A los dieciocho años, me vi obligada a casarme con Aureliano Estrada, un hombre poderoso, atractivo e inteligente, pero también un despota que se había encaprichado conmigo. Lo odiaba profundamente, ya que su ambición me había obligado a renunciar al amor de mi vida, Marcos Villasmil, el chico más guapo y dulce que jamás había conocido. Nuestro amor era real y puro, pero mis padres no lo aceptaban; al menos eso me hacían creer. Cada día en la vida con Aureliano se sentía como una prisión dorada. Aunque tenía todo lo que muchos desearían: una mansión, fiestas lujosas y la admiración de la sociedad, mi corazón seguía anhelando la libertad que había perdido junto a Marcos. La sombra de su recuerdo me seguía, recordándome lo que realmente importaba: el amor verdadero y la felicidad genuina. Mientras navegaba por esta nueva vida impuesta, comenzaba a cuestionar mis decisiones y a buscar maneras de recuperar el control sobre mi destino. Sabía que no podía seguir viviendo así, atrapada entre las expectativas de mis padres y el dominio de Aureliano
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Capítulo XX Vínculos rotos
Punto de vista de Veronica
No podía negar que al principio me sentía prisionera, atrapada entre la voluntad de mis padres y un deposita como Aureliano Estrada, sentía que había perdido al amor de mi vida y que estaba atrapada en una jaula de oro, sometida a las decisiones de los demás, pero cuando finalmente me di la oportunidad de conocer a Aureliano y ver que no era el hombre que había creído, me sentí libre, sentí que él era el hombre que la vida había guardado para mí y que lo de Marcos solo fue un capricho de mi corazón, ya que anhelaba sentirse amado.
Con Aureliano he podido sentir que puedo llegar a donde yo quiera, ya que cuento con todo su apoyo. El saber que él quiere que me supere y que siga con mis sueños, me hace sentir realmente feliz. Cuando lo conocí pensé que mi vida había acabado y que junto a él solo tendría dolor y pesar. Pero ahora se que estaba equivocada. Sentir su protección ante su propia familia.
“¿Qué piensa la mujer más hermosa del mundo?”, pregunto Aureliano sacándome de mis pensamientos.
“No se ella, pero yo estaba pensando en la manera tan extraña en la que nos conocimos”, respondí mirando las estrellas.
“Quien diría que te volverías mi mundo entero aquel día. Cuando te vi por primera vez me deslumbró tu belleza, pero ahora me enamore de tu personalidad, de tu inteligencia y de tu fortaleza. Te amo Veronica Méndez, ahora se que eres el amor de mi vida”, Aureliano me abrazo fuertemente a su pecho, pude sentir como su corazón latía por mi y eso me daba paz.
Nos fuimos a la cama y dormimos abrazados toda la noche. Su cercanía me llevaba a él más placentero sueño.
A la mañana siguiente desperté sola en la gran cama, era extraño despertarme y que Aureliano no estuviera a mi lado. Fui a buscarlo a la sala y lo encontré hablando con su tío, la sensación de rechazo se volvió a apoderar de mi. Pero me mantuve firme; no podía permitir que nadie me doblegara.
“Buenos días”, saludé amablemente.
“Buenos días, mi amor. Mi tío ha venido a hablar con nosotros. Si quieres cámbiate de ropa y te esperamos”, dijo Aureliano viéndome con cariño.
Sin decir palabra alguna fui a ponerme algo decente, me tome mi tiempo para hacerlo, necesitaba reunir fuerzas para enfrentar a ese señor.
“Bien ya estoy lista”, dije volviendo a la sala.
“Te ves muy hermosa”, dijo Aureliano besando dulcemente mis labios.
“Gracias cariño”, respondí a su elogio.
“Siento mucho haber venido a esta hora. Se que tienen cosas que hacer, pero quiero disculparme por mi actitud de ayer”, el tío de Aureliano se estaba disculpando con nosotros.
