.
— Solo tiene vestidos negros — Dijo la sirvienta, completamente escandalizada.
— Traiga cualquiera de esos — Dije, sentada en la cómoda, Florence entró a la habitación.
— Yo me encargaré de peinar a su majestad — Anunció con recelo, colocándose detrás de mí, tomando un peine.
— Majestad, podríamos conseguirle otro vestido si gusta — Insistió la sirvienta.
— No hace falta... Ese color es parte de mí.
— Pero...
— Ya oyó, su majestad no desea otro vestido — Dijo Florence, peinando mi cabello, ella ya estaba lista con el cabello recogido y un vestido gris con un abrigo blanco — Coloquen a juego con su abrigo de piel de lobo negro.
Era cierto, afuera hacía frío.
Las sirvientas se apresuraron.
— ¿Es cierto que saldremos a pasear a la ciudad? — Preguntó mi hermana.
— Así es, iremos con el rey.
— ¿No qué iríamos con un guardia? — Espetó, como si la idea no le gustara.
— El rey se ofreció a acompañarnos, no podemos hacerle desprecio.
No podía, su única razón para acompañarme era el escuchar lo que tenía que decir.
Anoche parecía agitado, estaba sudado, con mechones pegados a la cien, en un albornoz. Me observaba demasiado y sus manos parecían inquietas, parecía que quería tocarme.
Sus dedos eran firmes en mi barbilla.
El corazón se me aceleró sin que pudiera evitarlo.
— Cierto, pero estuvo ignorando tu presencia, aprovecha el viaje para acercarte más — Dijo Florence, en Polemo al ver a las sirvientas volver con uno de mis vestidos.
— No lo sé...
Florence me dió una mirada a través del espejo mientras recogía mi cabello, primero hizo trenzas y luego las unió en un rollo hermoso.
— Supongo que nuestros rostros deben pasar desapercibidos — Dijo Florence mientras se apartaba — Eso va a estar difícil.
Me levanté del taburete y las sirvientas acudieron a mí para colocarme el vestido, después el abrigo de piel de lobo.
— Las capuchas de nuestros abrigos servirán para cubrirnos, más yo — Dije, observandome al espejo, mis labios seguían rojizos a pesar de no tener labial.
Después de comer, salimos de la habitación y bajamos al vestíbulo.
— El rey preparó un carruaje, suban mientras él llega — Dijo un guardia y salimos al patio.
Mis botas de invierno y el abrigo me mantenían cálida.
A pesar de la nieve, no se sentía tan fuerte, ambas podíamos lidiar con un invierno más cálido que el de Polemia.
El carruaje era grande y otro guardia abrió la puerta.
Subimos y esperamos.
El carruaje estaba cubierto por terciopelo verde, asientos acolchados y espaciosos.
Florence se sentó frente a mí.
— ¿Por qué no te sientas a mi lado? — Pregunté y negó con la cabeza.
— Ese lugar es para el rey.
— No creo que le moleste...
— No voy a ser un obstáculo, si me siento aquí no estorbaré, tienes que ir junto a su esposa, como debe ser — Dijo, agitando su mano y me tensé.
— Pero... Yo no necesito que vaya...
— Freya, te falta seguridad, eres demasiado nerviosa, por eso el rey no te ha tomado como se debe... Tienes que demostrar que eres una mujer...
— Son más joven que él.
— ¿Y eso que importa? — Se encogió de hombros — Si puede ser que se lleven unas décadas, pero el rey está de buen ver no es un anciano como nuestro padre.
— Lo sé... Pero, si soy demasiado obvia sospechará, tengo cero experiencia.
— Solo deja que él se vaya acercando — Dijo, hablábamos en Polemo para que nadie escuchara.
— Debemos evitar seguir hablando en nuestro idioma, será sospechoso.
Después de unos minutos, la puerta se abrió.
El rey entró al carruaje.
— Buenos días, señoritas.
— Buenos días, majestad — Florence sonrió amablemente.
— Buenos días, su majestad — Dije, algo tensa.
Como Florence dijo, él tomó asiento junto a mí.
El rey tenía un abrigo largo color azul oscuro, con pantalones de un tono gris oscuro y botas pulidas, el cabello lo tenía peinado hacia atrás.
Lo observé poco mientras se acomodaba, después volví mi vista a Florence, quien lo evaluaba como si estuviese detallando lo mismo que yo.
Me ardieron las mejillas.
El rey lucía guapo.
