Nací dentro de una familia con bastante poder y recursos que por culpa mía, terminaron por perderse o cediendo a otros.
Terminé en la cárcel por fraude e intento de asesinato, extorsión y amenaza premeditado hacia la única persona que creyó en mí. Sola en mi celda pagando por mis pecados y errores, en plena oscuridad y un silencio mortal e incesante, sentí una punzada en el abdomen y la sensación de que me había mojado la camiseta, pronto percibí el olor de la sangre y pese a lo oscuro que estaba vi a través de los rayos de la luz de la luna llena que entraban por los barrotes de la ventana que daba afuera, la sangre que brotaba de mi interior, mis manos se mancharon de sangre enseguida y en ese momento de desesperación una voz retumbó en las paredes de mi celda.
"Tu destino será morir a menos de que cambies tu rumbo..."
Rogué y supliqué por cambiarlo y luego de eso la oscuridad invadió mi campo visual y supe que había llegado mi hora.
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Capítulo 14: Inesperado...
EINAR
—Einar...—Dijo Aila sorprendida. Ella no esperaba verme.
Di un paso al frente y ella hizo lo mismo.
—Hola, Aila...
—¿Qué te trae por aquí?—Me preguntó. Ella se cruzó de brazos mirándome con desconcierto.
—Me enteré de lo ocurrido, vengo a hacerle una propuesta a tu Padre—. Le mostré la carpeta negra que llevaba consigo.
—Sinceramente, no sé sí mi Padre estará de humor para escuchar una propuesta.
—Permíteme intentar y sí él se niega, entonces no seguiré insistiendo.
Ella suspiró pensado, noté un brillo de duda en sus ojos, pero al final cedió.
—De acuerdo, hazlo. Pero cuando mi Padre diga que no es no. No le insistas, ni tampoco busques persuadirlo, será peor—. Estaba preparado para eso.
—Está bien, lo tendré en cuenta.
Fuimos directamente a la oficina de su padre, al entrar me llevé la sorpresa de ver a un hombre frustrado, cansado, demacrado y sumamente desesperado. El nudo de su corbata estaba deshecho, las mangas de su camisa estaban subidas hasta los codos, su cabello que era grisáceo y abundante estaba despeinado, fuera de lugar, parecía que se había pasado las manos sobre el cabello varias veces.
Sus ojos azules brillaban de desesperación, la frustración estaba plasmada en su rostro. Al vernos llegar su mirada cambió y entonces cambió su postura y se sentó erguido en su silla detrás de su amplio escritorio caoba oscuro, la luz que entraba por la ventana era tenue, el cielo estaba nublado, una tormenta se aproximaba.
Aila estaba muy callada, no decía nada.
Luego de unos largos y tediosos segundos. El Padre de Aila, Damon, habló.
—¿Qué lo trae por aquí? Espero que no se haya arrepentido de haberse comprometido con mi hija—. Negué con la cabeza.
—No, no la verdad Aila ha sido muy amable y atenta, no tengo queja alguna de ella. Sin embargo, la razón por la que estoy aquí es porque quiero proponerle algo—Me miró con desconcierto.
Luego miró a Aila quien simplemente asintió sin decir una palabra. Le di la carpeta negra y le dio un vistazo, la leyó de forma minuciosa y después cerró la carpeta y dijo:
—Me gusta el proyecto, pero... ¿Por qué hace esto? No lo entiendo...
—Véalo como una inversión, además... toda Ciudad Amatista sabe que su hija y yo nos casaremos para hacer crecer el negocio—. Era una buena excusa para evitar más escándalos de los que ya había en ese momento.
—Sin embargo, eso no, nos exonera de los comentarios de los reporteros y de gente maliciosa que dirá que me caso solo por salvar a la empresa—. Había dicho Aila. Ella tenía razón, pero eso ya lo tenía cubierto.
—No hace falta que lo digas, sin embargo, ni has aceptado el anillo.
Ella desvió la vista hacia otro lado, su padre la miró con una ceja levantada.
—¿Por qué no aceptaste el anillo Aila Elizabeth Richter?—Evadió la pregunta—. Responde Aila.
Ella suspiró pesadamente y simplemente dijo:
—Me lo iba a dar, pero Alicia Vanselow se apareció en la oficina de Einar cuando fui a darle los términos de nuestro contrato matrimonial—. Tragué saliva nerviosa mientras que ella cruzó los brazos, con una sonrisa burlona—. Es más no sé por qué fue ahí... ¿Quieres explicar?—Preguntó aún manteniendo esa sonrisa burlona. Me había dado una apuñalada por la espalda.
Su padre comenzó a reírse, era evidente que estaba acostumbrado al sarcasmo de su hija, después de unos minutos dejó de reír, su expresó serio y dijo:
—¿Qué piensan hacer los dos? ¿Están dispuestos a seguir con este compromiso?—Eran dos grandes preguntas que eran difíciles de responder.
Aila y yo intercambiamos miradas, pero ninguno dijo nada, por un instante pensé en que Aila se había arrepentido, pero entonces ella...
—Desde que tengo uso de razón, recuerdo todas y cada una de las veces en las que me dijiste, Papá... que un Richter jamás rompe sus promesas y sí llega a hacerlo... lo pagará con creces el error de romper su palabra. Por lo tanto, no voy a romper mi promesa—. Sus palabras fueron directas y firmes.
—Eres toda una Richter, Aila. En verdad eres muy diferente a lo que muchos han dicho de ti, sobre todo que soy tu Padre—. Expresó con orgullo.—¿Y usted Duque de Hess?
—Sinceramente, yo tampoco soy la clase de hombre que rompe su promesa. Siempre cumplo con mi palabra, así como dijo la señorita Aila... seguiremos con el compromiso—.
Luego de haber aclarado el asunto, le di a Aila el anillo y se lo puse en su dedo anular, al hacerlo sentí un extraño hormigueo, un cosquilleo que me hizo erizar la piel, apenas había tocado su mano y el calor de estar seguía latente en la palma de mi mano, en mis dedos y en la punta de estos.
—¿Qué haremos con la prensa? Están allí afuera—. Miramos por el enorme ventanal de la oficina y efectivamente había un gran grupo de reporteros deseosos de destruirlos.
Aila se alejó de la ventana y se apoyó en la pared beige de la oficina, se mantuvo de brazos cruzados y lanzó un largo suspiro.
—No queda de otra, le diré a Rhaegar que hable con los inversores y socios. Tendremos que demandar al señor Vanselow—. Dijo el señor Richter resignado—. Aila, perdóname... tendrás que quedarte aquí hasta que la prensa se vaya. Por favor, trabaja en la propuesta del Duque y mañana la presentaremos en la junta.
Aila asintió y salió de la oficina de su padre con la carpeta en mano. Fui tras ella, algo me hizo ir tras ella, no sabía qué era, sin embargo, era algo que desde hace años que no sentía.