“Sabía que recapacitarías, eres un hombre con sentido común y lo que haya pasado en el pasado no debería afectar nuestro presente”, comentó Aureliano mirando a su tío.
“¿Y tu hija?, me perdonas”, pregunto Emiliano volteando a verme.
Algo en su rostro había cambiado, ya no me miraba con odio, ahora su mirada era de ternura. “No tengo nada que perdonarle señor, sus razones tendrá para actuar así”, respondí indiferente. En realidad no confiaba en él tío de mi esposo. Nadie cambiaba de opinión tan rápido.
El señor Emiliano se quedó en el apartamento hablando con nosotros por un rato más, yo estaba incómoda, pero por educación no lo dejaba ahí hablando solo con Aureliano.
“Tío te gustaría quedarte a desayunar con nosotros”, comentó Aureliano muy animado.
“No hijo, gracias por la invitación, pero voy a la oficina a cerrar unos asuntos”, respondió Emiliano haciéndome sentir alivio.
“Sabes que eres bienvenido cuando quieras venir”, dijo Aureliano despidiendo a su tío en la puerta.
Una vez se fue Emiliano, Aureliano se acercó a mi con una mirada inexpresiva “¿tenias que ser tan grosera con mi tío?, el solo vino a disculparse”, reprochó Aureliano.
“No entiendo de que estás hablando, me porte normal”, dije despreocupada.
“Tienes una actitud muy negativa, te recuerdo que él es mi tío y que lo quiero mucho. Así como no permito que te traten mal tampoco permitiré que trates mal a mi familia”, Aureliano salió del apartamento hecho una furia. Él se dio cuenta de que no había creído una sola palabra de su tío, pero que más daba no me caía bien el hombre y eso era todo.
Aproveche la mañana y fui a la universidad a inscribirme, después fui a inscribirme en un curso para estudiar gastronomía y por último visite a mis padres. Desde la boda no los había visto. Aún estaba molesta con ellos por haberse metido en mi vida. Aunque les agradecía que me llevaran hasta Aureliano, pues con él había conocido el verdadero amor.
“¡Hija!”, exclamó mi madre con una gran sonrisa.
“Mamá, te extrañe tanto”, dije sinceramente. Aunque ella apoyó a mi padre, siempre sería mi mamá.
“¿Cuando volviste?, solo sabía de ti por medio de Aureliano”, reclamó mi madre con tristeza.
“Lo sé y me disculpo por eso, pero estaba molesta con ustedes y no quería saber nada de ninguno de los dos”, dije con sinceridad.
“Se que te obligamos a hacer algo que tú no querías, pero lo hicimos por tu bien”, expresó mi mamá con tristeza.
“Al menos no todo resultó mal, ahora soy feliz con mi esposo”, mi madre se sorprendió mucho ante mi confesión y una sonrisa se dibujó en su rostro.
No lo había notado hasta este momento, pero ella se veía apagada, su rostro reflejaba una gran tristeza.
“Miren nada más quien se digno a aparecer, la princesa Veronica”, la voz de mi padre llego desde las escaleras, se veía imponente como siempre, pero ya no me miraba con amor, en su rostro solo había desprecio hacia mi.
“¿Cómo esta padre?”, pregunté caminando a su encuentro.
“Estoy bien, y veo que tú también”, respondió con ironía.
“Si padre, estoy muy bien”, respondí tratando de evitar la realidad en la mirada de mi padre.
“Imagino que tu matrimonio es un desastre y quieres que te aceptemos de vuelta en casa”, comentó con una sonrisa en su rostro.
“No padre, mi matrimonio está muy bien y aunque no lo crea soy feliz con Aureliano”, respondí con una sonrisa.
La cara de felicidad de mi padre desapareció al escuchar mis palabras. Sentí una sensación extraña, algo no estaba bien, que padre no se alegra con la felicidad de su hijo. Nada tenía sentido y yo debía darle ese sentido.