NovelToon NovelToon
El Rezo Del Cuervo

El Rezo Del Cuervo

Status: En proceso
Genre:Traiciones y engaños / Síndrome de Estocolmo / Amor-odio / Atracción entre enemigos / Pareja destinada / Familias enemistadas
Popularitas:5.4k
Nilai: 5
nombre de autor: Laara

La cárcel más peligrosa no se mide en rejas ni barrotes, sino en sombras que susurran secretos. En un mundo donde nada es lo que parece, Bella Jackson está atrapada en una telaraña tejida por un hombre que todos conocen solo como “El Cuervo”.

Una figura oscura, implacable y marcada por un tormento que ni ella imagina.

Entre la verdad y la mentira, la sumisión y la venganza. Bella tendrá que caminar junto a su verdugo, desentrañando un misterio tan profundo como las alas negras que lo persiguen.

NovelToon tiene autorización de Laara para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

XX. Ceremonia.

Bella permanecía sentada frente al espejo, y el reflejo le devolvía la imagen de una novia lista para caminar hacia el altar, pero sus pensamientos estaban en otra parte. Las estilistas y maquilladoras ya se habían marchado, dejándola sola en la inmensidad de aquella habitación silenciosa. El velo descansaba sobre sus hombros como un peso invisible, y el vestido, aunque hermoso, le parecía una armadura hecha para mantenerla prisionera.

El silencio era tan denso que casi podía escucharse a sí misma respirar. Cada vez que cerraba los ojos, la ansiedad la aplastaba, y la idea de lo que estaba a punto de suceder la hacía sentir como si un abismo se abriera bajo sus pies. Entonces, de pronto, un recuerdo se deslizó desde lo más profundo de su memoria, arrancándola de la angustia y devolviéndola, aunque solo por un instante, a un tiempo donde aún era feliz.

Tenía apenas diez años. Estaban en la sala de casa, la mesa del comedor aún cubierta con platos vacíos y copas de jugo. Su padre bromeaba como siempre, con esa risa contagiosa que lograba arrancarle carcajadas incluso a su madre, aunque ella fingiera enfadarse.

—Cuando mi pequeña crezca —decía su padre, con tono solemne, fingiendo hablar como un juez—, ningún hombre en este planeta será digno de ella.

Bella, con sus trenzas despeinadas y un vestido rosa demasiado grande, golpeó la mesa con las manos diminutas y exclamó entre risas.

—¡Yo nunca me voy a casar! ¡Nunca! Porque yo solo quiero a mi papá para mí.

El estallido de carcajadas que siguió todavía resonaba en su pecho. Su padre la alzó en brazos y le hizo cosquillas en la barriga mientras ella gritaba y se retorcía de la risa.

—¿Escuchaste eso, mujer? —le dijo a su esposa, con los ojos brillando de picardía—. Nuestra hija lo ha decidido: jamás se casará, y se quedará a cuidar a su viejo hasta que yo sea un abuelito sin dientes.

—¡Sí! —gritó Bella, abrazando fuerte el cuello de su padre—. Nunca me voy a casar. Solo quiero estar contigo.

Su madre los miraba con esa mezcla de ternura y paciencia infinita, apoyando la barbilla en una mano mientras los veía jugar. Luego, con una sonrisa, agregó.

—Bueno, si algún día llega un muchacho a pedir tu mano, tendrá que entender que el primer lugar en tu corazón siempre será para tu padre.

Su padre fingió estar conmovido, poniéndose una mano en el pecho.

—¿Lo oíste, princesa? Eso significa que nadie, absolutamente nadie, podrá quitarme ese puesto. Y aunque un día la vida te lleve a otros brazos, yo siempre voy a estar aquí, y los míos siempre estarán abiertos esperándote, porque eres mi niña, y lo serás para siempre.

Bella lo miró con los ojos llenos de inocencia, sin comprender aún la profundidad de sus palabras. Lo único que entendía era que su papá siempre estaría a su lado, y eso le bastaba para sentirse invencible.

—Papá… —susurró ahora, años después, en esa habitación fría de la mansión, mientras una lágrima se deslizaba sin permiso por su mejilla.

La dulzura de aquella memoria se mezclaba con la crudeza del presente, desgarrándola por dentro. ¿Cómo había llegado a este punto? ¿Cómo había pasado de aquellas risas, de aquel hogar lleno de amor, a estar a punto de unir su vida con alguien que no había elegido?

La soledad de la habitación le devolvió el eco de sus pensamientos, y por un momento, tuvo la certeza de que su padre estaba cerca, muy cerca, como si pudiera escucharla y correr a rescatarla en cualquier instante.

