Después de que el Rey Evans se llevara a la fuerza a Liliam, la vida de su hermana Sandra cambió bruscamente, su padre le ha dejado a cargo de las obligaciones de la hacienda, su vida deja de tener sentido para ella, pero comienza a tener un poco de luz cuando el General Itans llega a la hacienda para cumplir con la misión que el encomendó el rey, pero sin esperar lo que le tenía deparado el destino. Segundo libro de Corazón de Piedra.
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INSTINTO DE PROTECCIÓN
...ITANS:...
Me desperté adolorido, me dolían los huesos de dormir en ese incómodo montón de eno, era muy cierto que daba comezón. La claridad me indicó que había amanecido, era mejor irnos antes de que llegara alguien y nos encontraran semi desnudos.
Me levanté pero bajé la mirada a la Señorita Sandra, quién de lado dormía acurrucada, abrazando su pecho y con sus piernas recogidas.
Se veía tan inocente y joven, una doncella hermosa de cuerpo atrayente.
El sabor de sus labios se vino a mi mente.
La noche anterior no pude resistir y terminé besándola, me detuve antes de cometer otra torpeza. Ya era suficiente con haberla besado sin su permiso, fue impulsivo y descontrolado pero la Señorita Sandra no me rechazó, era su atracción hacia mí lo que nos había unido en ese beso.
Terminó aceptando que yo le gustaba y eso me hacía sentir extrañamente emocionado, había actuado tan inmadura en el pueblo por esa razón y no podía dejar de recordar cómo el día anterior con su mirada intensa, sus mejillas húmedas y sonrojadas, bajo la lluvia me confesó sus sentimientos.
Mi corazón saltó de nuevo.
Me alejé y fuí por mi ropa, estaba húmeda pero no empapada y eso era mejor. Me coloqué los pantalones y la camisa, pero la dejé sin abotonar cuando escuché los pasos sutiles de la Señorita Sandra, me volví pero ella fue directo a su vestido para cubrir su desnudes, ya había visto demasiado pero tenía tanto pudor, recordé de inmediato que ella no era como Anabella.
Se vistió dándome la espalda y mi mirada recorrió su espalda estilizada de piel color nieve, su cabello tan rojo contrastando, estaba anudado y lleno de hebras de eno.
De nuevo le costó abotonar y tuve que acercarme.
— Permítame... — Susurré y se detuvo, apartó su cabello, las cosas estaban más tensas desde el beso, no objetó y me dejó abotonar su vestido, sin querer rocé mi dedo por su piel, tan suave que mi miembro se tensó, agradecí traer los pantalones puestos o en seguida se iba percatar de lo que me ocurría.
Noté como la piel se le erizaba y su respiración se cortó un poco. Me apresuré a terminar y se giró de nuevo, me observó, en sus ojos había un brillo diferente, mezclado con inocencia, anhelo y emoción.
No como las miradas que me daba Anabella llenas de lujuria e interés.
¿ Cómo pude pensar que eran iguales?
La Señorita Sandra era tan dulce, encantadora, talentosa, inocente y noble. No había maldad o intenciones deshonestas en sus acciones.
Se acercó tímidamente cuando noté que me quedé inmóvil observando.
— Yo le ayudaré con esto — Dijo y tomó los bordes de mi camisa, empezó abotonar y me sentí nervioso.
Pero se detuvo antes de llegar arriba y observó mi pecho, luego elevó su rostro.
— Señorita Sandra... — Mi voz sonó gutural — Deberíamos... — Intenté separarme, pero tocó mi abdomen con suavidad, trazando sus dedos como si se tratara de una piedra preciosa.
Me incliné hacia esa boca rosa, sus ojos se quedaron posados en los míos y su respiración se mezcló con la mía, nuestras narices rozaron, me quedé un momento así, inmóvil y ella elevó su cabeza, terminando de unir sus labios con los míos.
Volví a caer y a besarla de nuevo.
Moví mi boca con suavidad, disfrutando de la sensación de sus labios carnosos y dulces. Respondió con algo de torpeza y timidez, pero me gustó más. Jamás había tocado los labios de otra mujer y la sensación era aún más intensa, sus besos eran tan tiernos, tan llenos de ilusión y atracción.
