Olivo

...ROQUER:...

Pecas crema, sobre piel blanca, sobre mejillas sonrojadas, su nariz respingona, pecas en dos frutos pequeños y redondos, en un abdomen plano y una cintura estrecha, pecas en los muslos y en entre ellos, escondidos en el triángulo de rizos rojizos.

¿Cuántas pecas había? Quería contarlas una a una.

Cabello rojizo liso, ese fleco molesto rozando una frente pequeña, cejas rojizas, pestañas rojizas, ojos entre azul y plata grandes y brillantes.

Labios redondos y pequeños, muy rosa.

Sostuve sus caderas, esa piel tan suave y delicada contra mis enormes manos fuertes.

Lágrimas sobre sus mejillas, mientras me adentraba dentro de un interior lleno de miel, estrecho.

Por primera vez toqué el cielo.

Todo se repetía una y otra vez.

No quería escapar de allí, estaba en el lugar correcto.

Unido a ella, una y otra vez, no me cansaba, no me rendía, eternamente unidos en un frenesí que se repetía.

Y luego estaba abriendo los ojos, con una bocanada de aire me quedé por muchos minutos jadeando, tratando de recuperar toda la energía con solo respirar. Me dolía el cuerpo, la cabeza, hasta la mente, estaba confundido, atrapado con el cuerpo entumecido.

¿Qué era esto?

Mis ojos se aclararon.

Había un techo de paja ante mí.

Me quejé al intentar moverme.

Observé hacia ambos lados.

Frascos y más frascos, sobre mesas, velas encendidas y un altar.

¿Dónde rayos estaba?

Me senté y todo el mundo me dió vueltas, tuve que aferrarme a los bordes de la mesa sobre la que estaba.

Esto era debilidad.

— Pepper — Dije, observando a todas partes.

— No te muevas — Dijo alguien.

Se aproximó.

Una mujer con extraña túnica y collares.

— ¿Quién rayos eres?

— La curandera que te trajo devuelta, con ayuda de Alcaicas, por suerte es misericordiosa y bondadosa.

Me llevé una mano al pecho, tenía una venda, me dolía.

— ¿Dónde estoy?

— En una aldea — Se alejó hacia los frascos — el anciano que vive aquí mostró compasión, ayudó a tu compañera a traerte hasta acá.

— Pepper... ¿Dónde está?

— No deberías esforzarte, acabas de despertar y no estás acto para ponerte en pie nuevamente — Regresó con un vaso de madera — Bebe esto, es para los mareos que te dejó el veneno.

— ¿Dónde está Pepper? — Gruñí, sin tomar el vaso.

— Bebe — Ordenó.

— No beberé una porquería que una desconocida me está dando.

— Hombre necio y estúpido, te he salvado la vida, no me pagues con groserías — Siseó, extendiendo el vaso — De no ser por mí y por Alcaicas estarías en la oscuridad, tu cuerpo ya tendría gusanos hasta en el trasero.

Tomé el vaso a regañadientes y bebí.

Era asqueroso, pero lo soporté.

— ¿Dónde está esa tal Alcaicas?

Señaló el altar, a la figura entre velas.

Ah, una fanática.

— La protectora de hombres y mujeres, por ella estás respirando nuevamente.

— Agradezco a usted, pero no agradeceré a un pedazo de yeso — Gruñí, de mal humor por sentirme como si estuviese pasando hambre en la calle nuevamente, como si hubiese sido humillado y golpeado por segunda vez.

Serpiente casi lo logra, pero a pesar de mi agonía antes desplomarme me encargué de que se fuera primero al infierno antes que yo.

— Insultas a la interceptora, eres un hombre que debió morir, mi diosa te salvó el pellejo.

— Si, como digas — Protesté — ¿Dónde está Pepper?

— La chica pelirroja se fue.

Me tensé — ¿A dónde?

— Los guardias reales vinieron y se la llevaron.

Aventé el vaso al suelo.

— ¿Por qué lo permitió? — Gruñí, temblando.

— Nada podía hacer una curandera, un anciano, mujeres, hombres de campo que no saben pelear y niños — Dijo, enojada — Los guardias reales cumplieron con su deber, buscaban a la señorita noble y la encontraron, nadie iba a perder la vida por impedirlo, nuestra generosidad tiene límites.

— ¿Por qué no me llevaron a mí?