Unos golpes suaves en la puerta quebraron el silencio. Bella se sobresaltó, mirando en aquella direcció. La puerta se abrió con cautela y apareció Arianna.

Deslumbrante en un vestido azul, con un corte elegante que acentuaba cada curva de su figura, su cabello castaño recogido en un moño impecable que dejaba al descubierto la delicadeza de su cuello, y un maquillaje sutil que realzaba sus facciones con un toque de sofisticación.

—Eres la novia más hermosa que he visto en mi vida —murmuró acercándose, con una sonrisa que no alcanzaba a borrar la aflicción de sus ojos—. Pero... una novia triste.

Con delicadeza, Arianna levantó la mano y secó la lágrima que se resistía a abandonar el rostro de Bella.

—Intenta ser fuerte, Bella —susurró con ternura—. Todo pasará, y será más fácil con el tiempo.

Bella la observó fijamente, sus dedos apretando con fuerza el velo sobre su regazo. Y entonces, con un hilo de voz firme pero dolido, cortó de raíz sus palabras.

—Voy a entregarme a William.

Arianna se detuvo en seco, parpadeando incrédula.

—¿Qué…? —alcanzó a decir, incapaz de ocultar la sorpresa.

Bella no le dio oportunidad de preguntar más. Con un nudo en la garganta, se adelantó.

—Esa anciana, ella vino a mí anoche... —Se le quebró la voz mientras sus manos temblaban—. Me maldijo.

El nombre no fue necesario; la sombra de la mujer bastaba para ensuciar la atmósfera de la habitación.

—Me dijo que soy indigna de esta familia… que no valgo nada… —Las palabras se le escapaban en murmullos ahogados—. Y también me dijo que William me dejaría libre una vez… una vez que me tuviera.

Arianna frunció el ceño con rabia contenida y le susurró, inclinándose hacia ella como si temiera que alguien pudiera escuchar.

—No confíes en esa mujer, Bella. Ni una sola palabra de su veneno. Da igual lo que diga, no creas en nada.

Pero enseguida, con cautela, le preguntó.

—¿Entonces… por qué dijiste lo de entregarte a William?

Bella bajó la mirada, incapaz de sostenerla.

—Ella me lo dijo, que me desecharía una vez lo consiguiera. Si es cierto… si después de eso me deja ir, entonces… quizá… —La voz se le quebró, ahogada entre el miedo y la desesperación—. Quizá sea la única salida.

El silencio se adueñó de la habitación. Arianna se quedó paralizada, incapaz de decir lo que realmente pensaba: que eso jamás se cumpliría. Que lo que la anciana había dicho no era cierto.

La puerta volvió a abrirse con suavidad, y una de las organizadoras entró con paso rápido pero respetuoso. Se inclinó apenas, midiendo sus palabras con cuidado.

—Todo está preparado. Los invitados ya ocupan sus lugares, la música ha comenzado a sonar y dentro de muy poco dará inicio la ceremonia.

El eco de esas palabras se extendió por la habitación como un golpe seco, cargado de un dramatismo imposible de ignorar. No era un simple aviso: sonaba a sentencia irrevocable, a cadenas cerrándose alrededor de su cuello. A Bella le pareció escuchar en esas palabras el peso de un destino escrito sin su consentimiento, como si cada sílaba fuese un clavo sellando su propia tumba.

El aire se le escapó en un suspiro quebrado, y sus manos comenzaron a temblar. Fue entonces cuando Arianna, sin decir nada, tomó con fuerza las de Bella. Las apretó contra las suyas, mirándola directo a los ojos, con esa intensidad silenciosa que hablaba más que mil frases vacías. Era una súplica muda, un juramento secreto de que no estaba sola.

Bella, sin embargo, sintió cómo esa calidez se estrellaba contra un muro de miedo y desesperanza que no sabía cómo derribar.

Bella permanecía unos minutos más en su dormitorio, sentada en el borde de la cama mientras Arianna ajustaba los últimos pliegues de su vestido. Sus pensamientos se arremolinaban, cada instante más abrumadores. El corazón le latía a mil por hora mientras escuchaba el leve murmullo de la mansión, donde ya se percibía la actividad frenética de la boda.

—Señorita Bella, es hora —anunció una de las organizadoras con una sonrisa atenta, mientras otra se encargaba de tomar la falda del vestido para que no se arrastrara. Arianna la tomó del brazo suavemente, ayudándola a incorporarse.