Mis manos sudaban dentro de los guantes.
El guardia cerró la puerta y el carruaje empezó a avanzar después de que abrieran las puertas del muro.
Aparté un poco la cortina de la ventanilla.
Las calles no estaban llenas.
Tal vez el rey aprovechó que el invierno mantenía a la gente en casa para salir.
Aunque si podía notar que había algunos transeúntes por las aceras, después de pasar por el centro, donde había tiendas y plazas.
La gente de Floris no pasaba penurias ni en invierno.
— La gente no le molesta el frío — Dijo Florence mientras observaba también.
— El invierno no es impedimento para salir y trabajar, aunque en comparación a otras estaciones, la marea de multitudes se mantiene en calma — Comentó el rey, observando en su ventanilla, del otro lado del carruaje.
Por fortuna había suficiente espacio en el asiento y nuestros cuerpos no llegaban a rozarse.
El olor de su fragancia si impregnó el interior del carruaje.
— ¿Qué tradiciones tiene Floris? — Preguntó Florence.
— Tenemos muchos festivales durante todo el año, el festival de fin de año es el más esperado.
— Oh ¿Qué hacen?
— Hay celebraciones, juegos tradicionales, comidas propias de la época — El rey continuó hablando.
— Vaya, suena divertido ¿No te parece Freya? — Florence me observó.
— Sí...
— Podrán disfrutar de ello en su momento — El rey me observó con una sonrisa débil en los labios.
Estaba actuando diferente desde anoche.
— Me gustaría ver — Admití.
— El castillo tiene muchos eventos en esa época, ya falta menos para el festival.
— Nos quejamos de que el invierno de Polemia nos persiguió hasta aquí, pero ya veo que es una estación encantadora — Dijo Florence, se le daba muy bien el mantener una conversación trivial.
— Lo es, pero la primavera y el verano muestran a Floris en todo su esplendor.
— Muero por verlo.
Hubo otro silencio mientras recorríamos más calles.
— ¿Nos detendremos en algún sitio? — Pregunté, al ver que recorríamos calles adoquinadas sin detenernos.
— Haremos algunas paradas para que conozcan los lugares significativos, pero no sería prudente bajar del carruaje hasta que lleguemos al sitio en el que bajaremos, cualquier cosa que deseen pueden pedirla, ordenaré a los guardias que traigan lo que quieran.
— Gracias, perdone la molestia me gustaría una bebida caliente — Dijo Florence y le lancé una mirada de desaprobación.
— Claro, hay una cafetería muy prestigiosa ¿Y usted? ¿también quiere algo caliente? — Me preguntó el rey y m sonrojé.
— Si no es mucha molestia — Admití y él asintió — ¿Qué es una cafetería?
— Es un lugar donde se sirve té, café o chocolate caliente junto con galletas o pan — Dijo, con una expresión divertida, sabía que solo le causaba gracia mi ignorancia.
— Queremos chocolate caliente — Dijimos a unisono Florence y yo.
El rey pareció querer soltar una carcajada cuando nos avergonzamos.
Los guardias iban a caballo vigilando el carruaje, así que el rey podía hacer señas y ellos se encargaban de ordenar al cochero parar.
Nos detuvimos después de minutos en la cafetería.
El rey habló con uno de los guardias desde la ventanilla. Ordenaron traer chocolate caliente y galletas para dos.
El hombre entró.
— ¿Usted no beberá? — Pregunté al rey.
— No, no me apetece.
Esperamos, el guardia volvió con una caja.
El rey me ordenó apartar un poco mi vestido, extendió la mano debajo del asiento y sacó una mesa de madera plegable que nos dejó asombrados.
El guardia entregó la caja y el rey la dejó sobre la mesa.
Abrió la caja, el olor a galletas me dió apetito, sacó una linda cuenca con galletas de varias formas y también una tetera y dos tazas.
— Supongo que debe devolver eso después de usarlo.
— Son cortesía de la casa.
— ¿No pagará? — Pregunté, sorprendida.
— Soy el rey, todo es mío.
Eso sonó arrogante, pero era cierto.
— Guao ¿Así que podría tomar cualquier cosa? — Preguntó Florence mientras ella servía el chocolate.
— No, no puedo.
— ¿Entonces?
— Podría, pero no quiero, no sería justo arrebatar cosas.
— Pero, dice que es suyo.