Me acerqué y rodeé su cintura, inclinó su cabeza a un lado y abrió su boca, ofreciéndose. La excitación creció en mí, recorriendo mi cuerpo en un intenso escalofrío.
Se le escapó un gemido cuando rocé mi lengua en el interior de su labio superior.
Me desvié por la delicada piel de su mandíbula. Soltó otro pequeño gemido y me imaginé algo prohibido con ese sonido.
Me aparté y se quedó jadeando, no me soltó si no que me observó con mucho más necesidad.
— Disculpe mi torpeza, no había besado a ningún hombre — Dijo apenada, ya me había propasado lo suficiente, debía mantenerme allí y no cruzar a lo irreversible, no quería lastimarla, era muy diferente, ella era una señorita, no una mujer como Anabella.
— No es torpe, sus besos son tiernos — Dije y sonrió, en sus ojos se veía la felicidad y yo no quería acabar con eso, yo sabía muy bien lo que era el dolor y la tristeza.
— ¿ Por qué me besó? — Preguntó y me sentí avergonzando también.
Soltó mi camisa.
— Una verdad por una verdad — Tomé su mano — Yo también mentí... Soy absolutamente sincero ahora... Usted me atrae de una forma intensa.
Se apenó un poco.
Mi corazón aún estaba lastimado, la Señorita Sandra me hacía tanto bien, era como mi medicina, me traía alegría.
— Debemos darnos prisa — Dijo, se separó, acordándose de que habíamos pasado la noche fuera de la hacienda.
— Mejor no aumentemos la preocupación de su padre.
La señorita se terminó de vestir y yo también.
Tomó la cesta y salimos de aquel lugar a prisa. Al menos había un hermoso sol y todo tenía más color gracias a la lluvia, caminamos entre los grandes molinos y no tardamos en llegar al camino.
La carreta aún estaba donde la habíamos dejado ¿ Qué ladrón querría una carreta rota ? Empezamos a caminar en dirección a la hacienda, caminamos a prisa, ignorando lo ocurrido en el almacén pero sentía aquella corriente de emociones recorriendo entre nosotros.
Quería tomarla y acercar su cuerpo al mío.
Me observó de reojo, la observé intensamente, se sonrojó de nuevo.
Se acercó y rozó sus dedos con los míos para aliviar la tensión.
Los rocé de vuelta pero no fue suficiente para ninguno de ambos. Así que entrelazó su mano con la mía y caminamos tomados de las manos.
Jamás había hecho algo así y se sentía tan bien. Ninguno aflojó el agarre, disfrutamos de la caminata.
Nos detuvimos después de muchos minutos a descansar pero la soledad del camino nos hizo seguir y llegamos a la hacienda cuando el sol estaba en su punto más alto.
Me separé de la Señorita Sandra cuando divisamos al Señor Cuper caminando de un lado al otro en el patio y con rostro de angustia, tuve que fingir una expresión neutral y tomar mucha distancia entre ella y yo cuando su padre nos divisó. La angustia cesó un poco cuando nos acercamos.
— ¿ Qué sucedió? ¿ Dónde está la carreta y el caballo ? — Preguntó, evaluando nuestros aspectos sucios.
— Padre, hubo un contratiempo, una rueda de la carreta se rompió y el caballo se asustó con los truenos y terminó huyendo...
— ¡ Qué! — Se exaltó pero intervine.
— Señor Cuper, la lluvia nos obligó a detenernos eso sumado a la carreta averiada y el caballo asustado tuvimos que pasar la noche en un almacén de eno, era muy arriesgado volver a pie debido a la hora.
Se relajó un poco — ¿ Y el pago ?
La Señorita Sandra le tendió la cesta — Aquí está padre, no falta ni uno, todos pagaron al contado.
El Señor Cuper se alegró un poco pero nos evaluó a ambos como si sospechara algo, de ser un hombre tradicional nos hubiera recibido con golpes y un interrogatorio sobre lo ocurrido, tal vez nos obligaría a casarnos temiendo por la deshonra de su hija pero afortunadamente estaba ante un hombre diferente.
— Al menos eso sí salió bien — Suspiró aliviado — Ni modo, habrá que comprar una carreta nueva.
— Padre, el viaje me dejó agotada estoy un poco afanada en asearme y comer algo caliente... Así que me retiro — Dijo la señorita pero antes de marcharse me dió una mirada, de nuevo se sonrojó, levanté la esquina del labio pero tuve que dejar de observarla cuando el Señor Cuper observó curioso entre ambos.
