Recuperando La Felicidad

Narra Alex

Hace dos semanas que no veo a Ada. Me desperté en la habitación del hotel y ella no estaba. Salí a buscar a Amelia y ella me dijo que Ada tuvo que irse por algo urgente. Todos volvimos en el coche de Mateo, y desde ese día no la volví a ver.

Estoy en el gimnasio entrenando clases de defensa personal y boxeo. Nunca me ha gustado la violencia, pero sé que es lo mejor si quiero vencer a mi padrastro. Estoy terminando mis clases, y tengo que terminar mi último trabajo de la universidad para poder graduarme, así que estoy muy ocupado con eso.

Minutos más tarde

Voy entrando a casa cuando escucho a Luis, mi padrastro, hablando con sus amigos.

—¿Qué creen? Hoy encontré una virgencita, para que probemos —dice con una cara de tentación y lamiéndose los labios. Qué asco.

—¡Huy, qué rico! Quiero el primer cupo —dice un desconocido.

—Yo también lo quiero —hablan tres más.

—Amigos míos, ¿qué les parece si jugamos a un juego? Quiero que logren adivinar cuál ha sido mi puta más candente, se la queda —dice con una sonrisa maliciosa.

—Malditos, ¿cómo se atreven a subastar a una niña, como si fuera ganado? —me digo a mí mismo.

—A eso es fácil, tu actual esposa, me acuerdo cuando la trajiste con sus mocosos. Ella era tan candente. Todavía me acuerdo de ella, era una perra en la cama —decía un viejo.

~ Malditos, están hablando de mi madre, ¿qué le habrán hecho? ¿Cuánto habrá sufrido? Te juro, Luis, por mi vida que te haré desear estar muerto. Me vas a pagar todo este sufrimiento ~ me digo a mí mismo.

—Ay, pero esa jovencita, ¿cómo se llamaba? Ah, sí, Laura, la hija de tu esposa, estaba hecha toda una mamasita. Ojalá me la hubiera podido meter a la cama, estuve a punto de hacerlo... —decía un viejo amigo de Luis, pero no pudo terminar porque le pegué un puñetazo en la cara.

Al escuchar hablar así de mi hermana, me llené de rabia y no aguanté más. Me lancé encima de él.

—¡Alex, suéltalo, no me hagas golpearte! —decía Luis, mientras yo seguía golpeando a este viejo.

—Guardias, cójanlo y golpéenlo hasta que escupa sangre por todas partes —los guardias me sujetaron y empezaron a golpearme. En un momento, no sé qué pasó, pero sentí un pequeño dolor en el abdomen. Levanté la mirada y vi que Luis me había disparado. Me desmayé...

Una hora después

Abro los ojos y me encuentro en mi habitación. Veo que tengo una venda en el abdomen, pero siento que todavía hay algo adentro. Me levanto de la cama y camino hacia el espejo. Me quito la venda y... ¡Ay, Dios mío! Qué dolor tan grande. Logro quitarme la venda y reviso el abdomen. No encuentro un orificio de salida, lo que significa que aún está hacia adentro. Voy a mi armario, saco una chaqueta y salgo de la casa. Tenía planeado ir a un hospital, pero me di cuenta de que si voy, llamarán a la policía, así que decido ir al supermercado de mi hermana.

Llego al supermercado y camino hacia la entrada. Veo a Laurel en el mostrador, distraída.

—Hermana, ayúdame... —veo cómo la mirada de Laurel se posa en mí. Su sonrisa se borra y la veo correr hacia mí. De ahí no sé nada más, todo se vuelve oscuro.