Sinopsis
En México, en vísperas del fin de la intervención francesa, hubo una época de cambios pero también de inestabilidad económica. Sobre todo para los grandes aristócratas del país, esta es la historia de Valeria Cortina González de Noriega, una joven soñadora y de alma libre que idealizaba el amor, pero a su vez tenía miedo de un matrimonio arreglado.
Su padre Don Francisco, estaba lleno de deudas, además de que estaba al borde de la quiebra, lo único de valor que conservaba era su apellido honorable. Su única salvación era pagar su deuda a Luis Pimentel para poder conservar su hacienda, Luis era el terrateniente más poderoso de esa época y etiquetado como un verdadero tirano, Don Francisco estaba dispuesto a todo, incluso entregar a su amada hija a cambio de salvarse de la ruina. Será que el pago de una deuda, se pueda volver en un amor duradero y sincero.
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Infelicidad
Capítulo 19
Loreto buscaba a Valeria por toda la hacienda, nadie sabía dónde estaba. Sin esperarlo se encontró con Rómulo al cual había estado evitando esos días.
—Loreto, ¿por qué te escondes de mí?—
—No me escondo, solo no quiero cometer ninguna imprudencia.—
—Loreto han pasado muchos años, pensé que a esta altura de nuestras vidas. Todo ya había quedado en el pasado.—
—En el pasado se quedó, pero tú tienes la culpa de mi infelicidad. Acepte casarme con Márquez amándote a ti, porque siempre te amé y te voy a amar hasta el último día de mi vida.—
—Soy consciente de que no debí ilusionarte, pero en verdad te amaba. Pero no podía renunciar a mis deseos, por eso le pedí a Francisco que consiguiera un esposo para ti.—
—Un esposo que fue mi calvario, que me hizo vivir un verdadero infierno. Que me dejo en la ruina y viviendo de la caridad de mi hermano.—
—Al final de cuentas, cada uno es responsable de las decisiones que tomamos en la vida.—
—Fui muy ingenua cuando me entregué a ti, tal vez si no lo hubiera hecho, no me hubieras desechado. Estoy buscando a Valeria así que con permiso.—
—Loreto.—la detuvo Rómulo del brazo.
—Suéltame por favor, no tenemos nada de que hablar.—
Loreto siguió su andar, Rómulo se sentía el peor de los hombres, tal vez lo era ya que Loreto se había entregado a él por amor, mientras que él solo huyó de su responsabilidad. Valeria estaba en el campo tejiendo un suéter para uno de los niños del orfanato que acababa de llegar, a ella le gustaba mucho los niños, tenía ese instinto maternal muy marcado.
—Valeria ¿Qué haces aquí?—preguntó su tía
—Estoy haciendo un suéter, ¿puedo ayudarte en algo?—
—Necesito hablar contigo sobre tu decisión de casarte, sé que nunca fui la tía cariñosa y comprensiva, pero me preocupa que te esté obligando mi cuñada para que te cases con Luis, estuve casada con un hombre violento y soberbio, no quiero que sufras el mismo calvario que yo.—
—Se que los rumores sobre Luis pueden ser verdad, pero ya le di mi palabra y no puedo retractarme.—
—Lo sé, pero si puedes huir. Irte al país vecino junto con Irene y tratar de tener un comienzo nuevo. Yo puedo darte el dinero que necesites, ya basta de que haya tanta desdicha en nuestra familia.—
—Es en serio todo lo que estás diciendo tía.—
—Después de todo eres mi sobrina, mi sangre y la viva imagen de mi hermana, huye del infierno al que te quiere someter tu madre, sé que aceptaste para obtener su aprobación ya que ella nunca te ha querido.—Loreto era experta en meter cizaña y además de ser ruin.
—Lo siento tía tal vez tengas razón, y sería muy bueno huir. Pero di mi palabra, además eso avergonzaría a mi padre y también a Luis, hasta el momento él no ha sido ruin conmigo. Voy a casarme, además mi madre no me está obligando a nada. Si me permite debo irme.—
Valeria junto su canasta con sus cosas para tejer y la manta en la que estaba sentada. No confiaba en Loreto, y menos después de recordarle que su madre no la quería, ella estaba consciente de todo eso. Más tarde Valeria seguía tejiendo en su habitación, en eso entreno Irene.
—Niña, te busca don Luis.—
—Es verdad, dijo que iba a visitarme para conocernos más. Rápido nana, ayúdame a cambiarme el vestido.—
—Otra vez andabas en el campo.—
—Si, me llene de lodo. Estaba tejiendo tranquila, hasta que se acercó mi tía para proponerme que huyera junto contigo al país vecino, para huir del matrimonio.—
—No niña, ni se te ocurra eso mataría a tu padre. Es una vergüenza para toda la familia, incluso para tu prometido.—
—No, no lo haría. Antes preferiría decirle a Luis que no me quiero casar y romper el compromiso.—en ese preciso momento había entrado María Luisa a buscarla, mal interpretando sus palabras.
—Como te atreves, de ninguna manera vas a hacer eso, que quiere hundirnos más de lo que ya estamos.—
—Mamá me está mal interpretando.—
—Ya no me digas nada, sabía que no podía confiar en ti. No se te ocurra romper el compromiso, porque soy capaz de encerrarte en el convento por el resto de tus días.—
—Por favor mamá escúchame.—
—Ya cállate, termina de vestirte para que recibas a tu prometido. Hablaremos más tarde.—salió María Luisa para atender a Luis en lo que bajaba su hija.
—Ya mi niña, no llores. Si al rato llegan a hablar, dile lo que te ofreció Loreto.—
—Siempre piensa mal de mí, me juzga todo el tiempo y me hace sentir todo su odio. ¿Por qué nunca me ha querido?—
—Ella es tu madre, debe quererte a su modo. Una madre es incapaz de odiar a su propio hijo.—
—No la justifiques Irene, siempre me ha hecho sentir su desprecio, aún más que su amor. Tal vez es porque no soy la hija que ella quería.—
—Ya mi niña, vamos a terminar de ponerte bonita para que veas a tu prometido, limpia tus lágrimas y sonríe. Que don Luis te vea tranquila y feliz.—
—Ella va a estar feliz cuando me haya ido de esta casa.—
Irene sufría junto con su querida Valeria, no entendía el rechazo que siempre había sentido María Luisa hacia su hija, pero en la posición de Irene no podía confrontarla.