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La Princesa Y Andrómeda

La Princesa Y Andrómeda

Status: En proceso
Genre:Yuri / Venganza / Intrigante / Enemistad nacional y odio familiar / Mundo de fantasía
Popularitas:1.6k
Nilai: 5
nombre de autor: Escritora.Fantasma

Una habitante de la galaxia lejana se enamorará irremediablemente de una princesa heredera de Ares.

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La serpiente

El crepúsculo extendía su manto sobre la vasta urbe de Atenea, tiñendo de púrpura y oro las cúspides de sus torres. En su seno, siete valerosos aventureros, acompañados por Ari de Andrómeda, recorrían las arterias de la ciudad en pos de seis criaturas ignotas que, cual sombras danzantes, se escabullían entre los márgenes de lo visible y lo intangible. Las pistas eran inciertas, efímeras como el rocío matinal; quienes lograban avistar a la bestia de turno pronto hallaban su rastro disipado, como si su esencia misma se deslizara entre los pliegues del tiempo.

Las demás criaturas, por su parte, parecían actuar con una inteligencia enigmática, ocultándose de la mirada profana en un juego de caza donde solo ellas dictaban las reglas. Como si se hallaran ligadas por un propósito insondable, una se dejaba ver mientras las otras permanecían en letargo, aguardando su turno en la danza de lo desconocido.

Pero si los espectros de la noche eran escurridizos, no lo eran menos quienes les daban caza. La princesa Ira, soberana de Atenea, y sus fieles secuaces no se daban por vencidos. No en tanto existiera en sus venas la sangre de la responsabilidad, ni en sus corazones el fuego del deber. “Nos incumbe, como guardianes de esta tierra, hacerles frente sin desfallecer”, había sentenciado la princesa con voz férrea, y ninguno osó contradecirla.

De tal modo, su odisea los condujo a través de las intrincadas callejuelas de Atenea y sus alrededores, llegando incluso a la noble ciudad de La Rome en una fugaz incursión, donde investigaron con sigilo, sin alarmar a sus moradores ni perturbar la frágil armonía del lugar.

Fue en la voz de los pastores del rebaño donde hallaron la clave: un ser de aspecto serpentino había sido visto deslizándose en dirección a Alejandrina, una región feudal apartada del bullicio de la metrópoli. Allí, entre colinas cubiertas de esmeraldinas arboledas y casas dispersas como estrellas en un cielo de hierba, la bestia hallaría refugio. La noticia no sorprendió a la princesa ni a sus compañeros; semejante criatura, que desafiaba el rigor de la luz y la lógica del espacio, encontraría en aquel paraje solitario un terreno propicio para su acecho.

Con renovado ímpetu, los dos vehículos aceleraron su marcha. Saxo, al timón de la furgoneta, incrementó la velocidad, mientras Nicky, en el automóvil de la princesa, no le fue en zaga. El viento silbaba en sus oídos, preámbulo de la inminente revelación.

—¿Creéis que aún se desliza por Alejandrina? —preguntó Cyril con un destello de duda en la mirada.

—¿A qué viene tal inquietud? —replicó Giordano, con el deje socarrón que le era característico.

—Ya ha sido dicho y repetido —intervino Bastián, volviendo su rostro para divisar a sus hermanos en el asiento trasero—. Aquella serpiente parece moverse a la velocidad de la luz.

—En efecto —afirmó Saxo con aire pensativo—. Cada vez que arribamos a un sitio, su estela ya se ha desvanecido.

—Tal parece que esa serpiente muda algo más que su piel —comentó Cyril con una mueca de desagrado—. Sólo imaginarlo me revuelve las entrañas.

—¡Oh, mi delicado hermanito! —se burló Giordano.

—Al menos no soy yo quien vive en un perpetuo tormento por una mujer que le ignora… —replicó Cyril, con malicia en la voz—. O peor aún, por una que sólo le busca para enfrascarse en disputas o hablar de su amor imposible.

—Eres patético —masculló Giordano, rodando los ojos con fastidio.

—Lo aprendí del mejor —Cyril le dedicó un guiño travieso.

