Casada A Primera Vista

El despacho de Matt era un torbellino de actividad. Mientras revisaba informes financieros y coordinaba reuniones con ejecutivos clave, su mente divagaba constantemente hacia una sola persona: Mía.

Entre llamadas y correos electrónicos, encontraba momentos fugaces para recordar su sonrisa cálida y su mirada penetrante. Cada vez que su mente volvía a ella, una sensación de añoranza lo invadía.

Sus asistentes lo veían sumergirse en su trabajo con una determinación feroz, pero también notaban esos breves instantes de distracción, cuando su mirada se perdía en el horizonte y su expresión se suavizaba.

En un momento de pausa entre reuniones, Matt se permitió sacar una fotografía de Mía de su cajón. La observó detenidamente, recordando el día en que la vio e improvisó conocerla.

Una llamada urgente lo sacó de su ensimismamiento, pero el recuerdo de Mía permaneció grabado en su mente mientras continuaba con sus responsabilidades.

A medida que el día avanzaba, Matt se encontró deseando tener más tiempo para dedicarse a conquistar el corazón de la muchacha.

-¡Qué raro, tú llegando tarde!- exclamó la señorita Smith en el preciso instante en el que Mía depositaba su bolsa sobre el escritorio de su cubículo de trabajo.

-Yo, he hablado con el señor Brown y él está al tanto de mi situación- se justificó la muchacha- De hecho él mismo me dio permiso para...

-Bien, bien- le interrumpió la mujer quien se hallaba de pie frente a ella con los brazos en jarra- lástima que el señor Brown ya no podrá ayudarte con eso de tus demoras- agregó y las jóvenes se miraron sin comprender- ¿Qué? ¿No se enteraron?- indagó con suspicacia y algo de burla la mujer- La empresa ya no pertenece al señor Brown, espero que el nuevo dueño te ponga en tu lugar, él cual es de patitas en la calle- replicó y se marchó dejando a las muchachas bastantes desconcertadas.

Mía respiró hondo, tratando de mantener la calma. Ignoró los comentarios desagradables de la señorita Smith y se dirigió hacia quien la esperaba con una mirada de solidaridad. Juntas, compartieron un gesto de incredulidad ante la actitud de su jefa, preguntándose qué podría haber causado tanta hostilidad por parte de aquella mujer. Mía le relató a su amiga todo lo que había ocurrido con Matt, la aparición de su abuela en la mansión y la manera en la que el hombre se acercaba a ella, demasiado para su gusto, ante lo cual Liz le había dicho...《Y bueno, amiga. Quien dice y él sea tu príncipe azul》

El día siguió su curso, no hubo noticias del nuevo dueño.

Al finalizar el día Mía se despidió de su amiga y salió del edificio, lista para regresar a casa después de un largo día. Al llegar al exterior, vio el imponente automóvil negro esperándola, con el chófer de Matt, abriendo la puerta para ella.

-Buenas tardes señora- saludó el hombre.

-¿Buenas tardes, me vas a llevar a casa?-preguntó Mía con una sonrisa, mientras se deslizaba en el asiento trasero. Él hizo un gesto afirmativo con su cabeza, luego cerró la puerta y tras subirse al asiento del piloto comenzó a conducir.

Mía se entretuvo revisando su móvil, cuando alzó la mirada notó que el rumbo por el que iban no conducía a su casa.

-¿Adónde vamos? Este no es el camino a mi casa- comentó.

-Pues, en realidad, la orden que tengo es llevarla a la mansión- respondió él chófer, con una voz un tanto incómoda.

Mía frunció el ceño, sorprendida.

-¿A la mansión? Pero yo solo necesito ir a casa. ¿Puedes cambiar la ruta?- le pidió con amabilidad.

El chófer se rascó la nuca, visiblemente nervioso. -Lo siento, señora Mía, pero mi jefe fue claro en sus instrucciones. No puedo desviarme de la ruta que me ordenaron seguir.- se excusó.

Mía suspiró, resignándose ante la situación. -Entiendo, James. No quiero que te metas en problemas por mi causa. Llévame a la mansión, entonces- dijo con resignación, ya que no quería meter en problemas al hombre, quien solamente estaba cumpliendo con su trabajo.

El chófer asintió con gratitud y siguió conduciendo el automóvil, dirigiéndose hacia la lujosa residencia de Matt.