— Tal vez por derecho y poder podría, pero eso solo causaría dolor y disgusto en mis súbditos, mi mayor prioridad son ellos — Dijo y me quedé observando su rostro sin parpadear — Esa cafetería estaba quebrada hace meses, así que les di un préstamo y cambio solo pedí que me dieran gratis lo que quisiera siempre que los visite.
El rey notó mi mirada y me observó.
Me sonrojé más.
— Es un rey justo — Dije, sin poder evitarlo.
— Lo es.
— Trato de hacer lo que mi posición rige.
Seguimos el camino mientras bebimos chocolate caliente y comimos galletas.
El rey nos mostró todo lo que podía, plazas, boulevares, tiendas prestigiosas, barrios ricos y espacios abiertos.
Nos detuvimos frente a un edificio elegante, lejos de los barrios y tiendas, con escaleras amplias y columnas pulidas de mármol a ambos lados de la entrada.
— ¿Y este lugar que es? — Pregunté.
— Es el museo de arte — Dijo el rey — Esta será nuestra parada. Agradecería si se colocan las capuchas, el museo suele ser solitario, pero es solo por precaución.
Se colocó una capucha también.
Los guardias abrieron las puertas para nosotros.
El rey bajó, Florence agitó su mano para que fuera la siguiente.
Él extendió su mano para que la tomara.
Dudé un poco, pero como ambos teníamos guantes accedí.
Su agarre era firme mientras yo bajaba, tomando la falda de mi vestido.
Adrian alejó su mano para ayudar a mi hermana, ella también aceptó la ayuda.
Dos guardias nos siguieron mientras subimos las escaleras hacia el museo.
Así que este era el lugar tranquilo y silencioso.
El rey avanzó por las puertas.
Después de la entrada había un vestíbulo espacio, con un suelo pulido que parecía un espejo, el edificio era en forma de cúpula, con hermosas pinturas realistas en el techo, había varios umbrales a los lados, dividían hacia otras áreas.
Me gustaban las estatuas en el vestíbulo, todas bien acomodadas.
— Aquí hay gran parte de la historia de Floris — Dijo el rey ante mi expresión asombrada.
— ¿Tienen zonas de objetos antiguos? — Preguntó Florence, bastante emocionada.
Siempre le interesaban ese tipo de cosas.
— El guardia puede guiarle si gusta ir a ver.
— Por supuesto, no tengo problema — Dijo y me guiñó un ojo discretamente.
Me tensé.
— Lleve a la señorita al área de antigüedad — Ordenó el rey y el guardia asintió.
— Acompañeme señorita — Dijo y mi hermana le siguió hacia uno de los tramos.
El guardia que quedaba permaneció con nosotros.
— Quédese aquí, iré a ver las pinturas con mi esposa.
El guardia hizo una reverencia.
Adrian avanzó y lo seguí por otro umbral, el pasillo era pulcro y lleno de pinturas en fila en la pared.
— ¿Por qué está tan solo?
— En realidad, ordené privacidad por un día — Dijo, con postura firme.
— ¿Por qué no lo dijo?
— Su hermana empezaría a cuestionar y preguntar — Dijo, entrelazando sus manos detrás de él.
— Lo siento, es muy franca.
— No se disculpe, no me molesta, al menos sabe cuando debe dejarnos solos.
Me detuve, sonrojada — No fue su intención ser tan evidente.
— No se preocupe, supongo que le contó sobre lo que íbamos a tratar — Me evaluó, deteniéndose junto a la primera pintura.
— Un poco — Observé el cuadro.
Una especie de batalla en las afueras de la ciudad.
— ¿Qué es? — Pregunté.
— La primera rebelión del reino de Vanessa Esquilonia.
Me estremecí.
— ¿Hubo éxito?
— No, los rebeldes fueron masacrados, ordené a el duque de Slindar que hiciera un cuadro en honor a los caídos.
— En Polemia hubo una rebelión — Dije y el rey me evaluó — Mucho antes de que naciera, cuando mi padre estaba joven. Había una pequeña comunidad con guardias antes de que las murallas se alzaran, teníamos comunidades a lo largo de la costa, pero las rebeliones empezaron a darse debido a la precariedad y los ataques de los salvajes, el rey en ese entonces fue masacrado y mi padre quedó al mando, tuvo que asesinar a los rebeldes y levantó la muralla junto a los hombres que quedaron.
— Señorita Freya, con toda franqueza, eso me suena absurdo — Dijo y solté un jadeo.
El rey no parecía molesto.
Tomó mi mano y me estremecí.
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