—Un patético que repite los mismos argumentos de siempre.

—¡Oh, ya comprendo por qué lo dices! —rió Cyril—. ¡Vaya que estás hundido en la locura por Nicky! Hasta recuerdas cada riña entre ella y yo. Hay grados de demencia, pero tú te precipitas al abismo sin freno.

—Eres tú quien delira —respondió Giordano con una mirada de exasperación—. Divagas y sueltas sin filtro las sandeces que brotan de tu mente.

—Querido hermano, sólo un necio discute con otro —murmuró Cyril, ocultando una sonrisa tras un gesto ambiguo.

—¡Exacto! Tú mismo lo has dicho, necio.

—¿Soy yo acaso el que ha sido consumido por la semidiosa de la noche?

—¡Silencio ya! —bramó Bastián, su voz hendiendo el aire con autoridad—. ¿Acaso sois incapaces de pasar un día sin vuestros pueriles altercados?

Un mutismo solemne se instaló en la furgoneta. Como si su sentencia hubiera sido el trueno que antecede la tormenta, todos callaron. Poco después, el sonido de una bocina quebró el silencio. Era Nicolasa, al volante del automóvil de la princesa, indicando que se detuvieran. Giordano y Cyril intercambiaron una mirada furtiva; el primero suspiró con hastío, el segundo reprimió una carcajada.

—Es la señal —anunció Bastián—. Detente, Saxo.

El prodigio de la música obedeció, apagando el motor con un giro de muñeca. Acto seguido, los hermanos descendieron, encontrándose con las damas, ya firmes en la tierra.

—¿Es este el lugar? —indagó Bastián.

—Así lo suponemos —respondió Melancolía, con su usual timidez.

—Si es así, entonces confío en que no erramos —musitó Bastián, dedicándole una sonrisa de suave picardía—. Tus ojos tienen el don de ver lo invisible… además de poseer una fascinación singular.

—¿De veras lo crees? —Mel torció entre sus dedos un mechón de su cabello rojizo, apartándolo con gracia tras su oreja.

—Por supuesto, querida Mel —susurró él, repitiendo el gesto con el otro mechón que caía sobre el rostro de la semidiosa.

—¡Cof, cof! —se aclaró la garganta Nicky, con una ceja arqueada—. ¿Seguimos con la misión?

La princesa Ira asintió con gravedad.

—Hemos llegado al punto indicado por los pastores —proclamó—. Debemos proceder con cautela. Ignoramos la verdadera naturaleza de aquello a lo que nos enfrentamos.

Ari, que hasta entonces se había mantenido en silencio, alzó la voz con cautela:

—¿Y qué haréis si la halláis?

Nicky la miró con recelo.

—¿Por qué lo preguntas?

—Por simple curiosidad.

—Tu curiosidad es… persistente.

—Disculpa la insistencia.

—¡Hades, Nicolasa! —exclamó la princesa con severidad—. Modera tu desconfianza hacia Ari. Estamos todos en la misma búsqueda, y en lugar de agradecer su ayuda, la sometes a tus suspicacias.

—Lo siento, Su Majestad.

—Ari —prosiguió la princesa, dirigiéndose a la andromedana—, antes de decidir, primero debemos saber contra qué nos enfrentamos.

Ari titubeó antes de preguntar:

—Pero… ¿no la lastimaréis, verdad?

La princesa la miró fijamente.

—Espero que no lleguemos a tal extremo.

Un sonido súbito rasgó el aire, un crujido proveniente de los matorrales. Todos guardaron silencio, tensos, aguardando lo inevitable.

El momento había llegado.

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𝑪𝒉𝒆𝒓𝒓𝒚🍒✨_
Tu escritura es tan fácil de seguir, realmente disfruté leyendo y espero más.
Fantasma Escritor: Muchas gracias
total 1 replies
°·`.Elliot.'·°
😍 ¡Estoy enamorada de tus personajes y su historia de amor! ¡Gracias por escribirlo!
Fantasma Escritor: Muchas gracias por leerlo.
total 1 replies
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