El descenso por las escaleras comenzó, y cada paso de Bella la sumergía más en un espectáculo de opulencia. La alfombra roja se extendía desde la cima hasta el vestíbulo de la primera planta, impecable, como un río de terciopelo que guiaba su camino. A ambos lados, columnas de flores blancas y lilas se elevaban hasta el techo, entrelazadas con guirnaldas doradas y sutiles luces que chispeaban como diminutas estrellas.

Candelabros de cristal colgaban de los techos altos, proyectando destellos que danzaban sobre los lujosos pasamanos y los marcos dorados de las paredes. Cada escalón estaba bordeado de arreglos florales cuidadosamente colocados. Todo emanaba riqueza y perfección, un lujo tan absoluto que hacía que Bella se sintiera aún más consciente de lo fuera de lugar que estaba en medio de aquel despliegue de grandeza.

Al llegar al último escalón, la figura de un hombre esperaba. Bella se detuvo un instante; no lo conocía. Su porte era impecable, un traje azul perfectamente cortado que acentuaba sus hombros anchos y su espalda recta, proyectando una presencia que imponía respeto y cierta inquietud. Era un hombre de mediana edad, con rasgos firmes y bien definidos, cuya mirada penetrante y fría contrastaba con una sonrisa breve, cargada de un toque oscuro, peligroso y elegante a la vez.

—Señorita Bella —dijo con voz grave, serena y medida, cada palabra cuidadosamente calculada—. Me llamo Benjamin, soy tío de William. Es un placer conocerla finalmente.

Bella apenas pudo responder, sus pensamientos corriendo a mil por hora.

Benjamin hizo un gesto sutil hacia un empleado que sostenía un cofre de terciopelo negro. Lo abrió con cuidado y dejó al descubierto un conjunto de joyas: un collar de diamantes que capturaba la luz con cada movimiento y pendientes a juego que brillaban con un resplandor casi hipnótico.

—Mi sobrino está encantado de tenerla cerca —continuó, con esa sonrisa oscura que parecía medir cada reacción—. Y yo estaría desairado si no aceptara este pequeño obsequio, un símbolo de respeto y bienvenida a nuestra familia.

Bella retrocedió ligeramente, con la voz temblorosa.

—No… no puedo aceptarlo… es demasiado…

Benjamin la observó fijamente, la seriedad de su rostro contrastando con su cortesía.

—Rechazarlo sería un desaire, señorita. No es solo un regalo; es un reconocimiento. Por favor, acéptelo. —Cada palabra caía como un mandato, con esa mezcla de firmeza y elegancia que hacía imposible replicarle.

Durante unos segundos, Bella dudó. Finalmente, asintió con la cabeza.

Benjamin le ofreció su brazo, firme y seguro.

—Permítame acompañarla —dijo, serio, pero con un aura caballerosa que imponía respeto.

Bella titubeó un instante más, luego colocó su mano sobre su brazo. Tuvo una sensación extraña al hacerlo, un leve escalofrío le recorrió la espalda.

El jardín de la mansión había sido transformado en un escenario digno de un cuento, pero con un lujo que sobrepasaba cualquier fantasía. Columnas de flores blancas y lilas se elevaban a ambos lados del pasillo central, como si la naturaleza misma se hubiera confabulado para formar un arco de bienvenida. Las mesas, dispersas estratégicamente entre senderos de mármol y caminos de piedras pulidas, estaban cubiertas con manteles de seda bordados en hilo dorado. Entre ellas, fuentes de agua cristalina brillaban como diamantes, mientras su murmullo constante se mezclaba con la brisa, y un suave aroma floral impregnaba todo el espacio.

En un templete especialmente montado, un pequeño conjunto de músicos tocaba violines, chelos y arpas con un virtuosismo impecable. Cada nota parecía envolverse en el aire, elevando la atmósfera de solemnidad y lujo, preparando a todos los presentes para un momento que prometía ser inolvidable.

—¡Damas y caballeros, la novia hace su entrada! —anunció el maestro de ceremonias, y un silencio reverente cayó sobre todos los presentes.

Cuando Bella puso un pie en ese jardín, todo cambió de repente. Los acordes de los instrumentos se elevaron y se entrelazaron hasta convertirse en la marcha nupcial, inundando el jardín con una solemnidad majestuosa que anunciaba la llegada de la novia, y cada cabeza se giró al instante para contemplarla. El murmullo de cientos de invitados se convirtió en un susurro colectivo, un río de cuchicheos que recorría la multitud como un viento cargado de curiosidad y asombro.

Algunos la miraban con auténtica veneración, otros con envidia, recelo o admiración; ella no conocía a nadie y se sentía expuesta, cada paso perfectamente cuidado aumentaba la sensación de estar siendo juzgada por ojos que parecían ver hasta su alma.

