"El Misterio del Bosque Encantado" es una emocionante novela de aventuras que sigue a Lucas, un joven aventurero que, desafiando las advertencias de su pueblo, explora un bosque misterioso lleno de secretos. Tras encontrar una puerta oculta y enfrentarse a una criatura mítica, Lucas descubre que su destino está ligado a una espada ancestral y a un portal que lo transporta a un mundo desconocido. Allí, es recibido por un grupo de guerreros que lo guiarán en una nueva misión, mucho más peligrosa de lo que jamás imaginó. Esta es la historia de un viaje lleno de valor, misterio y descubrimientos.
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El Comienzo de una Nueva Era
Al amanecer, cuando el primer rayo de sol acarició el horizonte, Lucas, Mara y Torak ya estaban en camino. Después de su promesa de construir un legado, sabían que no había tiempo que perder. Su misión era clara: llevar el equilibrio a todos los rincones del mundo. Su viaje no se trataba de regresar a una vida tranquila, sino de mantener viva la paz que tanto les había costado ganar.
A medida que se alejaban de Elorath, cada paso se sentía cargado de propósito. Habían dejado un mensaje claro para el pueblo, y el anciano que los había recibido prometió contar su historia a quienes vinieran después. La misión de los tres guerreros no era solo suya; habían plantado la semilla de algo más grande que ellos, algo que continuaría aun cuando ellos no estuvieran.
El primer pueblo al que llegaron después de Elorath era diferente. Aquí, las secuelas de la oscuridad todavía eran visibles en los rostros de sus habitantes y en las estructuras derruidas. La destrucción había sido tan profunda que el miedo seguía en el aire, a pesar del nuevo amanecer. Lucas observó las caras de los aldeanos y sintió la familiar opresión de la tristeza y el miedo. Sin embargo, esto no hizo más que reafirmar su determinación.
Al verlos llegar, los aldeanos dudaron en acercarse. Sin embargo, los rumores sobre la caída de Azaroth habían comenzado a extenderse. Finalmente, uno de los habitantes del pueblo, un hombre robusto y con una mirada de desconfianza, se acercó a ellos.
—¿Quiénes son? —preguntó, mirándolos con recelo—. ¿Acaso vienen a traer más problemas?
Lucas dio un paso adelante, levantando una mano en señal de paz.
—Venimos a traer conocimiento, no problemas —respondió con calma—. Sabemos lo que han pasado y entendemos sus miedos. Pero hemos visto lo que ocurre cuando la oscuridad domina sin equilibrio. Hemos venido a mostrarles que hay otra forma de vivir.
El hombre los miró en silencio por un momento antes de hacer una seña al resto de los aldeanos, que se acercaron con curiosidad, aunque manteniéndose a una distancia prudente. Lucas sintió la tensión en el ambiente y sabía que tendría que ganarse su confianza. Así que, con paciencia, comenzó a contarles su historia. Habló de la fortaleza de Azaroth, de la llave y de cómo habían librado una batalla no solo contra la oscuridad, sino también contra la desesperanza que amenazaba con consumirlos.
A medida que hablaba, la expresión de los aldeanos empezó a cambiar. Habían escuchado historias de héroes y villanos, pero jamás de personas que buscaran un equilibrio, una convivencia entre la luz y la oscuridad. Era una idea nueva, difícil de aceptar, pero profundamente atractiva. Los aldeanos se miraban entre sí, susurrando y asintiendo, mientras la curiosidad reemplazaba al miedo.
—¿Y cómo podemos lograr eso aquí? —preguntó una mujer, su voz cargada de escepticismo, pero también de esperanza—. No somos guerreros ni magos. Somos simples campesinos.
Mara dio un paso adelante y respondió con una sonrisa serena.
—No necesitan ser guerreros o magos. Solo necesitan la voluntad de mantener el equilibrio en sus corazones y en su comunidad. Con el tiempo, aprenderán a confiar en ambos lados y a reconocer el poder de cada uno. La oscuridad no desaparecerá, pero ustedes pueden decidir cómo convivir con ella.
La mujer asintió lentamente, asimilando esas palabras. Lucas, viendo que el mensaje había llegado, decidió dar el siguiente paso.
—Queremos entrenarlos —dijo—. No para luchar, sino para proteger su paz. Para que comprendan que este equilibrio no depende solo de nosotros, sino de cada uno de ustedes.
