Emma Varela, una joven de 18 años, ha pasado los últimos cinco años de su vida intentando olvidar el trauma de un accidente automovilístico que no solo dejó cicatrices físicas, sino que también le arrebató a su mejor amiga, Sofía. Emma se ha refugiado en los estudios y la natación, evitando a toda costa recordar aquella noche fatídica.
Su mundo comienza a tambalearse cuando Gabriel Muñoz, un joven misterioso y reservado, llega a su escuela. Gabriel, con una mirada cargada de secretos y una actitud distante, se convierte en el centro de atención de todos, pero es a Emma a quien él parece observar más detenidamente.
A medida que Emma y Gabriel se van conociendo, ella descubre que él también tiene su propio pasado doloroso. Ambos empiezan a apoyarse mutuamente, y una conexión profunda surge entre ellos. Sin embargo, emma pronto se da cuenta de que Gabriel sabe más del accidente de lo que el admite.
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Capitulo 20: Promesas Rotas
Las primeras luces del amanecer comenzaban a filtrarse por las ventanas del apartamento de Gabriel cuando Emma y él se despertaron, aún sintiendo la tensión de la noche anterior. Los documentos que habían recuperado estaban esparcidos sobre la mesa de la cocina, esperando ser analizados. Con una taza de café en la mano, Emma se sentó frente a los papeles, decidida a desentrañar los secretos que contenían.
—¿Estás lista? —preguntó Gabriel, sentándose a su lado con una mirada de determinación en su rostro.
—Lista como siempre. Vamos a descubrir qué está pasando realmente —respondió Emma.
Mientras revisaban los documentos, encontraron más cartas y notas que confirmaban la participación de Valenzuela en algo mucho más grande de lo que habían imaginado. Había menciones de tratos oscuros, sobornos y acuerdos secretos. Pero lo que más les llamó la atención fue una carta en particular.
—Mira esto —dijo Emma, pasando la carta a Gabriel—. Parece una carta de despedida de alguien que trabajaba para Valenzuela.
Gabriel leyó la carta en silencio, su expresión volviéndose más sombría a medida que avanzaba.
—"Querido Valenzuela, no puedo seguir con esto. Las promesas que hiciste están rotas, y no puedo vivir con el peso de nuestras acciones. Me voy antes de que sea demasiado tarde." —leyó en voz alta.
Emma frunció el ceño, tratando de entender el significado de la carta.
—Parece que alguien cercano a Valenzuela decidió abandonar el barco. Tal vez podamos encontrar a esta persona y obtener más información.
Gabriel asintió, su mente trabajando rápidamente.
—Sí, pero ¿quién podría ser? Necesitamos más pistas.
Pasaron el resto del día buscando más información en los documentos y en línea, tratando de identificar a la persona detrás de la carta. Finalmente, encontraron una pista: una firma parcial en la parte inferior de la carta, que parecía ser de alguien llamado "María".
—Es un comienzo —dijo Emma—. Vamos a buscar todas las Marías que han trabajado para la empresa de Valenzuela.
Después de horas de búsqueda, finalmente encontraron a una mujer llamada María Espinoza, que había trabajado como asistente ejecutiva de Valenzuela hasta hace unos meses. Decidieron contactarla, esperando que pudiera darles más información.
La noche cayó y, con un poco de nerviosismo, Emma llamó a María. Después de varios tonos, una voz femenina respondió.
—¿Hola?
—Hola, ¿María Espinoza? —preguntó Emma, tratando de sonar lo más tranquila posible.
—Sí, ¿quién habla?
—Soy Emma, y estoy investigando algo importante relacionado con Valenzuela. Encontramos una carta tuya y creemos que podrías ayudarnos. Es sobre la muerte de la hermana de Gabriel.
Hubo un silencio al otro lado de la línea, seguido de un suspiro profundo.
—Lo recuerdo. Estaba esperando que alguien viniera a preguntar. Necesitamos hablar en persona. Hay demasiadas cosas que no se pueden decir por teléfono.
María les dio la dirección de un café tranquilo en las afueras de la ciudad. Al día siguiente, Emma y Gabriel se dirigieron al lugar, sus corazones latiendo con anticipación y nerviosismo. Llegaron temprano, eligiendo una mesa en una esquina para tener privacidad.
Poco después, una mujer de mediana edad con el cabello oscuro y una expresión preocupada entró al café. Miró a su alrededor hasta que vio a Emma y Gabriel, y se dirigió hacia ellos.
—¿Emma y Gabriel? —preguntó en voz baja.
—Sí, somos nosotros. Gracias por venir —dijo Gabriel, ofreciéndole una silla.
María se sentó, mirándolos con una mezcla de tristeza y determinación.
—Debería haber hablado hace mucho tiempo, pero el miedo me paralizó. Las promesas de Valenzuela eran solo mentiras, y cuando me di cuenta, ya era demasiado tarde. Sabía que debía alejarme, pero el daño ya estaba hecho.
Emma la miró con compasión.
—María, necesitamos saber todo lo que puedas contarnos. Estamos tratando de descubrir la verdad sobre la muerte de la hermana de Gabriel.
María asintió, tomando un sorbo de su café antes de hablar.
—Valenzuela y sus socios estaban involucrados en algo muy oscuro. Manipulaban resultados financieros, sobornaban a políticos y eliminaban cualquier amenaza a su imperio. La hermana de Gabriel descubrió algo y se convirtió en un problema. Aunque no tengo pruebas directas, estoy segura de que su muerte no fue un accidente.
Gabriel apretó los puños, tratando de controlar su ira.
—Necesitamos pruebas, algo que podamos usar para desenmascararlos.
María asintió de nuevo.
—Tengo algunos documentos en casa. No es mucho, pero es un comienzo. Los entregaré esta noche.
Esa noche, mientras la oscuridad envolvía la ciudad, María entregó a Emma y Gabriel una carpeta con documentos que podrían cambiarlo todo. Sabían que estaban entrando en un terreno peligroso, pero también sabían que no podían dar marcha atrás. Las promesas rotas de Valenzuela habían llevado a la muerte y al dolor, pero también habían despertado una determinación en Emma y Gabriel para buscar justicia, sin importar el costo.
Con la carpeta en sus manos, sabían que el próximo paso sería crucial. Debían proceder con cautela, pero con la esperanza de que, finalmente, la verdad saldría a la luz.