Tu Decidiste Dejarme

NATASHA

– Aaamm... Señores Ferrari –dice la doctora.

Miramos a la doctora esperando la confirmación de si estoy embarazada.

– ¿Si, doctora? –pregunta Oliver–. ¿Hay bebé o no?

– Bueno, felicitaciones –nos dice–. La señora está embarazada pero...

– ¡VOY A SER PADRE! –exclama Oliver–. Vamos a tener un bebé, mí amor.

– Pero... Espere, señor Ferrari –dice la doctora–. Aún no termino.

– ¿Pasa algo, doctora? –le pregunto preocupada.

– Nada malo solo que... –traga saliva–. Bueno... Son tres, felicidades van a tener trillizos.

– ¿¡QUE!? –gritamos ambos.

Escucho un ¡BUM! me giro hacia Oliver que se desmayo. La doctora y yo nos reímos. Cuando Oliver recupera el conocimiento, nos da la fecha para la próxima cita.

Vamos en auto mientras él mira la ecografía.

– Tres... –repite–. Osea... ¡TRES!. Voy a tener tres hijos. Soy el mejor por goleada... Un maestro maestral, un crack total.

– Sabes que voy a ser yo la que sufra los dolores del parto. ¿No es así? –le pregunto.

– Es que nadie lo hará como tu, mí amor –me sonríe–. Además yo sufrí y sufro las náuseas y mareos, mientras tu estas más caliente que una pava y no me dejabas dormir.

– No puedo creerlo, tengo cinco hijos. No puedo creerlo –me río–. Te desmayaste, mí amor

– Tenemos cinco hijos, recuerda que Adler y Nicole son mis hijos. Y además... ¿Que esperabas que hiciera ahí? –me mira sonriendo–. ¡VOY A SER PADRE DE TRES!

El chófer nos mira riendo. De verdad es que está muy emocionado, tuvimos que darles la noticia a todos. Adler se quedó congelado, Teressa casi se desmaya y Nicole salto de alegría.

Nos fuimos a acostar, Oliver toca mí vientre lentamente.

– ¿Que serán? ¿Todos niños? ¿Todas niñas? –pregunta–. ¿Dos niñas y un niño? ¿O dos niños y una niña?.

– Vamos a tener que esperar para averiguarlo –le digo–. Serás tan buen padre, mí amor –lo beso.

– Espero serlo, no quiero decepcionarlos o a ti –dice acariciando mí mejilla–. ¿Que tal si cuando nazca alguno se me caiga? ¡Jamás me lo perdonaría!.

Me río con ganas y emocionada. Lo miro sonriendo con lágrimas en los ojos.

– De verdad no sabes cuánto es que te amo, Oliver –le digo llorando–. Gracias por aparecer... Te necesitaba en mí vida.

– Yo te amo tanto, Natasha –me abraza–. Tanto que ya no imagino la vida sin ti.

Solo espero tener una gran familia con él y lo estoy logrando... Finalmente un hombre de verdad para mí.

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NATASHA

Dormir entre los brazos de Oliver es la mejor sensación, escuchar su corazón, oler su perfume y sentir su respiración. Me acurruco más contra él quien me aprieta aún más. Es algo automático que me encanta de él.

Suspiro al tener que levantarme para preparar el desayuno.

– Quédate un poco más –me súplica–. Solo un poquito.

– Mí amor... Tengo que preparar desayunos –le beso la mejilla–. Ya tendremos la noche para descansar.

– Deberíamos tomarnos unas vacaciones –dice levantándose–. ¿Que me dices?

Mí mirada recae en su torso, tan perfecto, me lamo los labios lo que provoca una sonrisa picara en él.

– Mmhh... –dice–. ¿Segura que quieres irte? ¿Eh?.

– Basta... No seas así de provocador –le reclamo–. Te espero abajo, atrevido.

Me visto y bajo a la cocina, después de unos minutos escucho los pasitos de los trillizos: Benicio, Daniella y Catalina.

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...Benicio Ferrari...

...Catalina Ferrari...

...Daniella Ferrari...

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Es increíble como han crecido los tres. Benicio y Catalina son rubios con ojos azules igual que Oliver, mientras que Daniella tiene cabello negro con ojos marrones como yo.

Oliver baja minutos después y desayunamos los cinco, al rato el timbre suena, Adler y Nicole aparecen.

– ¡ADLER! –Benicio corre hacia su hermano.

– ¡Hola, campeón! –Adler lo abraza–. ¿Cómo están las princesas de la casa?.

Se saludan entre ellos y luego vienen hacia nosotros. Ambos se sientan con nosotros y preparo los platos.

– Oye papá. ¿Sabes que le pasó a Adler? –le dice Nicole.

– No lo sé –mira a Adler–. ¿Que ha pasado, hijo? ¿Todo bien?.

– Si, papá. No te preocupes –dice Adler–. Es que quieren uno de mis autos para un corredor en el Gran Premio de Mónaco en Francia.

– ¡ESO ES INCREÍBLE! –dice Oliver–. Es una gran oportunidad, hijo mío.

– Lo se y no lo niego –dice nervioso–. Pero. ¿Y si algo sale mal con el auto?. Podría matar al corredor.

– Han hecho miles de pruebas con tu auto –lo tranquiliza–. Jamás ha salido algo mal, hijo.

Oliver toma su mano en un gesto paterno encantador. Lo tranquiliza y alienta al mismo tiempo.

– Jamás dudes de que eres y puedes ser el mejor –le dice–. Todo saldrá bien, muchacho. Recuerda que pase lo que pase estoy muy orgulloso de ti, hijo.

– Gracias papá –le sonríe–. Me alegra saber que tengo tu apoyo.

– Y siempre lo tendrás –toma la mano de Nicole–. Ambos, cuentan conmigo para todo... Siempre.

Camino hacia ellos y pongo mí mano en el hombro de Oliver.

– Y con el mío también –miro a los niños–. Con el de todos.

Pasamos los últimos siete años en completa paz, no tuvimos noticias de los Vassil, parece que entendieron el mensaje de que no queremos contacto con ellos.

Tengo una gran familia, hermosa y tranquila. Oliver es un esposo, hombre y padre increíble, me hace sentir muy feliz y completa.