**La vida perfecta no existe, y menos cuando la creamos basándonos en otras personas. Soy Elena Hernández, una mujer común que se enamoró del hombre perfecto. Juntos soñabamos con salir adelante y poder emprender nuestro propio negocio. Pero, para que esto pudiera ocurrir, uno de los dos debía sacrificar sus sueños. ¿Y adivinen quién se sacrificó?**
**Vivía en una burbuja que pronto me reventaría en la cara, haciéndome caer en el más profundo abismo. ¿Seré capaz de salir adelante? ¿Podré alcanzar mis propias metas? Acompáñame en este nuevo inicio y descubramos juntos de qué estoy hecha.**
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Capítulo XX Dejarse llevar por sus sentimientos
Punto de vista de Elena
Me sentía satisfecha por el resultado de mi pequeña travesura; estaba segura de que esa mujer no nos molestaría más, ya que el protector especial que le apliqué tarda algunos días en desvanecerse.
Mientras admiraba la belleza del lugar junto a Leonardo, él rompió el silencio con su habitual porte inflexible: "Estuvo mal lo que hiciste".
"No sé de qué hablas", respondí con un aire de inocencia.
"Sabes bien a lo que me refiero", continuó él, mirándome fijamente.
Me encogí de hombros, mostrando que no tenía ni idea de lo que estaba diciendo. "Eso me pasa por querer hacer un favor", susurré indignada.
"Ya se está haciendo tarde. Mejor regresemos a la ciudad", propuso Leonardo mientras comenzaba a alejarse de mí. Su actitud solo me confirmaba que aún sentía algo por su ex. Un nudo feo se formó en mi corazón; pero, ¿qué podía esperar? Ella era de su nivel. Caminé sintiendo cómo me faltaba el aire, pero debía ser fuerte; entre Leonardo y yo no había nada.
Al llegar, nos despedimos de la abuela y del señor Gerardo. Al final, ellos eran los únicos que realmente me habían tratado bien en esa familia. "Creo que es peligroso que se vayan. Ya es muy tarde y está oscureciendo", advirtió la abuela.
"Mi madre tiene razón. Además, es fin de semana y mañana no hay que trabajar", intervino el papá de Leonardo.
Leonardo me miró antes de decidir: "Está bien, nos quedaremos esta noche. Llevaré a Elena a una habitación para que descanse un rato".
Sin preguntarme si estaba de acuerdo o no en quedarme allí, Leonardo tomó mi mano y me arrastró hasta la recepción. "Quiero volver al apartamento con Lucía".
"Ya escuchaste a mi abuela y a mi papá; no podemos volver", dijo Leonardo, imponiendo su decisión.
No quería seguir discutiendo más con él. Una vez que hizo la reservación, tomé las llaves y fui en busca de la dichosa habitación. Él me siguió en silencio y se lo agradecí; no quería que mi buen humor se echara a perder.
"¿Al menos sabes a dónde vas?", preguntó Leonardo, tomándome del brazo.
"Estoy buscando mi habitación; ¿no es obvio?", respondí, rodando los ojos.
Leonardo me miró con una mezcla de exasperación y diversión. "A veces me pregunto si realmente sabes a dónde vas en la vida", bromeó, mientras me guiaba por el pasillo.
"¡Por supuesto que lo sé!", respondí con un tono desafiante. "Solo que este lugar es un laberinto. ¿Quién diseñó este lugar, un minotauro?"
Él soltó una risa suave, y eso hizo que mi corazón se suavizara un poco. Había algo reconfortante en su presencia, aunque no podía ignorar la sombra de su ex que siempre parecía querer colarse en nuestras conversaciones.
Finalmente, encontramos la habitación. Era acogedora, con una vista encantadora del bosque que rodeaba al club. "Aquí estamos", dijo Leonardo al abrir la puerta. "Espero que sea de tu agrado".
"Es perfecta", confirmé sinceramente, aunque mi mente seguía divagando hacia cómo había cambiado todo entre nosotros. "Gracias por quedarte conmigo, aunque no era lo que quería".
"Lo sé, pero a veces hay que hacer sacrificios por los demás", contestó él, encogiéndose de hombros como si fuera algo trivial.
Me quedé en silencio un momento, observando su expresión. Había una chispa en sus ojos que me decía que aún había mucho más entre nosotros de lo que ambos queríamos admitir. "¿Y tú? ¿No te gustaría pasar tiempo con tu familia?", pregunté al final.
"Mi familia también es complicada", admitió Leonardo con un suspiro. "Pero aquí estoy, así que aprovechemos el tiempo juntos".
Asentí, sintiendo una conexión más profunda con él mientras nos sentábamos en el borde de la cama. "Entonces, ¿qué hacemos ahora?", pregunté curiosa.
"Podríamos hablar sobre lo que pasó antes", sugirió él, mirándome intensamente.
"No quiero hablar sobre eso", respondí rápidamente, sintiendo cómo el tema me incomodaba. “Ya estoy cansada de ser la villana”.
Leonardo sonrió suavemente y se acercó un poco más. "No eres la villana, Elena. Solo estás tratando de protegerte a ti misma y a lo que quieres".
Su comprensión me sorprendió y me hizo sentir valorada. En ese momento supe que había algo especial entre nosotros; algo que merecía ser explorado más allá de las complicaciones del pasado.
"¿Por qué te molesto lo que le paso a Amanda?, pregunté trayendo a esa mujer a nuestra conversación.
"En realidad me divertí al verla toda naranja...", comentó tratando de contener la risa. "Pero no quiero que ella y mi madre se quieran vengar de ti por lo que hiciste", continuo cambiando su expresión a una de preocupación.
"Me sé defender no te preocupes por mí, mejor aprovechemos este tiempo para hablar de nosotros y olvidemos a esa mujer", propuse con una sonrisa.
Leonardo asintió tomando mi mano y dándole un beso. "Eres muy valiente, además me sorprende que mantuviese la calma aun y cuando mi mamá quiso humillarte".
"He aprendido a no reaccionar por impulsos, prefiero pensar y calcular la situación antes de actuar".
Leonardo se quedó en silencio mirándome fijamente, empezaba a ponerme nerviosa así que me levante de la cama, pero Leonardo me atrajo hacia él haciendo que cayera en sus piernas, nuestra respiración chocaban por la cercanía de nuestros rostros, ese hombre me hacía perder mi capacidad de razonar.
Nuestros ojos estaban conectados, me sentía en una nube flotando en medio del vasto universo. Trague grueso deseando que el me besara, pero ese beso no llegaba y empezaba a desesperarme. Decidí tomar el control de la situación, así que me acerque más a él besando sus sensuales labios. El no desaprovechó la oportunidad y continuó con el beso, sus manos recorrían cada parte de mi cuerpo haciéndome querer más, estaba perdiendo el control y una vez más me deje llevar por el momento. Pero esta vez fue diferente, Leonardo me trató con mucha delicadeza, asumo que temía lastimar a nuestro hijo. Lo que su era seguro fue que me sentí deseada una vez más y que este paso era el inicio de algo más.