Ella se alejó y entró en la casa.
— Afortunadamente estaba acompañada por usted — Dijo él mientras sonreía y asentí con la cabeza.
— Traté en lo posible de cumplir con lo que me pidió... Disculpe por no poder sacarnos de apuro y volver ayer.
— Está con vida y sana, es lo que importa, tuvieron suerte al no encontrarse con rufianes — Me dió una palmada en el hombro — Usted también debería ir a asearse y descansar un poco General Itans.
— Está bien.
— Nos vemos luego, voy a contabilizar esto — También entró en la casa.
Me alejé al cuarto, lo abrí.
Todo parecía normal, todo estaba como lo había dejado, registré mi valija en busca de una ropa limpia y me bañé.
Después de salir me aventé boca abajo en la cama, era tan cómoda en comparación al montón de eno y me quedé dormido en seguida.
Un ruido me despertó y me levanté asustado.
Noté que la puerta estaba entre abierta y alguien observaba hacia adentro.
Me levanté y la persona se alejó pero ya me había percatado de su presencia y salí del cuarto.
El hombre estaba afuera, era uno de los campesinos.
— ¿ Por qué se ha tomado la osadía de importunar en mi aposento ? — Exigí enojado, me observó burlón, era el mismo campesino gordo de barba larga que estaba acosando a la señorita y eso me molestaba más.
Pareció no comprender mis palabras.
— Solo quería ver qué clase de trato preferencial tiene el patrón con usted — Dijo después de observarme con cierta amenaza — Solo es un niño bonito presumido... Con disfraz de soldado.
— No es de su incumbencia, usted viene aquí a trabajar no ha curiosear a los huéspedes de su patrón — Dije enojado, apretando mis puños.
— ¿ Ahora quiere decirme qué hacer ? maldito afeminado — Se cabreó como si tuviera el derecho de venir a molestar.
— No, usted no tiene ningún derecho de venir a meter sus narices en dónde no debe...
Se rió— Su manera de insultarme me hace reír, los hombres como usted tan letrados y formales son unos maricas... Afeminados y débiles... — Escupió el suelo, moviendo la onza en su mano para intimidar.
Quería callarle la boca de la forma informal pero mejor aguantar un poco, quería saber el motivo de su extraña molestia hacia mí.
— ¿ Qué rayos le sucede ? — Exigí, sosteniendo su mirada.
— La Señorita Sandra es para mí — Noté como se lamía los labios y mi enojo aumentó, sabía sus intenciones, sus ojos brillaron con lujuria y malas intenciones — Un hombre como usted no puede satisfacerla, es impotente... En cambio un hombre de campo es lo que ella necesita, ni el debiluchoso ese es el indicado, yo si soy un hombre de verdad y se lo demostraré a la señorita cuando tenga la oportunidad — Me dió asco e indignación su forma de hablar — Así que debe alejarse de ella sino quiere terminar como el pavo de fin de año, con el cuello roto.
Elevó su onza, no respondí, tomé su muñeca rápidamente y la giré bruscamente hacia abajo, intentó girarla y tirar, gruñendo sorprendido y asustado por mi reacción.
Le arrebaté la onza en un veloz movimiento y le dí una empujón contra la pared del cuarto.
Coloqué el filo de la onza en su garganta y lo observé amenazante, empezó a temblar.
— ¡ Escuche maldito infeliz, no me conoce por las malas, usted le pone un solo dedo a la Señorita Sandra y terminará muy mal, no me ha temblado la mano para matar a porquerías como usted, por eso estoy donde estoy... Es la última vez que me amenaza y es la última vez que sus ojos impuros se posan en la Señorita Sandra o lo pagará muy caro ! — Gruñí y asintió con la cabeza asustado, empezó a sudar, me aparté pero no sin antes tirar de su barba tan fuerte que cayó al suelo — ¡ Largo de aquí!
Se levantó a prisa y salió corriendo.
No iba permitir que esa gente siguiera tan cerca de la Señorita Sandra, hablaría con su padre para que los reemplazara, ella corría peligro con esos hombres sin escrúpulos ni educación.
Me desesperaba la idea de la Señorita Sandra siendo atacada por ese baboso y no podía permitirlo.