Danara, una adolescente de 16 años, se siente atrapada entre sus inseguridades y la presión de encajar en la sociedad. Su vida da un giro cuando conoce a Luca, el nuevo vecino de 18 años, extrovertido y lleno de energía, pero con sus propias inseguridades sobre su futuro. A pesar de sus diferencias, entre ellos surge una conexión especial, pero Danara lucha con sus miedos y la diferencia de edad, mientras que Luca teme no ser suficiente para ella.
A lo largo del verano, ambos enfrentan sus temores, aprenden a confiar el uno en el otro y a comprender sus sentimientos. Sin embargo, con el fin de las vacaciones, deben hacer frente a nuevas responsabilidades: Luca se prepara para la universidad y Danara comienza la secundaria. A pesar de los desafíos del futuro, su relación se fortalece, y juntos prometen seguir adelante, enfrentando lo que venga con valentía y amor.
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capitulo 19
Luca
El último día de verano estaba en el aire, y aunque la brisa aún tenía un toque cálido, se podía sentir que el tiempo ya comenzaba a cambiar. El fin de las vacaciones se acercaba, y con él, el peso de las nuevas responsabilidades que ambos sabíamos que nos esperaban. La universidad para mí, la secundaria para ella. No importaba que todavía faltaran unos días, el futuro ya estaba llamando a nuestras puertas, y había algo en el ambiente que lo hacía todo más palpable. Pero hoy… hoy solo quería disfrutar de cada segundo que me quedaba junto a ella.
Danara caminaba a mi lado, su mano buscando la mía como si fuera algo natural, como si siempre hubiéramos estado así. No había prisa, no había preocupaciones, solo el sonido de nuestros pasos mezclándose con el canto lejano de los pájaros y la brisa suave acariciando nuestras caras. El mundo parecía detenerse por un momento, y lo único que existía era ella y yo.
–¿Qué haremos cuando empieces la universidad? –preguntó ella, rompiendo el silencio con esa voz suave que tanto me relajaba. Estábamos caminando por el parque, como si todo lo demás fuera irrelevante en ese instante.
La miré, notando la pequeña sombra de preocupación en su rostro. La misma que yo sentía, aunque tratara de ocultarla. Las cosas iban a cambiar. Había cambiado, al menos para mí. ¿Podríamos seguir así? ¿Ser tan cercanos? ¿Ser tan nosotros sin que todo eso se desmoronara con el peso de la rutina, las responsabilidades y las expectativas?
–No lo sé –respondí, sin poder evitarlo. Lo cierto es que no quería que las cosas cambiaran. No quería que el fin del verano marcara el final de lo que estábamos viviendo. Pero, ¿cómo mantenerlo intacto cuando ambos estábamos a punto de entrar en nuevas etapas?
Danara se detuvo y se giró hacia mí, tomándome de las manos con una suavidad que me hizo sentir que no había nada en este mundo que pudiera separarnos. Sus ojos brillaban, y a pesar de los temores que sentía, había una determinación tranquila en su mirada que me hizo querer ser fuerte, por ella, por nosotros.
–No quiero que nada cambie entre nosotros –Sus palabras me calaron hondo, más de lo que me imaginaba. Me sentí como si ella hubiera tocado un rincón de mi corazón que yo no sabía que necesitaba ser tocado. El aire parecía detenerse por un momento, solo quedábamos ella y yo, con nuestras manos entrelazadas, sintiendo una conexión que, a pesar de todo, seguía siendo tan pura, tan sencilla, y tan nuestra.
–Nada tiene por qué cambiar –respondí, aunque sabía que en el fondo, era algo que ninguno de los dos podíamos asegurar con certeza. Pero lo que sí sabía, lo que sentía con cada fibra de mi ser, era que, aunque el futuro nos trajera lo que fuera, había algo que no podía perderse: esto que compartíamos, esa complicidad, esa cercanía que habíamos cultivado durante todo el verano.
Danara sonrió, un poco tímida pero con una calidez que solo ella sabía transmitir. Sus ojos brillaban con una mezcla de emoción y algo más, algo más profundo que no sabíamos cómo llamar, pero que ambos sentíamos.
–¿Prometemos que no vamos a dejar que esto se acabe? –preguntó, casi en un susurro, como si su voz pudiera romper el momento perfecto que estábamos viviendo.
Miré sus ojos, y en ese instante me di cuenta de algo: no me importaba lo que el futuro trajera, lo que importaba era que, en ese momento, estábamos juntos, que nuestra conexión era real y que, al menos por ahora, teníamos el presente.
–Lo prometo –dije, abrazándola con fuerza, con la esperanza de que al menos por un momento, no hubiera nada más en el mundo que nosotros dos.
Nos quedamos así, en silencio, solo disfrutando del calor de la tarde, el susurro del viento entre los árboles y la tranquilidad de saber que, pase lo que pase, habíamos llegado hasta aquí juntos. Danara me miró y me besó la mejilla, como si eso pudiera sellar nuestra promesa.
–Yo también lo prometo –respondió, con una sonrisa tan genuina que hizo que mi pecho se llenara de una calidez que no sabía que podía sentir.
Después de un largo rato de caminata, sentados en un banco en el parque, el atardecer comenzaba a pintar el cielo de tonos anaranjados y rosas. Sabía que el verano estaba llegando a su fin, pero en ese instante, con Danara a mi lado, todo parecía perfecto, como si pudiéramos quedarnos en ese momento por siempre. Sabía que tenía que prepararme para la universidad, para la vida que me esperaba, y que ella aún tenía que lidiar con sus propios miedos y desafíos en la secundaria. Pero, por primera vez en mucho tiempo, sentí que podíamos hacerle frente juntos.
–No importa lo que pase, Luca –dijo, apoyando su cabeza en mi hombro–, sé que siempre voy a confiar en ti. Y sé que tú también puedes confiar en mí. Vamos a estar bien.
El simple hecho de escuchar esas palabras me hizo sentir que, por fin, había encontrado algo que valía la pena proteger. Algo que no quería dejar escapar, algo que ni la universidad ni las expectativas de la vida podrían arrebatarme.
–Gracias, Danara –respondí, abrazándola más fuerte, como si esa fuera la manera de asegurarnos de que ninguno de los dos se escaparía de este momento.
Nos quedamos en ese banco hasta que el sol se puso completamente, sumidos en un silencio cómodo, sabiendo que las palabras no siempre eran necesarias cuando lo que sentías por alguien era tan claro, tan inquebrantable. A veces, el amor no necesita ser explicado, solo vivido.
Cuando finalmente nos levantamos para irnos a casa, sentí una paz que no había experimentado antes. Había muchas incertidumbres por delante, muchas preguntas sin respuesta, pero en ese momento solo me importaba una cosa: el hecho de que, sin importar lo que nos esperara, Danara y yo estábamos listos para enfrentarlo, juntos.
–Vamos a seguir adelante, ¿verdad? –me preguntó mientras caminábamos hacia nuestras casas, con una sonrisa tímida en los labios.
–Claro –respondí, tomando su mano con fuerza–. Juntos, siempre.
Mientras nos despedíamos esa noche, con un último beso en la mejilla y un abrazo que me dejó con una sensación de calidez en el corazón, supe que no importaba lo que el futuro trajera. Lo único que importaba era lo que compartíamos en el presente, y eso, por encima de todo, valía la pena.