Diana es una mujer que llegó a la gran ciudad cuando apenas era una adolescente, tuvo que trabajar en diversos oficios, hasta que conoció a Lucas, el hombre que la llevaría a conocer el mundo de las Damas de compañía...
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Diana.
Teodoro.
Bajo del taxi y me dispongo a tocar el timbre de la casa, la reja de la entrada principal estaba entreabierta. La puerta es abierta y veo frente a mí, la dueña de mis sueños, la mujer que tiene el poder de destruir todo mi mundo si así lo desea. Los años parecen no haberle pasado, yo estoy con cabello cano, mientras ella conserva su rubio tan precioso. Nuestros ojos están conectados, ni ella se mueve, ni yo me muevo. Tengo miedo que si pestañeo ella desaparecerá nuevamente.
En un arrebato, la tomo por la nuca y me la como a besos, al principio siento que trata de resistirse, pero luego se deja llevar por el deseo que nos invade.
Han sido 7 años sin ella, sin probar sus besos que tanto me gustan.
- Lo siento, no pude evitar besarte. - le digo pegando nuestras frentes - Te he buscado, te he esperado y nunca pude dar contigo.
- ¿Para qué me quería encontrar? - me pregunta con voz agitada, al igual que yo, está mirando mis labios.
- Porque me enamoré de ti, porque te amo y te necesito, porque no he sido feliz.
Se separa de mí, provocando una ola de frío por su lejanía.
- No seas mentiroso, que bien que te has casado con una dama de sociedad, digna de llevar del brazo.
Justo ahora es que odio esas revistas del corazón.
- Sí, me casé, pero no he sido feliz, ese matrimonio fue un gran error. - me vuelvo a acercar y la vuelvo a atrapar - No te voy a negar que luego de que te fuiste, a los pocos meses busqué de nuevo a mi ex, debía sacarte de mi sistema, todo fue en vano.
- No me importa lo que digas, - trata en vano de soltarse de mi agarre. - no voy a ser la amante de nadie. - me causa gracia y ternura su carita de disgusto.
- Y yo jamás cometeré la estupidez de volverlo a sugerir. - acaricio su rostro mientras le doy un suave beso. - Aprendí la lección, Diana, créeme que la aprendí.
La vuelvo a besar de manera demandante. Quiero impregnarme de su ser, de toda ella, saber que es solo mía.
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Diana.
Escucho un toque insistente en mi puerta, preocupada me dirijo a abrirla, pensando que quozas algo le pasó a alguien de mi familia. Lo primero que veo al abrir la puerta por el toque insistente en la puerta es, unos ojos verdes que había estado añorando por mucho tiempo. Sí, Teodoro luce algunas canas, pero ¡Joder!, que todo le queda bien, de maravilla y ahora se ve mucho más guapo que cuando lo conocí. Sin darme tiempo a reaccionar siquiera, me toma por la nuca y cintura, y que me estampa un beso de esos que te hacen saber que nada de lo que hayas hecho, te va a arrancar a esa persona del corazón.
Simplemente, lo amo.
Quiere volver a besarme, entonces recuerdo que se ha casado, se lo recuerdo para que se esté quiero, cosa que no me sirve, pues me vuelve a atrapar para jurarme que no ha sido feliz con la esposa.
Chicas, os juro que quiero ser fuerte, que no quiero caer ante sus encantos, pero, ¿cómo coño hago para resistir a la tentación hecha carne?, creo que hasta creció más de todos lados.
¡Madre mía! Que calentura.
- Diana, voy a divorciarme, ya los papeles están metidos en el juzgado. De verdad quiero hacer bien las cosas esta vez. - me dice mirando directo a mis ojos, mientras mis vellos se erizan ante sus palabras.
- Que te divorcies no quiere decir que yo me voy a arrojar a tus brazos.
-Diana Batista, eres una puta mentirosa, si mira nada más esa carita, te mueres porque te haga suya. - pienso.
Salgo de mis lujuriosos pensamientos cuando me doy cuenta de que lo tengo metido entre mis piernas.
Si que es rápido este tío, ¿en qué momento se acercó tanto?
- Lo sé, ten por seguro que vas a ser mía, que serás mi mujer como debe ser. - promete.
- Bien, ya todo aclarado, puedes marchar a donde sea que te estés hospedando.
- Quiero dormir contigo, despertar abrazado a ti, por favor.
Me cago del susto, de pensar su reacción mañana, cuando vea a Luciano.
Dios, dame sabiduría y valentía para afrontar esta situación.
- Mami, tuve una pesadilla. - ¡Mierda! Mi mundo se paraliza ante el sonido de la voz de mi hijo, quien se está fallando sus ojitos.
Teodoro está de espaldas y parece haber quedado como estatua de plaza.
El problema se adelantó.