La historia de un Alfa que solo ansiaba la tan anhelada libertad
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Capitulo 20
Advertencia:
La siguiente historia no es apta para menores de 21 años puede contener; lenguaje vulgar, soez, momentos explícitos, eróticos, hasta subido de tono y hasta nopor-grafico, violencia física, mental, abuso, inc3sto, se recomienda leer bajo su propio riesgo. ~
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Aún no podía asimilar aquello de lo que había sido testigo: El señor de la Vega era un hombre bestia.
¿Cómo se lo diría a Fernando? ¿Lo sabría él ya?¿O quizás? ¿Quizas también lo era? Un escalofrío recorrió mi espalda al considerar la posibilidad. No, debía andar con cuidado, observar sin ser visto y descubrir lo que estaba pasando realmente en esta casona.
(...)
Cuando Fernando despertó, me encontró con la mirada perdida y un rostro que sin duda, reflejaba el terror que sentía.
—¡Cruz! —dijo, frunciendo el ceño—. ¿Qué te pasa? ¡Pareces haber visto un fantasma!
Me tragué el miedo que me anudaba la garganta. No podía decirle toda la verdad, al menos no aún.—Vi... —mis palabras se quebraron— Vi un puma comerse una oveja.
Fernando me observó, intentando leer mi expresión.—¿Un puma? —repitió, casi incrédulo, pero luego se apresuró a vestirse—Sí, seguro. Fue un puma. —Me vestí con la misma rapidez, y lo seguí mientras él caminaba decidido hacia el establo. Su semblante era serio, casi como si intentara ocultar un mal presentimiento. Contó las ovejas, una por una, su voz sonando cada vez más tensa.—¡1, 2, 3, 4, 5, 6...! —Contó, y luego se detuvo bruscamente—. ¡Falta una! Me miró, y yo señalé el lugar en el prado donde lo había visto.
Nos acercamos al borde de la inclinación, y allí, entre la hierba manchada de sangre, encontramos lo que quedaba de la desafortunada criatura. Fernando dio un paso atrás, su rostro pálido.—¡Avisen al resto de los hacendados! —gritó a los demás— ¡Hay un puma suelto!
Pero mientras las palabras salían de su boca, no podía sacudirme la sensación de que había visto algo mucho más peligroso que un simple puma, había visto un mounstro. La noticia de que había un puma suelto empezó a correrse a gran escala, al final del día todos los hacendados estaban enterados de la presencia del temible animal.
—Escucha, Cruz, no debiste andar a esas horas. Los pumas son animales peligrosos, pudo verte y atacarte. Mírate estás asustado —Eso no era verdad los pumas no atacaban a los humanos a menos de sentirse amenazados, o totalmente hambrientos, pero aquella cosa no era un animal. Era un mounstro que me odiaba. Fernando me abrazaba mientras acariciaba mi rostro tratando de calmar aquel terror que sentía. —Shhh, tranquilo Cruz, daremos caza a tal animal.
Mientras me abrazaba podía ver cómo desde la casona el señor de la Vega nos miraba fijo y con desprecio, su mirada era tan potente que podía sentirla como si estuviera al lado mío y no a casi una hectárea de distancia. Este empezó acercarse a nosotros, acaso solo yo lo notaba se movía ágil como un felino del cual yo sería su presa.
—¡Fernando ¿Qué ha pasado?!
—Hay un puma suelto, debemos cuidarnos principalmente a María es muy peligroso, ya mandé avisar a las hacendados.
—Ire a avisar al poblado para que pongan carteles de paso a socializar, ya que tú solo te la pasas con este indio, dime has ido a la iglesia ¿No? Debí suponer que te desvias del camino para vivir en pecado. Al menos que sirva ese indio para algo, vamos salvaje acompañame al pueblo para que describas al puma.
—Él se queda.
—¿Cómo sabrán cómo era el puma?
—Yo.. yo. —El señor de la Vega me acorraló y accedí a acompañarlo a describir al puma para los carteles de advertencia. Por lo que iríamos al centro de Urabamba, por lo que solo me quedaba rogar llegar con vida, y que este no me comiera para silenciarme.
Continúara...