— La misma señorita pidió que no dijeran nada sobre su presencia, ninguno la delató y yo lo cubrí con una manta de pies a cabeza, pensaron que era un muerto, por eso sigue aquí — Dijo, recogiendo el vaso y alejándose — Debería arrastrarse por el suelo por esa señorita, lo ha salvado dos veces de peores destinos que una herida en el pecho, pero en su lugar la lastima.

— Usted no es quien para opinar, es mi enemiga por dejar que se la llevara, ahora no sé si la veré de nuevo — Dije, sin comprender la sensación que eso me producía.

Pepper estaba lejos de mí.

— Mal agradecido ser, el destino se la ha arrebatado por sus propias acciones, la señorita pudo haber muerto por quedarse a su lado y sin embargo, siguió con usted, todos estos días que estuvo inconsciente solo podía pensar en que despertara, casi no dormía, ni comía — Me observó con furia — La pobre señorita es más débil que una hoja seca y a pesar de eso, encontró las fuerzas para permanecer en vela solo por verlo abrir los ojos.

— ¿Cuánto tiempo pasó?

— Tal vez dos semanas o tres, aquí el tiempo para mí está muerto, solo vivo cada día preparada para mi encuentro con Alcaicas hacia el paraíso.

Vieja loca.

— ¿Cuándo se la llevaron? — Insistí.

— Hace como tres días.

Bajé las piernas de la mesa.

— Debo ir por ella.

— Patrañas — Siseó y me evaluó — No podrá salir de aquí hasta que este recuperado.

— Me importa una mierda.

— Es un desperdicio que esa señorita se diera tan mala vida por verlo consciente nuevamente, usted va a volver a la muerte si intenta irse.

— Ella volverá a la capital... El duque la encerrará y yo...

— La señorita estará a salvo así que no debería preocuparse en ir tras ella tan pronto.

— Usted no me dice que hacer — La fulminé con la mirada.

Mis pies tocaron el suelo, pero mis piernas temblaban, intenté apoyarla y tuve que sostenerme de la mesa cuando perdí el equilibrio.

— Recuperese primero, unos tres días por lo menos y luego vaya, aunque no se que podría hacer un sujeto de su calaña para ganarse a una noble y el respeto de la sociedad.

— No busco ganarme a la sociedad — Gruñí, mantiendome sentado.

— La noble está enlazada a ella, su corazón a elegido a un rufián, así que tendrán que ser fuerte si quiere que su amor siga, de lo contrario será una de tantas historias que terminaron en ruptura, se que los nobles jamás eligen el amor, se casan por conveniencia, así que puede ser difícil seguir, pero solo el amor es importante y usted debería luchar por eso, ahora tiene un propósito para vivir.

— ¿Amor? — Siseé — ¿Quién rayos se molestó en contarle toda mi vida mientras estaba inconsciente?

— Nadie lo hizo, Alcaicas es la que me revela los secretos del alma, ni siquiera la noble me informó quienes eran y aún así lo supe, solo me preguntaba si ibas a despertar, si te salvarías, suplicaba porque te salvara — Dijo y me sentí avergonzado, no creí que a nadie le importara si moría y resulta que la señorita que rapté sí.

A mí me importaba ella, pero aún así no pude protegerla, casi muere y ahora estaba lejos de mí.

— Ella...

— Está enamorada y pobre de su corazón, aún falta mucho para que sea felíz.

— No merece esto... No voy a acercarme a ella...

Soltó un resoplido — ¿Cree que dejar de verla sanará su sufrimiento y el suyo?

— No, pero con el tiempo ambos podremos seguir con nuestras vidas, no podré estar con ella, es una noble y yo un rufián, a pesar de lo que dice usted, no comprende que nuestros mundos son difíciles de mezclar, mi cabeza tiene precio, esos guardias me buscan para llevarme a la horca... Es mi destino morir, pero antes le daré mejor vida, la dejaré libre— Dije, acariciando mi frente.

— Si fuese su destino morir, no habría despertado, debería aprovechar esta oportunidad para empezar de nuevo, dejar su vida delictiva atrás.

— No la puedo dejar, voy a ser juzgado.

— No puede predecir el futuro solo por las consecuencias de sus actos, la vida tiene sorpresas.

— Pisaré la capital solo para ser apresado, pero ante me llevo al desgraciado que nos arruinó la vida — Lo dije más para mí mismo.

— Deja el orgullo, eres obvio en tus razones, la señorita es tu causa, puedes echar por la borda todo y escapar lejos, pero vas a seguirla porque es lo que demanda tu corazón.

