Una Blanca Nieves Trasvistiéndose en la Guerra
En el sombrío y misterioso reino de Eldoria, una joven llamada Lucía lucha por sobrevivir en las calles sucias y oscuras. Con su cabello negro como la noche, piel pálida como la nieve y ojos grises como un lobo, Lucía ha aprendido a valerse por sí misma desde que sus padres la abandonaron antes de morir.
El día de su decimoquinto cumpleaños, el reino se ve sacudido por una guerra entre los siete príncipes sucesores del trono, cada uno con una personalidad única y distintiva. Los príncipes, conocidos como Grím, Jovial, Sabio, Tímido, Bromista, Soñador e Hipocondríaco, luchan por reclamar su derecho a gobernar Eldoria.
Ante la noticia de que todos los hombres deben alistarse para la guerra, Lucía ve una oportunidad para cambiar su destino. Decidida a escapar de la miseria, se corta el cabello y se disfraza de hombre, adoptando el nombre de Lucio. Con una blusa café y un pantalón viejo amarillo, se presenta en el campamento de reclutamiento
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capítulo 19
Capítulo 19: El Legado de Urelet
Al terminar su entrenamiento en magia y combate, el anciano Urelet observó a Lucía con una sonrisa.
—Creo que aún te falta algo, jovencita —dijo Urelet.
Durante los siguientes meses, Urelet le enseñó otros oficios: herrería, caza de tesoros, estrategia militar, sastrería y medicina oriental. También le enseñó el arte del sigilo, perfeccionando sus habilidades para moverse sin ser detectada.
Un día, al finalizar una sesión de entrenamiento, Urelet se acercó a Lucía.
—Antes de terminar, quiero darte algo —dijo Urelet.
Lucía, sorprendida, preguntó:
—¿Más entrenamiento?
Urelet negó con la cabeza y sonrió.
—No, ya no más entrenamiento. Este es un regalo de mi parte. Gracias a ti, le diste a un viejo moribundo la esperanza de que su legado no fuera olvidado. Te he llegado a sentir como una hija.
Urelet le entregó un brazalete.
—Este brazalete contiene un arma que se adapta a cualquier situación. Es mi regalo para ti. Pero antes de que te vayas, quiero que pases conmigo tres días más.
Lucía aceptó y pasó esos días disfrutando de la compañía de Urelet. Al final del tercer día, Urelet le dijo:
—He disfrutado mucho estos últimos años de mi vida contigo. Quiero que sepas algo importante. Soy un antiguo dragón, y estos eran mis últimos años. Me divertí enseñándote.
Lucía, con lágrimas en los ojos, respondió:
—Gracias por todo, Urelet. Nunca olvidaré lo que hiciste por mí.
Antes de morir, Urelet le dio su bendición, otorgándole protección contra todo mal, y le dio un vial con su sangre de dragón para que se volviera más fuerte. Lucía lloró por los tres años que pasó entrenando con el viejo maestro.
—Gracias por todo, Urelet. Nunca olvidaré lo que hiciste por mí —dijo Lucía, con lágrimas en los ojos.
Al marcharse, Lucía se despidió y regresó al campamento. En esta etapa, Lucía tenía 18 años, pero gracias a la sangre de dragón, rejuveneció cuatro años. Ahora siempre se vería como una chica de 14 años, aunque pasaran los años. Su piel se volvió más blanca, su cabello más negro y su fuerza sobrehumana. Antes de irse, meditó para establecer sus nuevos poderes y su cuerpo renovado. Su belleza era tan deslumbrante como la de las hadas más bellas del mundo.
En su camino de regreso, Lucía pasó por un pueblo llamado Gran Pie de Gigante, una ciudad que literalmente tenía un pie de gigante. Allí conoció a la mercenaria más grande, que resultó ser la hermana del cazador. Al chocar accidentalmente, se conocieron, pero la mercenaria no reconoció a Lucía debido a su apariencia cambiada.
—Tú eres como una hermanita que quisiera proteger con todo mi amor —dijo la mercenaria.
Lucía pasó un mes con ellos, aprendiendo sus costumbres y artes de mercenarios. Luego, se despidió y regresó al escuadrón. Al verla, todos quedaron sorprendidos por su transformación. Lucía les contó su aventura desde que escapó del cazador, dejando a todos asombrados por su valentía y crecimiento.
—No puedo creer todo lo que has pasado, Lucía. Eres increíble —dijo uno de sus compañeros.
—Gracias a todos por su apoyo. Ahora estoy lista para enfrentar cualquier desafío que venga —respondió Lucía, con determinación en sus ojos.