La propuesta fue recibida con un murmullo de sorpresa. Los aldeanos se miraron entre sí, evaluando lo que significaba aceptar ese ofrecimiento. Pero, uno a uno, sus rostros se iluminaron con determinación.
En los días que siguieron, Lucas, Mara y Torak comenzaron a enseñar a los aldeanos lo que sabían. No era una instrucción en armas o magia, sino en la naturaleza del equilibrio y cómo reconocer los signos de la oscuridad en su entorno y en ellos mismos. Les enseñaron a leer el cielo y a interpretar el comportamiento de los animales, a notar los cambios en la tierra y en los ríos. Pequeños detalles que, cuando se entendían, revelaban si algo desequilibrado se avecinaba.
Torak, quien siempre había sido el más reacio a hablar de estas cosas, descubrió que disfrutaba enseñando a los aldeanos. Con su fuerza y paciencia, guiaba a los hombres y mujeres del pueblo a entrenar sus cuerpos y mentes para que, en momentos de crisis, supieran cómo reaccionar sin ceder al pánico. Mara, por su parte, se enfocó en enseñar la importancia de la conexión con la naturaleza, de cómo la tierra y los elementos eran un reflejo del equilibrio que también debía existir dentro de cada uno.
Lucas, en cambio, se convirtió en una especie de consejero. Muchos acudían a él con preguntas profundas, sobre el miedo, la ira y la tristeza que aún llevaban en su interior. Lucas les hablaba sobre cómo todos llevaban una oscuridad propia, pero que no debían rechazarla, sino aceptarla. Esa fue la enseñanza más difícil de transmitir, pero también la más valiosa.
Al cabo de unas semanas, los aldeanos eran diferentes. Habían aprendido a convivir con el rastro de oscuridad que aún quedaba en ellos y a usarlo para fortalecerse, en lugar de dejar que los consumiera. Ya no temían la sombra que caía al atardecer, sino que aprendieron a verla como una parte más de la vida, un recordatorio de que la paz que habían logrado era un tesoro que debían cuidar.
Antes de partir, Lucas, Mara y Torak se reunieron con los aldeanos una última vez en la plaza central del pueblo. Habían construido un altar sencillo, una representación simbólica del equilibrio que ahora abrazaban. En el centro, Lucas colocó una piedra blanca y una negra, símbolo de la dualidad que cada persona llevaba consigo.
—Recuerden esto —dijo Lucas, alzando la voz para que todos lo escucharan—. La oscuridad y la luz siempre existirán en el mundo y en ustedes mismos. Es un ciclo natural, y tratar de eliminar una de ellas solo traerá desequilibrio. Su tarea es mantener ese balance. Protéjanlo, enséñenlo a sus hijos y no permitan que el miedo los domine.
Los aldeanos asintieron, algunos con lágrimas en los ojos. Sabían que sus visitantes estaban a punto de partir, pero también comprendían que el regalo que les habían dejado era invaluable. No era una simple lección, sino una forma de vida.
Cuando llegó el momento de partir, Lucas, Mara y Torak caminaron hacia el borde del pueblo, acompañados por todos los aldeanos que se despidieron con gratitud. Aunque les entristecía verlos partir, sabían que ese no era el final, sino el inicio de una nueva era.
Una vez más en el camino, los tres compañeros marcharon en silencio, cada uno reflexionando sobre el futuro. Habían cumplido una misión en Azaroth, pero entendían que su verdadero propósito era más vasto. Cada pueblo que visitaran, cada aldea que acogiera sus enseñanzas, sería un paso más en la construcción de un mundo equilibrado.
Al caer la noche, acamparon bajo las estrellas, en un claro tranquilo. Observando el cielo, Lucas sintió una paz que nunca antes había experimentado. Había hecho las paces con su oscuridad, comprendiendo que ella también le había enseñado quién era realmente.
—¿Hacia dónde vamos ahora? —preguntó Mara, rompiendo el silencio.
Lucas la miró y sonrió, sabiendo que la respuesta no importaba tanto como el viaje en sí.
—A donde nos necesiten —respondió.
Y así, bajo el manto estrellado, el grupo selló su destino como los primeros guardianes del equilibrio, decididos a llevar su mensaje a todos los rincones del mundo, comenzando una nueva era de paz, sabiduría y esperanza.