Ámame

Capítulo veinte

Camila se sorprendió al darse cuenta de que Lisandro no había querido llegar dentro de ella. Aunque no pudo seguir pensando en eso, ya que los dos estaban agotados, por lo que cayeron desplomados en la cama. Cuando ella recuperó el aliento se dio vuelta para mirarlo. Él se veía muy sexi, desnudo a su lado. De repente él la miró fijamente, con sus ojos oscuros puestos en su rostro. Ella iba a besarlo, pero él la detuvo.

—Quiero saber que necesito hacer para que esto se repita —dijo Lisandro esperando una respuesta.

Camila se quedó sorprendida, ya que aún no entendía que era lo que estaban haciendo. Que era lo que se suponía, que era lo que tenían o habían dejado de tener, porque hacía un tiempo que no se veían.

—No lo sé —dijo Camila y Lisandro no dudó en preguntarle que era lo que ella esperaba de él—. Te dije que no lo sé. No espero nada todavía

Las palabras de Lisandro hacían que ella se sintiera incómoda. ¿Él pensaba que buscaba conseguir algo?

—Soy una persona pública y no quedaría bien que me vieran saliendo con una mujer de la mitad de mi edad sin tener en claro un par de cosas —dijo él para explicarle que necesitaba saber qué clase de relación, tenía intenciones de tener ella con él para ver cuáles eran sus propios límites.

Extrañamente, sin intención, la hizo sentirse mal. Aunque en ningún momento pretendió eso.

—Yo no te busqué antes ni ahora —le aclaró molesta y con ganas de llorar.

—No digo eso, Camila. Sé cómo pasaron las cosas. Es solo que eres una mujer joven y no quiero que creas que puede haber más que sex* entre nosotros. Aunque me gustaría mucho que nos sigamos viendo, es todo lo que puedo ofrecerte —le dijo con una sinceridad que le molestaba.

No quería perderla, pero a la vez estaba tratando de protegerla. Ella aún no sabía qué clase de hombre era él. Y lo mejor era que no lo supiera aún. Por lo que le convenía no exponerla. Aun así, no sabía si era lo que ella quería.

—No sé —dijo ella y se levantó de la cama.

Salió de la habitación con ganas de llorar. Empezó a buscar sus cosas y a vestirse. Se había dado cuenta de que él solo buscaba divertirse con ella. Sin embargo, ahora ella entendía que estaba enamorada de él. Lo que hacía imposible tener una relación simplemente carnal.

Lisandro fue a donde ella estaba y le preguntó qué era lo que estaba haciendo.

—Me voy —dijo ella con dificultad, ya que si decía una sola palabra más iba a ponerse a llorar.

—Pero, es que no entiendo el porqué —dijo Lisandro, molesto con la situación

—Por qué no quiero tener esta conversación. Me haces sentir una prostituta —dijo ella molesta y con unas cuantas lágrimas en sus ojos.

Él la abrazó y la besó con suavidad en los labios.

—Perdón, no fue mi intención que pareciera eso. Quiero que te quedes a dormir. Y quiero saber cuáles son tus condiciones para que eso pase. He sido abogado por demasiado tiempo como para poder hablar, sin poner condiciones y reglas —trató de explicarle con calma, ya que no quería hacerla sufrir.

—Quiero quedarme —dijo ella con la voz entre cortada sin poder mirarlo.

Le gustaba demasiado estar cerca de él. Y aunque había tenido terror de enamorarse de Lisandro, ahora que entendía que eso ya había pasado, no sabía cómo resistirse. Camila comprendía que una relación entre ellos no era posible. Y con todas sus fuerzas esperaba poder disfrutar de esto mientras que durara.

Lisandro le pidió que volviera a la cama con él y Camila lo hizo. Se acostaron y él la abrazó. Su olor irradiaba deseo. Un deseo que no podía contener, aunque hizo su mayor esfuerzo.

—No quiero que hablemos de nuestras vidas privadas. No quiero saber de tu familia ni de tu pasado. Ni quiero que me preguntes —dijo Camila y él acarició su rostro—. ¿Está bien?

Camila estaba nerviosa, por lo que se lo preguntó temerosa de haber ha sido muy dura. Esperaba que si no sabía de su vida podía ayudarla a no enamorarme más de él.

—Me parece bien. Por mi parte necesito que nos veamos, mínimo día de por medio —dijo él.

Camila temía que fuera mucho, aunque le parecía poco. Una de las grandes contradicciones de estar con un hombre como Lisandro.

—Si te parece, lunes, miércoles y viernes. Sábados y domingos los podemos dejar a evaluación de cada semana —le dijo él con algo de felicidad en su voz.

Se notaba que era un abogado al hablar, tenía muy clara las cosas. Por lo que sin más preámbulo, ella aceptó. Aunque aprovechó para pedirle que no volviera a hablar de la diferencia de edad. Ya que la ponía incómoda que la tratara como a una niña.

—Está bien. Se entiende. Pero, ya que hablamos de cosas que nos molestan. Tienes prohibido tratarme de usted cuando estemos a solas. Es algo que me molesta mucho —dijo él mientras la besaba en el cuello.

Aunque estaba siendo muy cariñoso con ella. Se notaba como ambos trataban de ser claros con lo que iban o no a permitirse en esto que tenían. Camila aceptó, también, que delante de las personas debía ser todo lo opuesto y solo tratarlo de usted. Aunque ella no lo sabía, esto lo hacía en parte para protegerla.

Lisandro no pudo contenerse y terminó preguntándole si quería volver a trabajar con él. En sí, esta vez Camila tuvo que decirle que no. Ella sentía que no iba a soportar verlo con otras mujeres, pero no se anima a decírselo, ya que si lo hacía él se daría cuenta de que se estaba enamorando. Algo que ella pensaba que estaba mal porque Lisandro no sentía lo mismo.

—No siento que sea una opción —dijo él tratando de no ser tan posesivo, pero sin lograrlo.

—Entonces, ¿por qué me preguntas? —le reclamó molesta.

Lisandro sabía que estaba mal exigirle eso. Su explicación fue que necesitaba que fuera parte de su equipo y que no tenía que ver con esto que tenían, aunque lo estuvieran hablando en la cama. Lo que era completamente una mentira. Ya que la parte que ella no sabía era que él no soportaba, suponer que otros hombres pudieran acercarse a ella sin que él supiera.

—Dame algo de tiempo para reflexionarlo —le dijo Camila mientras cerraba los ojos. Estaba muy cansada, puesto que hacía días que no dormía bien.

Autora: Osaku