Completa
La vida nos da siempre segundas oportunidades y donde hubo fuego cenizas quedan, eso decía mi abuela.
Ari conoce a Álvaro cuando apenas tenían 16 años, ellos se enamoran, Pero por las circunstancias de la vida hace que cada quien tome un camino distinto a lo que ellos pensaron.
El destino los junta reviviendo el pasado amor de adolescente que tuvieron y ahora con mas fuerza.
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Cap. 20: Recapitulando
ALVARO GRUBSTEIN
Después de llorar en los brazos de mi madre, siento que algo cambió en nuestra relación madre- hijo. Mi madre se paró fuerte ante mi padre, que era un señor tan imponente, pero todos tenemos una debilidad, en el caso de mi papá, esa debilidad es mi madre.
Regresé a vivir a casa. Anne regresó a su casa. Mi vida continuaba sin ella, por una parte fue un alivio, Pero saber que Ari no quería saber nada de mi me hacía doler hasta mi alma.
Un mes después, Anne le dice a mis padres que está embarazada. Al inicio le decía que ese hijo no era mío porque sabía que ella había estado con el guardaespaldas, Pero al nacer el niño, y hacerle las pruebas de ADN, salió positivo. No me quedaba más que aceptar una paternidad forzada.
Tenía mi moral por el suelo. Es un hijo no deseado, un hijo obligado a nacer por el egoísmo de Anne. Al final, el niño no tiene la culpa de nada. Regresé a vivir con Anne por el niño, pensando que algún día algo podía cambiar entre los dos. Y que por lo menos uno de los tres fuese feliz.
No quise regresar a la suite. Mi padre compró una casa residencial para Anne, el bebe y yo. Esa casa es como un desierto, Anne en su mundo, yo en el mío y el bebé siendo cuidado por una nana. Cada tarde después del trabajo, juego un rato con él. Ahora se que ese bebé lo deseaba tanto Anne para asegurar a la empresa de su padre y por lo tanto el futuro de ella.
Terminando mis estudios en la universidad, mi padre le realizan una cirugía en el corazón. Asumí la presidencia de manera temporal para mientras mi padre se recuperaba.
Una vez visitando las sucursales que tiene la empresa, me tocó ir en la que trabaja la mamá de Ari. Ella es una señora muy amable, me pidió darle la oportunidad a su hija que pronto regresaba del extranjero. A lo que accedí.
Después de tanto tiempo, volver a ver a Ari me ha hecho sentir ese amor que yo siento por ella, Pero a la vez me frustra sentirlo porque amándola no puedo tenerla conmigo. Es un amor que nació de la nada, un amor que jamás he sentido por nadie, un amor prohibido.
Ella entró a la oficina, acepté que trabajará. Ella se notaba tan molesta. Tenerla cerca me hace querer hacer muchas cosas. Ari salió de la oficina. Quedé inquieto. Fui tras ella, le tomé la mano y la jalé a la fuerza de nuevo a la oficina, le hice seña a la secretaria que se retirara.
—¿Qué te pasa? ¿No estás cuerdo o qué?
— Perdón por lo que acabo de hacer, Pero siento que muero por dentro.
Ella tenía una mirada molesta, era como si por los ojos saliera fuego. Se dirigió a la puerta que a la vez también me dirigí a ella, bloqueando el paso.
La tomé de cintura, ella quiso soltarse Pero no la dejé.
— Escúchame. Ari, todo este tiempo te he amado, te he extrañado.
— Mentiroso. Eres un mentiroso. Siempre me dejas en el aire, siempre me abandonas, desapareces y me dejas sintiendo que soy tan insignificante para ti— ella se puso a llorar. Nunca la había visto así. Es normal, aunque la ame, casi nunca interactuamos, fueron pocos los momentos y pocas las veces que hablamos.
La abracé. Sentí un nudo en la garganta, unas lágrimas rodaron por mis mejillas.
— Lo único que puedo decirte es, que yo te amo. Desde que éramos estudiantes. Nada ha salido bien.
— Si nada ha salido bien, ¿no crees que es mejor estar lejos uno del otro?Eres un hombre casado. No deberías hacer esto— ella suspiró.
La tenía en mis brazos, acerqué mis labios a los suyos y la besé. Fue un beso con tantos sentimientos reprimidos.
—Álvaro.
— No digas nada, solo déjame por hoy, solo por este instante, abrazarte, besarte y decirte que te amo.
Ari dejó de resistir, quitó sus manos de mi pecho y las dejó caer a sus costados. Muy al suave fue abrazándome.
— Solo por este instante.
Puse seguro en la puerta. No quería que nadie nos interrumpiera. Acaricié sus mejillas, le besé sus labios sin perdón alguno, quedándonos sin aliento. Quería hacerle el amor en ese momento, sin importar nada ni nadie. Ese momento era único y solo de los dos. Era como si el universo estuviera a nuestro favor.
Nos abrazamos. Ella puso su cabeza en mi pecho.
— Debo irme.
— Quiero verte de nuevo. Juro que buscaré la manera de que estemos juntos. Hay muchas cosas por hablar. Prométeme que nos veremos.
— Esto es una locura. Te lo prometo.
— ¿Aún conservas el mismo número?
— Si.
— Entonces te escribiré.
Ari salió nuevamente de la oficina. Está vez dejé que se fuera sin detenerla. Está vez siento que todo será distinto.