La observé con el ceño fruncido — También regreso por mi hermana, aunque no es su problema mis razones, el que me hayas sanado no le da derecho a opinar sobre mi vida.

Arqueó las cejas — He tenido peores pacientes... Uno me escupió a la cara y me llamó bruja solo porque lo salvé de una picadura de serpiente, otro quiso pagarme para acostarme con él.

— Por desgracia para usted no seré ninguno de esos dos, solo quiero irme ¿Dónde está mi ropa? ¿Dónde están mis cosas?

— La camisa estaba llena de sangre, la tiré, el resto de la ropa la di a una de las mujeres par que la lavara — Dijo, más serena — La señorita repartió la comida que había dentro de la mochila, las armas permanecen con la ropa.

— ¿Y él dinero? — Pregunté, volviendo a sentarme al no soportar el mareo.

— La señorita me lo dió.

— No es tan generosa como dice ser.

— Necesito cubrir gastos para mantener mi pequeño hospital — Ondeó su mano por toda la choza — Los aldeanos me dejaron vivir aquí con la condición de que los sanara, solo los forasteros pagan así que debo aprovechar el dinero cuando me lo dan, comprar más plantas para los ungüentos y posiciones curativas.

— Quédese con esas piezas, son robadas.

— Lo sé.

— Ah, consiga una mejor cama que esto, las piezas cubren para un buen servicio al paciente — golpeé la mesa debajo de mí.

— No entiendo como un ser tan dulce puede querer a un ser tan duro como roca y agrio como limón.

— Es una buena combinación — Dije, con ironía.

Quería salir de esa aldea, me sentía tan débil que el momento de la partida se alargó. Terminé ayudando a esos aldeanos en cosas sencillas, solo por puro agradecimiento, aunque al estar completamente recuperado pedí un caballo y mis pertenencias.

La camisa que llevaba puesto era ridícula, sin mangas, solo lona vieja de un saco, cortada como camisa, pero no me quejé, no me importaba la ropa, solo el llegar a la capital.

Partí a caballo, solo tenía los aretes de Pepper en la mochila y mis armas encima.

No era más que un vagabundo.

Estaría muerto de no ser por Pepper, por los aldeanos y por la bruja.

Si no hubiese tratado mejor a la señorita, tal vez estaría muerto junto a la serpiente, podrido como él.

Decidí echar un vistazo al lugar.

No lo encontré al llegar y eso me llenó de alarmas.

Por las marcas en la hierba el cuerpo había sido arrastrado, seguí las marcas y encontré un barranco.

Había un campamento de guardias abajo.

Bajé del caballo y me escondí tras un árbol.

El cuerpo de la serpiente estaba sin cabeza al final del barranco.

Los guardias iban y venían en el campamento, saliendo de las tiendas.

— ¡Debimos interrogar a la señorita Pepper! — Gruñó un guardia a un grupo — ¡No dejarla ir!

— No teníamos autorización.

— Esos errores nos costarán caro, tuvimos la oportunidad de interrogar y solo la enviamos a la capital, nadie iba a enterarse de esto, muchos habrían conseguido un ascenso por la información que seguramente tenía.

— De eso puede encargarse la guarnición — Gruñó el que parecía ser el líder — Ahora, nuestra disyuntiva es el verdadero proceder de ese cuerpo a pocos metros de la aldea.

— Debimos interrogar a la hija del duque, ahora que su padre está encarcelado, es cuestionable su inocencia, es una pieza clave para saber si el duque es realmente culpable... Ese cuerpo pertenecía a un rufián buscado, del mismo barrio que el otro, tal vez fue cómplice del lobo y este lo traicionó.

¿El duque estaba encarcelado? Así que lord Mercier lo logró, aprovecharía esto para liberar a Maude.

Pepper vino a mi mente.

Ella era inocente, pero obviamente sería objeto de interrogaciones y sospechas, debía ir y aclarar todo, ayudar así no supiera cómo.

Dejar a todos los inocentes fuera de esto.

Otro grupo de guardias llegaron, llevaban arrastrando al barón Pepper.

— ¡Sueltenme, no hice nada!

— ¡El mensaje en la paloma mensajera decía lo contrario, Llevenlo al carruaje de prisioneros!

— ¿A este tampoco vas a interrogarlo? — Preguntó el otro guardia.

— Las órdenes dicen capturarlo y llevarlo a la capital, la guarnición es la única con autorización para interrogar — Gruñó el líder.

Me alejé con el caballo para emprender la marcha pronto.