Sus ojos iban de un lado a otro, buscando un punto fijo, intentando encontrar algo familiar en medio de aquel océano de rostros, hasta que finalmente lo vio. William estaba allí, firme en el altar, su postura era más que elegante: era imponente, dominante, como si el mundo entero girara a su alrededor.

Estaba impecable. El traje negro se ajustaba a su cuerpo como si hubiera sido hecho a medida para resaltar cada línea de sus hombros y torso, elegante y severo al mismo tiempo. La chaqueta caía perfecta sobre su espalda recta, los pantalones mostraban una silueta firme y poderosa, y la camisa blanca impecable añadía contraste, realzando la intensidad de su mirada. Su cabello, cuidadosamente peinado hacia atrás, brillaba con un toque de sol y complementaba su rostro cincelado, haciéndolo ver aún más intimidante y atractivo. Cada detalle de su apariencia transmitía control, dominio y una belleza peligrosa que era imposible ignorar.

Sus ojos negros estaban clavados en ella, y la intensidad de su mirada era casi física. No la miraba simplemente, la devoraba. Cada movimiento que ella hacía, cada pequeño balanceo de su vestido, parecía registrar y evaluar con una precisión inquietante. Era como si pudiera ver cada pensamiento, cada miedo y cada inseguridad que la recorría, y aun así no apartaba la vista.

Cada músculo de su cuerpo reaccionó ante esa presencia, y un estremecimiento recorrió su espalda y brazos.

En ese instante, Bella comprendió algo que la dejó helada; él no era solo un hombre que imponía respeto, ni alguien acostumbrado al lujo o al poder. Su oscuridad tenía un filo que podía cortar cualquier intento de rebelión o voluntad propia. Allí, en medio de la multitud, William no solo la observaba, la reclamaba con la intensidad de alguien que no conoce límites. Era como si cada pensamiento, cada deseo reprimido y cada instinto más salvaje estuvieran contenidos en ese hombre, y ella lo percibía, inconscientemente, con una mezcla de miedo, y un estremecimiento que recorría todo su ser.

Aquel hombre frente a ella no era un simple prometido; era una tormenta contenida, y, a la vez, alguien que parecía saber exactamente cómo hacerla temblar sin siquiera moverse. Bella no desvió la mirada, con una claridad aterradora, sabiendo que no había escapatoria de la sombra de su oscuro mundo.

1
Cristina Rodriguez
Interesante novela.... pero no Sta completa
Paz Bach
Así me gusta Bella!!!! Dale no te quedes atrás jajaja
Paz Bach
Si cuervo y llegará el día que esa mujer te ponga una correa... 😌
Paz Bach
🤣🤣🤣😂 no puedo de verdad estoy como loca me enfado luego me rio
Paz Bach
Já! ahora resulta, disque su mujer, veremos a ver si consigues que sea tu mujer 😉😏
Paz Bach
no ya... mataste a tu padre muchacha con eso
Paz Bach
😭😭😭😭
Paz Bach
William tendrás que besar el piso por donde camina bella porque lo que estás haciendo es de ser un desgraciado!!!!!
Paz Bach
entiendo que está haciendo todo esto para salvar a su padre... pero aún así Bella... agh! ya no sé estoy que me como las uñas 😭
Paz Bach
esooo no se deje comisario será muy Cuervo y toda la cosa pero el amor de padre puede con todo!!!
Paz Bach
ay no pues la ironía personificada... 🤣
Cristina Rodriguez
excelente novela.. gracias escritora por compartir su historia... es mi tema de lectura mafia
Lina Montoya Blanquicett
pégale duro Chama !!ahora es cuando comienza la guerra de poderes!! dale dónde le duele más al hombre en su eterno orgullo
Lina Montoya Blanquicett
yo creo que es más para el!! idiota yo veré cuando esté llorado pidiendo cacaoo !! miserable
Lina Montoya Blanquicett
yo creo que más para el...idiota te vas tragar tus palabras yo veré cuando estés llorando pidiendo cacaoo!!! miserable
Lina Montoya Blanquicett
que dolor como padre saber que tú conoces a tu hija cuando miente y que te lo sostenga en la cara eso hace doler el alma inmensamente 😭
Lina Montoya Blanquicett
este hombre es un depravado!!! depravado ..que dolor
Lina Montoya Blanquicett
hay bendito!!
Lina Montoya Blanquicett
mato al papá !! con esa palabras
Lina Montoya Blanquicett
desgraciado!!! en verdad y lo más triste que así hay gente
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play