Una vez en la mansión, Mía se sintió un tanto extraña, los empleados que se cruzaron con ella mientras esperaba en la sala la llegada de Matt, habían sido todos muy amables y respetuosos y cada uno de ellos la había tratado como si ella fuese en realidad la señora de la casa. Hasta la cocinera le había ido a preguntar que quería que hiciera de cenar.

Matt entró en la espaciosa sala de la mansión con paso decidido, apenas conteniendo una sonrisa de satisfacción al ver a Mía sentada en el sofá. Sabía que su decisión de enviar a James a buscarla no había sido del todo bien recibida, pero confiaba en que tenía buenas razones para ello.

Mía, al notar la presencia de Matt, se puso de pie con un gesto de determinación, lista para abordar el tema que la había llevado hasta allí en primer lugar. Antes de que pudiera abrir la boca, Matt levantó una mano en señal de calma.

-Espera, Mía. Antes de que comiences a hablar, me gustaría que me acompañaras a mi despacho- dijo Matt con voz serena, indicando con un gesto que la siguiera.

Mía frunció el ceño, sorprendida por la interrupción, pero asintió y lo siguió hacia el despacho.

Una vez dentro, Matt cerró la puerta detrás de ellos y se giró para enfrentar a Mía.

-Sé que no estás contenta con haber sido traída aquí contra tu voluntad, pero permíteme explicarte mis razones.-pidió de manera muy calma.

Mía asintió, dispuesta a escuchar lo que Matt tenía que decir.

-El chófer me informó que no estabas conforme con el cambio de rumbo- comenzó Matt, observando la reacción de Mía.

Ella asintió en silencio, esperando que él continuara.

-Lo que quiero decir es que tenía mis razones para hacerlo, Mía. Hay asuntos importantes que necesitamos discutir y preferí hacerlo en persona- explicó Matt, con sinceridad en su voz.

Mía bajó la mirada, reflexionando sobre las palabras de Matt. Aunque seguía sintiéndose algo molesta por haber sido llevada a la mansión sin su consentimiento, entendía que Matt tenía motivos válidos para hacerlo y estaba dispuesta a escucharlo.

- Lo entiendo, señor Norton-dijo finalmente Mía, levantando la mirada para encontrarse con la suya- Pero la próxima vez, ¿podría avisarme con antelación? Me sentiría más cómoda sabiendo qué esperar.

Matt asintió con una sonrisa de disculpa.

-Por supuesto, Mía. Lo tendré en cuenta en el futuro. Ahora, ¿qué te parece si hablamos de lo que realmente nos trajo aquí?

En el lujoso despacho de Matt, la conversación tomó un giro inesperado cuando él propuso seguir con la farsa del matrimonio. Mía frunció el ceño, claramente indecisa sobre la idea.

-¿Seguir con la farsa del matrimonio?-repitió Mía, con incredulidad en su voz- ¿Por qué deberíamos hacer eso?

Matt suspiró, buscando las palabras adecuadas para explicar su propuesta.

-Mi abuela estará con nosotros unos días, y ella es la única que puede convencer al resto de la familia de que realmente estamos casados. Necesitamos mantener esta ilusión para evitar más problemas- le dijo.

Mía reflexionó sobre las palabras de Matt, sintiendo una mezcla de confusión y desagrado. Sin embargo, cuando él mencionó la posibilidad de ayudarla con la situación de su madre y tal vez incluso descubrir la verdad sobre la estafa que pesaba sobre su padre, su postura comenzó a tambalearse.

-¿Ayudarme con lo de mi madre?- repitió Mía, con una chispa de esperanza en sus ojos.

Matt asintió solemnemente.

-Sí, Mía. Haré todo lo que esté a mi alcance para ayudarte. Y tal vez, en el proceso, podamos resolver el misterio detrás de la acusación contra tu padre.

Mía lo miró con renovado interés, dándose cuenta de que Matt estaba sinceramente comprometido a ayudarla. Aunque sus razones para seguir con la farsa del matrimonio seguían siendo cuestionables, la perspectiva de obtener ayuda para su madre y resolver el caso de su padre pesaba más en su mente.

-Está bien, Matt- dijo finalmente Mía, resignándose a la idea-Lo haré. Pero solo porque sé que realmente quieres ayudarme.

Matt ocultó una sonrisa de triunfo, consciente de que su plan estaba en marcha. Ahora solo necesitaba trabajar para ganarse el corazón de Mía de manera genuina, esperando que algún día ella decidiera quedarse a su lado por su propia voluntad.